Una Argentina sovi¨¦tica
Es posible que los seres o las realidades parodiadas sean ellos mismos los ¨²nicos responsables de la parodia de que son objeto. Nadie sino ellos ser¨ªan los ¨²nicos culpables de su circunstancia de parodiados. En fin, que tendr¨ªan lo que se merecen. Claro que esas realidades parodiadas la m¨¢s de las veces no tienen nada de graciosas, toda vez que es dif¨ªcil que una buena parodia no haga re¨ªr, aunque la fuente de nuestra hilaridad sea parad¨®jicamente un asunto humano muy triste. Si leemos la gran novela de Mija¨ªl Bulg¨¢kov, El maestro y Margarita, seguro que la risa ser¨¢ instant¨¢nea, incontrolable e invasiva, aunque luego, pens¨¢ndolo bien, conociendo lo que parodiaba y conociendo c¨®mo acab¨® la vida de su autor en la Uni¨®n Sovi¨¦tica de Stalin, un poco tal risa se te queda helada. As¨ª funciona la parodia desde Arist¨®fanes (que parodiaba nada menos que a los grandes tr¨¢gicos griegos) hasta Valle-Incl¨¢n, pasando por Rabelais. Esto apuntado tiene que ver con la nueva novela del escritor argentino Fogwill (1941), Un gui¨®n para Artkino. En Espa?a Fogwill tiene editada una trilog¨ªa: la que forman La experiencia sensible (2001), En otro orden de cosas (2002) y Urbana (2003), todas editadas por Mondadori. Tambi¨¦n por esta misma editorial, en 1998, se public¨® un libro de relatos, Cantos de marineros en La Pampa, en donde dicho sea de paso hay incluida la novela corta Los pichiciegos, un relato que bien podr¨ªa alinearse con los mejores t¨ªtulos que produjo la literatura norteamericana antibelicista del siglo veinte (pienso sobre todo en Kurt Vonnegut, para emparentarlo con otro miembro de la familia de los grandes parodistas). Y hace poco m¨¢s de un a?o pudimos leer Help a ¨¦l (Perif¨¦rica).
Un gui¨®n para Artkino
Fogwill
Perif¨¦rica. C¨¢ceres, 2009
172 p¨¢ginas. 16 euros
Fogwill es un escritor absolutamente consciente de la importancia de su papel en la literatura argentina contempor¨¢nea. No se trata de petulancia, sino de asunci¨®n de una responsabilidad est¨¦tica singular. Al lado de nombres como C¨¦sar Aira, Ricardo Piglia y el desaparecido Juan Jos¨¦ Saer, e inscrito en la tradici¨®n heterodoxa de Macedonio Fern¨¢ndez y Osvaldo Lamborghini, este autor argentino postula la importancia capital del pensar como arte, al lado del otro arte inevitable del contar: "La raz¨®n no se sostiene sin relatos", nos dice. En esta estela moral hay que contextualizar Un gui¨®n para Artkino, novela, o nouvelle como la llama el mismo autor, que fue "escrita en 1977 o 1978" y corregida en 1982. A?os despu¨¦s es rescatada e incorporada a la obra del autor. Volvamos ahora a la parodia. Un gui¨®n para Artkino es la historia contada en primera persona por un guionista en una Argentina donde se lucha en la esperanza de una patria socialista. El narrador se llama Fogwill y se le ha encargado un filme donde esa esperanza ser¨¢ realidad en el a?o 2018. As¨ª se pone en funcionamiento la parodia de una utop¨ªa que comienza a provocar nuestras carcajadas cuando Borges es tildado de ejemplo del esp¨ªritu revolucionario y autor de dos libros se?eros de la Gran Causa: Horas proletarias y Ma?anitas metal¨²rgicas. Adem¨¢s nuestro Fogwill comete el error de enamorarse de su secretaria. Ese atisbo de infidelidad, ese filo cortante en la propia cara del concepto de familia que defienden los paladines del comunismo internacional es asumido por su mujer como una afrenta no tanto a ella como a ese mismo y f¨¦rreo concepto: ?ah esa debilidad de la carne burguesa cuando es presa de una inesperada debilidad contrarrevolucionaria! De alguna manera Fogwill, el real, rescribe. Rescribi¨® antes a Borges (en Help a ¨¦l), a la Virginia Woolf de Orlando (en Cantos de marineros en La Pampa). Ahora rescribe a Orwell, m¨¢s me parece al de Rebeli¨®n en la granja que al de 1984. Y lo hace en clave esperp¨¦ntica. Pero de la misma manera que el mismo Fogwill nos desorienta cuando afirma que Los pichiciegos no es tanto una novela sobre la guerra de las Malvinas como una novela sobre lo que ¨¦l piensa (pensar y contar; contar y pensar) acerca de "la revoluci¨®n, el amor y el comercio", podr¨ªa darse la circunstancia de que Un gui¨®n para Artkino fuera algo m¨¢s que una parodia sobre la fantas¨ªa de una Argentina sovi¨¦tica: ?y si fuera tambi¨¦n una reescritura del amor absolutamente contrarrevolucionario? La Argentina no se mereci¨® el desgarro moral y f¨ªsico que la horrible dictadura de Videla le infligi¨®. Pero esta desternillante y a la vez desoladora parodia, ¨¦sta s¨ª que se la merece.
Expatriaci¨®n est¨¦tica
Nuestro novelista se llama Rodolfo Enrique Fogwill, pero ¨¦l s¨®lo acepta llamarse Fogwill. Se da la llamativa circunstancia de que a Macedonio Fern¨¢ndez nadie lo reconoce como tal, y mucho menos por Fern¨¢ndez, sino por Macedonio. Es probable que una de las tareas de algunos nombres consagrados de la literatura argentina sea cierto coqueteo con el malditismo. Rebautizarse es una manera de ser maldito. Dicho s¨ªndrome, que yo me atrever¨ªa a bautizar como S¨ªndrome de Gombrowicz, est¨¢ relacionado con esa tentaci¨®n casi irrefrenable de la automarginaci¨®n: el escritor que fabula desde los m¨¢rgenes de la ficci¨®n institucionalizada. Dicha ocultaci¨®n puede darse desde una voluntaria invisibilidad, como sucedi¨® con Juan Filloy. O desde la ininteligibilidad como m¨¦todo radical de comunicaci¨®n novel¨ªstica, que tanto cultiv¨® Osvaldo Lamborghini. De alguna manera, siguiendo el ejemplo tenaz del escritor polaco, estos escritores viven una suerte de expatriaci¨®n est¨¦tica y vital. La vanidad invisible, podr¨ªa tambi¨¦n llamarse. Como Fogwill. O como Fernando Pessoa, puestos a ampliar el elenco de esta rara especie universal. Son los forjadores de s¨ª mismos. Sus propios detractores y sus propios ex¨¦getas.
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