Dos maneras de tumbarse al sol
El bullicio y la masificaci¨®n de una piscina municipal contrastan con la exclusividad que se respira en la terraza de un hotel de moda del centro
Los ni?os m¨¢s traviesos se tiran en bomba, los adolescentes se persiguen peligrosamente por el borde de la piscina intentando arrojarse unos a otros al agua para quedar guay delante de sus acompa?antes, que les observan entre risas, sentadas en la hierba. Un hombre de mediana edad trata concienzudamente de completar un largo esquivando a sus conciudadanos en ba?ador y las se?oras dormitan apaciblemente sobre sus toallas.
Estamos en la piscina municipal de Pe?uelas, en el distrito de Arganzuela, una de las 60 que abren sus puertas en Madrid desde finales de mayo hasta el 6 de septiembre, y en las que se ofrece, adem¨¢s, cursos de nataci¨®n y otras actividades deportivas. Esto es vida reconcentrada, vida en estado puro que florece al calor del sol violento con el que empieza este verano.
Es mediod¨ªa y los cuerpos calientes yacen en el c¨¦sped como un Tetris
Es mediod¨ªa y los cuerpos calientes yacen como en un Tetris, un brazo, una pierna, un pecho, mucha carne, tostada o todav¨ªa sin tostar. Cuesta encontrar un hueco de c¨¦sped donde montar el campamento. "Pues tampoco hay tanta gente", dice el vecino de toalla de la izquierda, "peor fue el otro d¨ªa, que vine y tuve que volverme a casa de la marabunta que hab¨ªa". Ahora llegan los vecinos de la derecha, una pareja que viene chorreando. "No seas cafre y t¨²mbate", dice Roberto a Cecilia, estudiantes, de 21 a?os. Ella vive en La Latina, ¨¦l en la sierra, y se re¨²nen aqu¨ª. "Yo era socorrista hasta hace poco pero lo dej¨¦. Me aburr¨ªa. Nunca pasaba nada emocionante", explica Roberto.
A la hora de la comida las mesas de la cafeter¨ªa se llenan de ba?istas hambrientos. "Hay paella", reza un cartel en la puerta del bar. El tinto de verano sale por un euro y medio. Es agradable sentarse a la sombra y disfrutar de la sana costumbre de observar a tus cong¨¦neres. Manuel, cabeza de familia, se entera de que existen piscinas en el centro en las que cobran 40 euros por pasar el d¨ªa -en Pe?uelas se paga 4.35 por un adulto, diez veces menos-. "?Qu¨¦ dices? Yo ah¨ª no voy ni de co?a", exclama Manuel mientras mastica la paella.
Una de esas piscinas est¨¢ en el hotel ?scar, de la cadena Room Mate, en la plaza de V¨¢zquez de Mella (Centro). Tras subir los siete pisos aparece la terraza, bautizada Splash@Oscar. Esto es otro rollo. Desde aqu¨ª se domina gran parte de la ciudad: de entre los tejados de teja y las casas castizas emergen majestuosos gigantes de hormig¨®n: la Telef¨®nica, Torre Picasso, Torrespa?a. Las po¨¦ticas golondrinas revolotean por encima de las apenas 15 personas -el aforo m¨¢ximo es de 32- que disfrutan de la suave brisa que llega a esta atalaya. "Esto es como Ibiza, o como un crucero", dice Miguel, gorra de golf, grandes gafas doradas, m¨ªnimo ba?ador, muy fashion. ?l y su amiga Anabel -rondan los 30- se tumban displicentes en la terraza del hotel en el que llevan cuatro d¨ªas. ?De d¨®nde son? "Pues de Madrid", cuentan, "pero en vez de irnos a la costa nos cogemos una suite y nos quedamos aqu¨ª". Parece que hay dinero.
Los camareros sirven batidos y c¨®cteles. Aqu¨ª el tinto de verano sale por cinco euros. Los clientes se tumban en grandes camas blancas, en colchones blancos, bajo los toldos blancos -aqu¨ª todo es blanco y sin publicidad de refresco-, arrullados por una m¨²sica chill out ideal para el enso?amiento. En la piscina, de unos tres por siete metros, m¨¢s que hacer largos o tirarse a bomba se chapotea admirando la panor¨¢mica.
A partir de las seis de la tarde se abren las puertas al p¨²blico gratuitamente. Nuevos clientes disfrutan de una copa: el sol baja lentamente ti?endo el cielo de naranja y morado hasta ponerse tras los edificios de Arg¨¹elles, y no del a?orado horizonte mar¨ªtimo. Y es que las piscinas de Madrid, caras o baratas, populares o exclusivas, ay, todas est¨¢n igual de lejos del mar.
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