Par¨¢bola del n¨¢ufrago y el pollo
La cifra de votaciones perdidas en el Congreso, 11 de un total de 800 desde el inicio de la legislatura, no justifica la sensaci¨®n de que el Gobierno se enfrenta a una irresoluble soledad parlamentaria. Y, sin embargo, ¨¦sa es la imagen que se ha impuesto en las ¨²ltimas semanas, coincidiendo con las primeras escaramuzas en el Congreso para la negociaci¨®n de los pr¨®ximos Presupuestos Generales del Estado. Es verdad que, a la vuelta del verano, el Gobierno se enfrentar¨¢ a ellos con lastres tanto pol¨ªticos como econ¨®micos. Entre los primeros, los retrocesos electorales en las elecciones gallegas y, sobre todo, en las europeas, que volvieron a poner de manifiesto un fen¨®meno recurrente desde las generales de 2000: convocatoria tras convocatoria, la derecha siempre obtiene similares porcentajes de voto y, por tanto, s¨®lo est¨¢ en situaci¨®n de ganar aquellas elecciones en las que el apoyo a la izquierda se desploma. Entre los lastres econ¨®micos, por su parte, el Gobierno deber¨¢ hacer frente de nuevo a su pecado original ante la crisis: primero negada y abordada, despu¨¦s, como un simple problema de comunicaci¨®n, en el que lo importante era anunciar un improvisado paquete de medidas detr¨¢s de otro.
Ha fracasado el intento de una pol¨ªtica de comunicaci¨®n con mucha comunicaci¨®n y ninguna pol¨ªtica
Pero si con los n¨²meros en la mano no puede afirmarse que el Gobierno est¨¦ solo, la pregunta inevitable es por qu¨¦, entonces, est¨¢ transmitiendo esta imagen de soledad. No faltar¨¢n, sin duda, quienes desde el Gobierno o desde su entorno se apresuren a diagnosticar los errores en la presentaci¨®n p¨²blica del atropellado batall¨®n de medidas reveladas tras cada Consejo de Ministros, y promuevan, en consecuencia, nuevas ofensivas medi¨¢ticas con su renovado cat¨¢logo de consignas rutilantes y su correspondiente coro de portavoces para aventarlas. La lecci¨®n que parece desprenderse, sin embargo, de estas semanas en las que se ha ido abriendo paso la imagen de soledad del Gobierno es que ha fracasado la pretensi¨®n de desarrollar una pol¨ªtica de comunicaci¨®n con mucha comunicaci¨®n y ninguna pol¨ªtica. Los reiterados anuncios de brotes verdes, de fechas para la recuperaci¨®n, de horizontes radiantes, han podido distraer durante un rato a los ciudadanos, aunque al inmenso coste de acabar invit¨¢ndolos a considerar, pasado el embrujo de las palabras, que da igual lo que diga el Gobierno.
Y tal vez haya sido ah¨ª, en esa creciente grieta entre los aspavientos de comunicaci¨®n del Gobierno y la rocosa tozudez de la realidad econ¨®mica, donde la imagen de soledad empez¨® a echar sus ra¨ªces. Porque, como demuestra la exigua cifra de votaciones perdidas durante la legislatura, no es que el Gobierno est¨¦ solo en el Congreso. Si est¨¢ solo es a la manera de esos personajes hiperactivos que, ante cualquier noticia, buena o mala, echan a correr dando gritos en todas direcciones, y a los que conviene mirar desde lejos porque, por m¨¢s que se intente, resulta imposible seguirlos en sus circunvoluciones imprevisibles. En fin, y ¨²nicamente para entendernos, la soledad que podr¨ªa estar aquejando al Gobierno no es la del n¨¢ufrago, sino la del pollo sin cabeza. El acuerdo de esta semana con Izquierda Unida para gravar las rentas m¨¢s altas y abolir los regalos fiscales, un acuerdo que s¨®lo sobrevivi¨® algunas horas, ya fuera por descoordinaci¨®n entre el Ejecutivo y el grupo parlamentario, ya por otras causas desconocidas, es un ejemplo. Como tambi¨¦n lo son los vaivenes sobre las subidas de impuestos, las voces discordantes sobre la eventual reforma del mercado laboral, los meandros indescifrables de la financiaci¨®n auton¨®mica o las declaraciones en contra o a favor de la energ¨ªa nuclear y el cierre de Garo?a.
A la vuelta del verano, la negociaci¨®n de los presupuestos ser¨¢ el primer examen para saber cu¨¢nto dar¨¢ de s¨ª esta legislatura. Para entonces, o el Gobierno ofrece una sola voz y, desde esa voz, un ¨²nico mensaje, o unos presupuestos a base de remiendos multicolores y negociados a la desesperada pueden traducirse, aunque se aprueben, en un reforzamiento de esa imagen de soledad que no se corresponde con los n¨²meros. La soledad de los n¨¢ufragos es tr¨¢gica, y por eso se suele contemplar desde la solidaridad e, incluso, la admiraci¨®n. Pero la de los pollos sin cabeza es aturullada y, pese al horror que la provoca, no acostumbra a mover sino a la risa. Para un Gobierno que ha hecho de las cuestiones de imagen una obsesi¨®n, la comparaci¨®n entre n¨¢ufragos y pollos constituye casi una par¨¢bola. Una par¨¢bola sobre la que tendr¨¢ que pronunciarse a la vuelta del verano, no ya para evitar la soledad parlamentaria, sino para no dejarse en una carrera sin direcci¨®n a sus propios electores.
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