'Delenda est' Saiz
Lo dijo Alicia. Aqu¨ª de lo que se trata es de saber qui¨¦n manda. Porque con el poder se puede hacer cualquier cosa menos no usarlo. Fernando Abril Martorell lo explicaba en esos mismos t¨¦rminos, con toda rotundidad, en una sobremesa cuando un periodista buen amigo acababa de publicar en el primer Diario 16 aquella informaci¨®n del 25 de enero de 1980 titulada a toda plana "Intentona militar abortada en Madrid; el general Torres Rojas destituido del mando de la divisi¨®n Acorazada y enviado al gobierno militar de La Coru?a". Pero el asunto por lo que se refiere a la prensa viene de m¨¢s atr¨¢s. Por ejemplo, la biograf¨ªa de William Randolph Hearst, de David Nasaw y publicada en castellano por Tusquets Editores, recoge esa misma idea del poder que ten¨ªa el citado magnate de la prensa, para quien la competencia daba noticias mientras que sus diarios las creaban. Por eso preguntaba orgulloso cuando perd¨ªamos Cuba y Puerto Rico aquello de ?qu¨¦ les parece la guerra del Journal?, convencido de que era el New York Journal quien hab¨ªa desencadenado las hostilidades b¨¦licas entre Estados Unidos y Espa?a.
Nos falta por saber cu¨¢ndo, por qui¨¦n y por qu¨¦ se ha desencadenado la ofensiva contra el director del CNI
Porque hay un momento en que las noticias dejan de formar parte del panorama informativo y se convierten para quien las administra en una cuesti¨®n de poder. Lo vimos cuando la defenestraci¨®n de Ram¨®n Calder¨®n como presidente del Real Madrid. Tambi¨¦n cuando la cacer¨ªa del ministro Mariano Bermejo se sald¨® con su dimisi¨®n de la cartera de Justicia. Fueron dos casos fulminantes. Gestionados de manera admirable que desmiente ese aforismo de que en este pa¨ªs el que resiste gana. Depende en todo caso de a qui¨¦n se haga resistencia, de la tenacidad y la potencia de fuego que tenga el adversario y de la solidez de los propios apoyos. Ahora estamos ante otro caso, el del director del Centro Nacional de Inteligencia, el agr¨®nomo Alberto Saiz. Recordemos que fue nombrado por el entonces ministro de Defensa sin que constaran sus aptitudes espec¨ªficas para el cargo ni se intentara el consenso del principal partido de la oposici¨®n. Aceptemos tambi¨¦n que hasta ahora se le hab¨ªa reconocido su buen hacer y su eficacia en algunos terrenos de gran relevancia como el de la lucha antiterrorista. Pero todo parece ahora haber sido en vano.
Cumpli¨® su primer mandato, y su renovaci¨®n suscit¨® objeciones en el seno del Gabinete. A partir de ah¨ª, algunas discrepancias internas alcanzaron estado p¨²blico. Enseguida se ti?eron de abusos en los gastos y contrataciones con aire de nepotismo. Se hubieran dicho de menor relevancia y en ocasiones urdidas por quienes se presentaban como m¨¢ximos adictos. Pero enseguida se abrieron las filas. Nadie quiso ponerse de parte de Alberto Saiz, una vez que se vio a qui¨¦n ten¨ªa en contra. Ni siquiera su valedor inicial, el ahora presidente del Congreso de los Diputados, Jos¨¦ Bono.
El Gobierno dijo que el afectado por las acusaciones comparecer¨ªa en el Parlamento para explicarse. Lo hizo sin efecto alguno ante la Comisi¨®n de Fondos Reservados, que algunos denominan de forma err¨®nea de Secretos Oficiales. Para nada han servido las facturas enseguida sometidas a sospechas de fabricaci¨®n a posteriori. Pronto vuelve la burra al trigo y ahora los portavoces del PP reclaman que el cuestionado Saiz acuda a la Comisi¨®n de Defensa para repetir la actuaci¨®n cara al p¨²blico. Entre tanto, el ministerio ha decidido abrir una investigaci¨®n interna y saltan problemas con el CNI en Marruecos y en Cuba. Todo se presenta como si estuvi¨¦ramos asistiendo a un caso que enfrenta al CNI con su director, que ya es sin discusi¨®n hombre al agua.
Nos falta por saber por qu¨¦ se ha desencadenado la ofensiva que termina con Saiz, cu¨¢ndo y por qui¨¦n se proclam¨® el delenda est Saiz. Si se neg¨® a ceder a alguna extorsi¨®n y es por eso por lo que recibe ahora su merecido. En suma, un buen momento para releer el libro El periodista y el asesino, de Janet Malcolm (Gedisa editorial. Barcelona, 2004), donde la autora sostiene que "algo le ocurre al individuo cuando conoce a un periodista". Malcolm se apropia de la expresi¨®n "observador participante", acu?ada para designar el trabajo en el terreno de los antrop¨®logos y de los psic¨®logos, para aplicarla al trabajo de los periodistas. En todo caso, deja en claro que la ambig¨¹edad moral del periodismo no est¨¢ en sus textos, sino en el desequilibrio inevitable de las relaciones que de ellos surgen porque los personajes "buenos" de un trabajo period¨ªstico son un producto del imp¨ªo poder que tiene el autor sobre otra persona y lo mismo ocurre con los personajes "malos". Continuar¨¢.
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