Las ilusiones perdidas
Tiene raz¨®n Borja-Villel cuando afirma, tras citar una reflexi¨®n de Guillermo P¨¦rez Villalta sobre la vivencia y la fabricaci¨®n retroactivas de la historia, que este "intervencionismo" y su obligada cola de leyendas posteriores quiz¨¢ sean los causantes del oscurecimiento de la llamada "nueva figuraci¨®n madrile?a de 1970", que englob¨® a un conjunto singular de entonces j¨®venes artistas, residentes en Madrid, aunque, salvo un par de casos, los de Carlos Franco y Rafael P¨¦rez-Minguez, ninguno nativo de esta ciudad, como ocurr¨ªa hist¨®ricamente en la capital del Estado hasta fechas recientes. Lo que dice Borja-Villel se lee en la presentaci¨®n del cat¨¢logo de la exposici¨®n titulada Los Esquizos de Madrid. Figuraci¨®n madrile?a de los 70, ambiciosa muestra ahora en exhibici¨®n en el MNCARS como primer lugar de un recorrido itinerante que concluir¨¢ en Sevilla en la primavera del pr¨®ximo a?o. Inicialmente el comisario de la misma fue el cr¨ªtico de arte Quico Rivas, tras cuyo fallecimiento fue sustituido por la terna formada por Mar¨ªa Escribano, Juan Pablo Wert e Iv¨¢n L¨®pez Munuera, que han tenido que afrontar el nada f¨¢cil desaf¨ªo, no s¨®lo de concluir un trabajo heredado, sino, sobre todo, el de, en efecto, "reconstruir" una historia particularmente compleja, tanto por la prematura muerte de algunos de sus protagonistas principales como por su empolvada costra legendaria. M¨¢s: en realidad, eso que se llamaba y deber¨ªa seguir llam¨¢ndose sin m¨¢s "nueva figuraci¨®n madrile?a de 1970" no fue un grupo organizado, ni respondi¨® a un programa est¨¦tico, ni, en puridad, gener¨® un estilo pict¨®rico determinado, sino, en todo caso, hay que interpretarlo como una "agrupaci¨®n" circunstancial de esp¨ªritus afines, conjuntados, a veces, por una semejante forma de vivir y reaccionar frente a ciertos acontecimientos hist¨®ricos y art¨ªsticos. En cualquier caso, con todas las cortapisas y matices que se quieran, hubo, desde luego, una base mucho m¨¢s real en la "nueva figuraci¨®n madrile?a de 1970" que en la m¨¢s popular y delicuescente movida, ¨¦sta a todas luces un invento period¨ªstico.
Los Esquizos de Madrid
Figuraci¨®n madrile?a de los 70
Museo Reina Sof¨ªa. Santa Isabel, 52. Madrid
Hasta el 14 de septiembre
Pero entonces ?de qu¨¦ estamos hablando? ?Por qu¨¦ fragu¨® la etiqueta de los neofigurativos madrile?os? Si pensamos en quienes fueron sus genuinos representantes, lo cual no excluye al mucho m¨¢s amplio y vers¨¢til coro de coadyuvantes m¨¢s o menos necesarios; es decir: si pensamos en Rafael P¨¦rez-Minguez (1949-1999), Guillermo P¨¦rez Villalta (1948), Carlos Alcolea (1949- 1992) y Carlos Franco (1951) es indudable su respectiva confluencia en la com¨²n reivindicaci¨®n de la pintura en un momento de "penitencia" conceptual, en su uso ir¨®nico y libertario de los modelos a seguir, lo cual les hizo acreedores de ser tildados como "pluriestilistas" o ecl¨¦cticos, y, sobre todo, en su pareja equidistancia al rechazar el molde oficial de la vanguardia art¨ªstica y pol¨ªtica heredados. Por lo dem¨¢s, la peculiar intensidad de los momentos vividos en nuestro pa¨ªs durante la d¨¦cada de 1970, que no s¨®lo supuso el final del franquismo, sino del secular aislamiento espa?ol, aviv¨® la esperanza de una nueva y definitiva proyecci¨®n internacional de nuestro arte, como as¨ª ocurri¨®, pero con otros protagonistas y modos que los que predicaron ¨¦stos sus primeros heraldos.
Entre los m¨¦ritos de la presente exposici¨®n, adem¨¢s del principal que es haberse atrevido a abordar, por primera vez, lo que se hab¨ªa convertido en un m¨ªtico fantasma, est¨¢, en primer t¨¦rmino, su voluntad objetiva, que no se limita a todo el acopio de documentos de diversa ¨ªndole exhibidos, luego, como es l¨®gico, muy aumentados en el contundente cat¨¢logo, sino que se refrenda con la inclusi¨®n de algunos de los referentes art¨ªsticos hist¨®ricos que influyeron en estos pintores, como, entre otros, Duchamp, De Chirico, Dal¨ª, Hamilton, Hockney, Stella, Alca¨ªn y, sobre todo, Gordillo, as¨ª como el de otros "activadores" m¨¢s o menos confluyentes, coincidentes o laterales. En este ¨²ltimo grupo entran un conjunto verdaderamente heter¨®clito, entre los que hay que contar con Juan Antonio Aguirre, Javier Utray o Ignacio G¨®mez de Lia?o. Tambi¨¦n ah¨ª yo incluir¨ªa, desde un punto de vista art¨ªstico, a Herminio Molero o Manolo Quejido, as¨ª como a Chema Cobo, incorporado casi al final de la d¨¦cada de los setenta.
En lo que personalmente no concuerdo con los responsables de la presente exposici¨®n es en su interpretaci¨®n de lo que podr¨ªamos denominar el ep¨ªlogo hist¨®rico de la misma; esto es: con la forma con la que han planteado el "canto del cisne" de los neofigurativos madrile?os de los setenta en los ochenta. En este sentido, no s¨¦ si por la influencia de la senda previamente marcada por Quico Rivas (que, al fin y al cabo, fue uno de los aglutinadores, a comienzos de los ochenta, de parte de los restos de los neofigurativos de los setenta, a los que mezcl¨® con otros artistas de diferente generaci¨®n, mentalidad y estilo, aunque todos ellos por igual pintores y, por tanto, susceptibles de ser incluidos en un gen¨¦rico convoy promocional a la vista de lo que estaba ocurriendo en el escenario internacional); pero, en efecto, no creo que este final esclarezca el tema tratado. Lo cierto es que los neofigurativos madrile?os que siguieron pintando durante las siguientes d¨¦cadas fueron o siguen cada uno a su aire y que el intento de conjuntarlos con otros representantes de otras corrientes de pintores abstractos mediante exposiciones, como 1980 o Madrid D. F., no rindi¨® los frutos esperados por sus promotores. Tampoco resulta, a mi juicio, muy esclarecedora la inclusi¨®n de los que se podr¨ªan considerar los "herederos" de los neofigurativos hist¨®ricos, entre los que se ha convocado s¨®lo a tres: Jaime Aledo, Carlos Forns y Sigfrido Mart¨ªn Begu¨¦. La presencia del primero me parece adecuada, aunque insuficiente, pero no las de los otros dos, porque, siendo muy estimables artistas, ni lo que hac¨ªan en los ochenta ni despu¨¦s tuvo que ver con los precedentes consignados o, en todo caso, de una manera tan laxa que, de aceptarla, habr¨ªa que haber incluido a tutti quanti.
Para terminar el examen cr¨ªtico de esta muy necesaria y aleccionadora muestra, quiero dar un peque?o cauce a la dimensi¨®n melanc¨®lica que produce una evocaci¨®n hist¨®rica de algo entre quienes lo han vivido y se han de enfrentar con el indeclinable balance de sus "ilusiones perdidas". Desde este punto de vista, fue tr¨¢gico que Rafael P¨¦rez Minguez no llegara a ser lo que promet¨ªa ser o que Carlos Alcolea, que demostr¨® que era un gran pintor, muriese tan prematuramente. Nos queda lo que siguen haciendo Carlos Franco y Guillermo P¨¦rez Villalta. Pero, por encima de todo, nos restan nuestros restos: los recuerdos.
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