Tal como ¨¦ramos
Hay quienes piensan que los per¨ªodos de crisis, con todo lo que tienen de negativo, poseen sin embargo la virtud de obligar a los diversos agentes afectados por ellas a reflexionar sobre determinados problemas de car¨¢cter estructural que no suelen ser abordados, por muy diversas causas, mientras dura la marea c¨ªclica expansiva.
No les falta raz¨®n. En el caso del turismo, por ejemplo, las variables coyunturales que explican lo que viene ocurriendo en el sector desde hace algo m¨¢s de un a?o, existen, sin duda, y son relativamente f¨¢ciles de enumerar. La reducci¨®n de la renta disponible (con la consiguiente rebaja en los gastos "prescindibles"), la debacle del turismo residencial a causa de la crisis financiera, o la fuerte ca¨ªda del valor de la libra esterlina, son todas ellas razones de peso que est¨¢n detr¨¢s de la ca¨ªda temporal de una actividad que, al menos en la Comunidad Valenciana, puede calificarse como estrat¨¦gica.
Sin embargo, se equivocan quienes piensan que a la vista de panorama tan desolador, y puesto que nada de ello depende nosotros, s¨®lo queda sentarse en la puerta del hotel, del comercio o del restaurante y esperar que la tormenta amaine. Entre otras cosas porque mientras el negocio progresaba a velocidad de crucero, muchos debieron entender que la verdadera causa del movimiento no estaba en la fortaleza del velero, sino en la generosidad del viento que soplaba persistentemente de popa.
Ya s¨¦ que esto no resulta muy agradable de escuchar por aquellos que creen que la culpa de nuestros males siempre la tienen "los otros". Pero, a¨²n a riesgo de parecer poco patriota, sugiero que dediquemos un poco de atenci¨®n durante los pr¨®ximos meses a revisar el dise?o del barco tur¨ªstico que hemos construido entre todos, a lo largo de estos dos "desdichados" lustros de bonanza.
Quiz¨¢ entonces entendamos que una parte sustancial de la responsabilidad de lo que ahora ocurre, y, sobre todo, de lo que ocurrir¨¢ en el futuro, ha estado, y seguir¨¢ estando, en nuestras exclusivas manos. Y desde luego alguien deber¨ªa explicar al auditorio c¨®mo es posible que un destino mediterr¨¢neo como el nuestro, con tantas connotaciones positivas en el inconsciente colectivo de los europeos, haya sido malbaratado del modo en que nosotros lo hemos hecho, convirtiendo ciudades, costas y paisajes en un continuum de cemento y hormig¨®n, tan amorfo como insostenible.
La prueba m¨¢s contundente de que esta estrategia estaba equivocada es observar el comportamiento de nuestros competidores en el ¨¢rea. Croacia, sin ir m¨¢s lejos, lo ha visto tan claro que no ha dudado en transformar nuestra debilidad m¨¢s visible en su principal fortaleza competitiva. "El Mediterr¨¢neo tal como era", as¨ª reza el lema utilizado, con notable ¨¦xito, en sus recientes campa?as de imagen. Imposible construir un mensaje m¨¢s demoledor utilizando tan s¨®lo cinco palabras.
Dicho lo cual, yo de ustedes no ir¨ªa m¨¢s all¨¢ del eslogan. Porque si se les ocurre contemplar las fotos y v¨ªdeos que acompa?an la promoci¨®n, es muy probable que sus niveles de irritaci¨®n en sangre se disparen hasta el l¨ªmite permisible, al constatar que esos encantadores poblados a orillas del mar, rodeados de extensas pinadas, se parecen, como dos gotas de agua, a aquellos destinos que en su d¨ªa fueron Altea, Calpe, Oropesa o Pe?¨ªscola, por poner solo algunos ejemplos. O sea, cuando el Mediterr¨¢neo nuestro tambi¨¦n era "tal como era el Mediterr¨¢neo".
L¨¢stima de tanto tiempo perdido, ganando tanto dinero como se ha ganado.
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