La f¨ªsica de Joaqu¨ªn Ach¨²carro
DE ESPALDAS A UNA VENTANA se sit¨²a el piano en el que Joaqu¨ªn Ach¨²carro (Bilbao, 1932) pasa m¨¢s de cinco horas al d¨ªa estudiando. "Me gustar¨ªa poder dedicarle m¨¢s tiempo porque siempre tengo la sensaci¨®n de que me queda mucho camino por recorrer". Su casa de Leioa (Vizcaya) est¨¢ rodeada de un jard¨ªn con una enorme palmera plantada en uno de los laterales. Cuando se sienta a trabajar puede divisar el monte que le ha gustado desde ni?o. Es una vista que le da serenidad y le inspira. Coloca junto al metr¨®nomo su alianza de oro, en la izquierda un reloj de bolsillo que cuelga encima de las teclas. Y frente a ¨¦l las partituras de la pieza sobre la que est¨¢ trabajando, el Concierto Emperador, de Beethoven. "Lo toqu¨¦ por primera vez hace 20 a?os, pero siempre tienes que empezar de cero".
En esa habitaci¨®n de la casa de Leioa est¨¢n colgados los recuerdos de su vida. Fotograf¨ªas con grandes directores de orquesta de los ¨²ltimos 50 a?os, sus nietos, sus hijos. Y en el centro del estudio el diploma que le reconoce como hijo predilecto de Bilbao. Dirige sus intensos ojos azules al monte al que todav¨ªa sube en bicicleta, hasta el a?o pasado lo hac¨ªa en una de hierro que hered¨® de su t¨ªo abuelo fabricada en 1928. Ahora le han regalado otra con marchas, para ¨¦l ese veh¨ªculo es como ir subido en un avi¨®n. El deporte est¨¢ unido a su existencia, le gusta estar en forma y cada d¨ªa se zambulle en la piscina intentado llegar nadando a alcanzar la distancia de un kil¨®metro. "Hace a?os, cuando era m¨¢s joven, en los a?os que hac¨ªa la traves¨ªa del contramuelle de Arriluce, que eran cerca de tres kil¨®metros, recuerdo que era aburrido pasar tanto tiempo solo y me daba para repasar dos conciertos de Brahms. Ahora que lo he tomado con mayor inter¨¦s me doy cuenta de que cuando sea mayor ser¨¦ capaz de superar esa distancia que se me hace imposible. Esto de tratar de alcanzar una meta es como las pesadillas que te persiguen".
A los 17 a?os decidi¨® definitivamente que lo suyo era el piano, aunque hab¨ªa tratado de tontear con la f¨ªsica. Reconoce que de haberse dedicado a ello no hubiese sido buen f¨ªsico. "Cada uno tiene que asumir sus limitaciones y la m¨ªa es que no estaba preparado para adentrarme en el mundo de la ciencia". Hace 20 a?os decidi¨® impartir clases en la Universidad Metodista de Southem y una parte importante del a?o se traslada hasta Dallas para ofrecer clases a una docena de alumnos. "All¨ª me he encontrado con personas estupendas que han hecho que vea la vida de forma diferente".
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