El silencio de Contador
El chico de Pinto se acerca al Tour con ventaja psicol¨®gica en la complicada relaci¨®n con Lance Armstrong dentro del Astana
Alberto Contador construye su imagen de dentro a fuera, y eso no cuadra con lo que se lleva a su alrededor, con lo que se estila en los tiempos que corren, en su equipo tambi¨¦n, al que desconcierta. Contador se construye desde el silencio. Cuida tanto lo que dice, es tan consciente de que todas las palabras que emita, todos los gestos que despida, pueden ser medidos, pesados, interpretados, de tantas maneras que su discurso, voluntaria y finalmente, se reduce a la casi nada. Lo que no le viene nada mal para afrontar en la mejor disposici¨®n de cuerpo y de alma, acorazado, lo que se avecina, que no es moco de pavo.
El s¨¢bado se disputa la primera etapa del Tour, una carrera que Contador gan¨® en 2007 y que no pudo correr en 2008 porque el organizador castig¨® a su equipo, el Astana, pero una competici¨®n quiz¨¢s m¨¢s importante comienza el mi¨¦rcoles, el d¨ªa en el que en la roca de M¨®naco -un escenario principesco que parece reclamar intrigas de palacio, insidias, enredos sin fin- Contador y Lance Armstrong se encontrar¨¢n e intentar¨¢n convivir en el mismo equipo. Quiz¨¢s sin excesiva fe. Uno de los dos sobra, forastero.
Contador no tiene p¨¢gina 'twitter' ni lleva pulsera, los dos s¨ªmbolos de Armstrong
Johan Bruyneel, el director del equipo, debe mantener un equilibrio inc¨®modo
Despu¨¦s de construir su leyenda con siete victorias en el Tour, con una lucha sin cuartel, y victoriosa, por supuesto, contra el c¨¢ncer, Armstrong se retir¨® en la cima. Cuatro a?os despu¨¦s, a punto de cumplir los 38, ha regresado para atormentar al presente, para ganar el octavo Tour, para romper la paz breve que Contador cre¨ªa haber alcanzado. En su regreso, Armstrong reconstruye su imagen, de acuerdo con los tiempos que nos llevan, de fuera adentro, desde una sobreexpresi¨®n cercana al exhibicionismo. Desde una sobreexplotaci¨®n de los s¨ªmbolos, como el de la pulsera amarilla que identifica y proporciona fondos a su fundaci¨®n contra el c¨¢ncer, Livestrong; como la fratr¨ªa que ha construido en torno a su twitter. Dos s¨ªmbolos de pertenencia, de inclusi¨®n en el c¨ªrculo de los elegidos. Contador no lleva pulsera amarilla, tampoco, y es uno de los pocos que se resiste a su invasi¨®n, informa al mundo de sus andanzas a trav¨¦s del twitter. No lo necesita.
"Pero no por nada especial, no porque est¨¦ en contra de la pulsera", precisa Contador. "No llevo ninguna, ni la rosa del Giro, ni nada de nada en las mu?ecas sencillamente por superstici¨®n, lo asocio con algunos momentos malos. Y twitter no me he planteado tenerlo, ni siquiera s¨¦ c¨®mo se entra en la p¨¢gina. Y, en todo caso, si me hago un twitter nunca lo usar¨¦ para sacar al exterior mi vida ¨ªntima. Lo m¨ªo es lo m¨ªo. As¨ª me han hecho".
No hay desaf¨ªo ni cr¨ªtica a quien ha construido su imagen, y su fortuna, a trav¨¦s de ambos medios, simplemente un deseo de afirmaci¨®n de su personalidad. Silenciosa. Diferente. Y siempre desde el convencimiento de que como ciclista es mejor en estos momentos que el viejo Armstrong, mejor escalador -no hay de hecho, en el mundo, ninguno con su capacidad de dejar clavado a quien quiera en un puerto-, mejor contrarrelojista incluso.
Todo ello deja en un equilibrio inc¨®modo a Johan Bruyneel, el director del Astana, dividido entre el esplendor planetario que encarna Armstrong, su capacidad de movilizaci¨®n social, su ascendente en el gran mercado del mundo, Estados Unidos, el mejor rollo personal, cultural, que le une con el tejano, y la seguridad puramente deportiva en el Tour, el objetivo ¨²ltimo del equipo, que representa Contador, con quien no se lleva tan bien, de quien le separa m¨¢s edad, de quien le separ¨® m¨¢s a¨²n el regreso de Armstrong, cuyas ideas fijas interpreta como cabezoner¨ªas, de quien no comprende cierta desconfianza.
"Me siento como si alguien hubiera puesto mi cara en una diana y estuvieran tir¨¢ndome dardos a mansalva, sin piedad", confes¨® recientemente Bruyneel en su twitter. Una confesi¨®n de cansancio, de incomprensi¨®n. Aparte del conflicto latente Contador-Armstrong, los ¨²ltimos meses Bruyneel ha debido lidiar con las impenetrables autoridades de Kazajist¨¢n, que a punto estuvieron de dejar al equipo sin financiaci¨®n, en la estacada. Qu¨¦ cansancio, y adem¨¢s, el conflicto. Y los celos.
Bruyneel impuso una alineaci¨®n en el Tour que dejaba fuera a un protegido de Contador, Noval, y, compensando, a uno de Armstrong, Horner. Contador, que recibi¨® el apoyo psicol¨®gico de la visita de Bruyneel en el campeonato de Espa?a contrarreloj en Santander, no ha ha hablado del asunto, no se ha quejado; Armstrong, en su twitter, claro, s¨ª. "No lo entiendo. Ya no mando aqu¨ª", escribi¨® Armstrong, quien multiplica las se?ales de nerviosismo. En otro twitter avala la filtraci¨®n de la presunta infidelidad de Contador, quien negoci¨®, seg¨²n se puede ver en la p¨¢gina de Armstrong, correr en Tour con el Garmin en el caso de que la UCI hubiera retirado la licencia al Astana, mientras Armstrong preparaba una alternativa financiada por Nike que exhibir¨ªa los colores de Livestrong.
M¨¢s s¨ªntomas. Contador control¨® con tanta firmeza sus ganas de soltarse el pelo en la Dauphin¨¦ Lib¨¦r¨¦ -el derroche voluntario de energ¨ªas en carreras secundarias acarrea la triste carencia llegado el momento de la verdad- que acab¨® desquiciando completamente a Cadel Evans, uno de los rivales que le esperan en el Tour. "Ha acabado desesperado", confiesa, con una gran sonrisa de satisfacci¨®n, Contador, quien incluso ayud¨® a ganar la carrera a Alejandro Valverde. La interpretaci¨®n de Armstrong fue diferente. Escribi¨®: "Despu¨¦s de lo visto, Cadel es el favorito para el Tour, muy fuerte en la monta?a, la m¨¢s fuerte contrarreloj".
El viernes pasado, despu¨¦s de proclamarse campe¨®n de Espa?a contrarreloj, Contador anunci¨® "estoy listo" y se volvi¨® a su casa a hacer la maleta para viajar el mi¨¦rcoles a M¨®naco. Armstrong cogi¨® un avi¨®n en EE UU y se plant¨® en Suiza. El s¨¢bado, inusualmente cerca del comienzo del Tour verdadero, empez¨® a recorrer en bicicleta las etapas alpinas. "Recorrer¨¦ seis", anunci¨®, y acompa?¨® las palabras de un v¨ªdeo de su ascensi¨®n a Verbier.
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