La mujer 'ochomil'

Est¨¢bamos a 7.450 metros, como a unos 200 metros de desnivel respecto al campo III. Un rato antes not¨¦ que Edurne ten¨ªa un poco de debilidad, as¨ª que le quit¨¦ la mochila y me la puse yo. Al poco, ella empez¨® a dar tumbos hasta que se qued¨® sentada. Me acerqu¨¦ y me hablaba muy raro. Yo me dije 'buuuf...'. Ferr¨¢n Latorre y yo llamamos por walkie-talkie al m¨¦dico de la expedici¨®n y nos dijo que le di¨¦ramos una pastilla de un miligramo de Fortecort¨ªn por si ten¨ªa un inicio de edema cerebral. Ella empez¨® a decirnos: 'Dejadme aqu¨ª, me quiero morir'. Le dimos el medicamento y a la media hora empez¨® a reaccionar. Hac¨ªa un d¨ªa buen¨ªsimo, pero en ese momento se puso a nevar, a soplar much¨ªsimo viento, fr¨ªo... Abandonamos las mochilas y empezamos a arrastrarla por la nieve, a llevarla a hombros... una locura". ?lex Txik¨®n, vizca¨ªno, 27 a?os, y con seis ochomiles en sus piernas, relata as¨ª los momentos m¨¢s duros de la ¨²ltima haza?a de Edurne Pasaban, la cima del Kangchenjunga, la tercera m¨¢s alta del planeta. Tras poner sus pies sobre los 8.586 metros de esta monta?a situada en la cordillera del Himalaya, entre India y Nepal, la alpinista guipuzcoana se convirti¨® en la mujer que m¨¢s cerca tiene el reto que ninguna otra ha logrado antes, subir los 14 ochomiles de la Tierra. Pero a punto estuvo de no regresar para contarlo.

"la monta?a me ha dado los mejores amigos, pero tambi¨¦n me los ha robado"

"a ocho mil metros todo se ralentiza. cuesta respirar. y se nota al tomar decisiones"

"me cost¨® much¨ªsimo vencer la depresi¨®n. todo se me acumul¨®"

"en el 'kangchen' no pude m¨¢s. intentaba levantarme, ir a gatas?, pero era imposible"

S¨®lo le faltan dos cimas, el Shisha Pangma y el Annapurna, situadas en T¨ªbet y Nepal, respectivamente. Adem¨¢s de ella, otras cuatro mujeres buscan cerrar el c¨ªrculo. La austriaca Gerlinde Kaltenbrunner, con 12 y actualmente en el K2 tratando de a?adir uno m¨¢s a la lista, est¨¢ empatada con su amiga Pasaban. Juntas han subido dos de esas cimas, el Broad Peak y el Dhaulagiri. La italiana Nieves Meroi (11) y las coreanas Eun-Sun Oh (11) y Mi-Sun Go (10) les persiguen. La que logre la gesta pasar¨¢ a la historia. De momento s¨®lo lo han conseguido 16 personas, todos hombres, entre ellos dos espa?oles que curiosamente son, como Edurne, del Pa¨ªs Vasco: Juanito Oiarzabal y Alberto I?urrategi. Ambos han pagado el peaje de los grandes alpinistas. Oiarzabal, quiz¨¢ el mejor himalayista de la historia (es la persona que m¨¢s ochomiles ha completado: 23), pag¨® un precio muy alto hace cinco a?os en su ascensi¨®n al K2. Desorientado y agotado, cay¨® desplomado de madrugada a s¨®lo 50 metros de las tiendas del campo IV del segundo pico m¨¢s alto del mundo. Lo encontraron en la oscuridad y lo salvaron de la muerte. Pero los 10 dedos de sus pies, congelados e irrecuperables, se los tuvieron que amputar. El drama para I?urrategi fue infinitamente mayor, con la muerte de su hermano F¨¦lix delante de sus narices en el a?o 2000. Tras coronar juntos su duod¨¦cimo ochomil, el Gasherbrum II, de 8.035 metros, F¨¦lix tropez¨® y cay¨® por un barranco de 400 metros.

As¨ª de extremo es este deporte. Edurne Pasaban (Tolosa, 1973) tambi¨¦n ha sufrido para llegar donde est¨¢ ahora. En su cuerpo, en su mente y en la p¨¦rdida de amigos. Con ella hablamos en Zaragoza, en Zizurkil, en Madrid, en Barcelona... La seguimos durante dos semanas, acompa?¨¢ndola al ritmo de su ajetreada agenda. Es una mujer alta y fibrosa. Habla con soltura y gesticula. No se da importancia a s¨ª misma y los que la conocen hablan muy bien de ella. Es generosa y dispuesta.

Ella misma nos cuenta algunos de los momentos clave de su carrera. Como en 2004, en el K2, cuando padeci¨® las congelaciones m¨¢s graves que terminaron con la amputaci¨®n de dos dedos de sus pies. O como cuando al volver a casa, una depresi¨®n la tuvo apartada de su deporte durante m¨¢s de un a?o. O como cuando escalando en Pirineos en 2007 junto a su primo Asier Izagirre vieron c¨®mo tres de sus mejores compa?eros se despe?aban y fallec¨ªan. "La monta?a me ha dado lo mejor y lo peor, que es lo mismo. Me ha dado los mejores amigos, pero tambi¨¦n me ha robado los mejores amigos", confiesa. "Hay quienes nos critican que por qu¨¦ hacemos esto, que por qu¨¦ nos jugamos la vida. Yo creo que la vida te la juegas cada d¨ªa, subi¨¦ndonos en un avi¨®n o mont¨¢ndonos en un coche. Es verdad que compro m¨¢s boletos porque me voy al Himalaya y subo ochomiles. Pero me compensa, soy feliz. Todo tiene un punto de locura en la vida, si no, no har¨ªamos nada". Es la filosof¨ªa de esta mujer, de trato cercano y simp¨¢tico. Una mujer tozuda, trabajadora y que, comentan, no sabe decir no. "Es demasiado activa. Tiene que calmarse un poquito. Es como su madre. A todo dice s¨ª y luego no llega", se?ala Sergio Pasaban, su padre. Quiz¨¢ por eso cuenta desde hace un a?o con la ayuda de un manager. Ignacio Delgado le ordena la vida: "Estoy seguro de que ahora, con toda la presi¨®n medi¨¢tica que est¨¢ aguantando, le hubiera dado un ataque de ansiedad". Ella asiente: "Nos da tranquilidad a m¨ª y a mi familia".

"Es muy maja, aunque a veces se endereza un poquito... pero porque nos desmadramos. Se porta muy bien con todo el mundo y ayuda mucho a la gente de Nepal (Edurne colabora con una ONG para ni?os del Himalaya). Hay otros himalayistas que no hacen nada", se?ala Txik¨®n. "Es muy sufridora, yo no podr¨ªa sufrir tanto", cuenta Latorre, el encargado de grabar todas las im¨¢genes de las ascensiones para Al filo de lo imposible (el m¨ªtico programa de Televisi¨®n Espa?ola) desde 1998. Tanto a Txik¨®n como a Latorre, Pasaban les debe la vida por su ayuda en el Kangchen, como le gusta abreviar a la tolosarra: "La cabeza me funcionaba muy bien. Pero estaba supercansada. Me tumb¨¦. No pod¨ªa m¨¢s. Pensaba: 'Edurne, lev¨¢ntate, pobre ?lex, pobre Ferran, que te est¨¢n arrastrando, lev¨¢ntate, no seas ego¨ªsta, no seas mimosa, que les est¨¢s dando el d¨ªa'. Pero nada. Intentaba levantarme, ir a gatas... era imposible. En esos momentos de contradicci¨®n entre cuerpo y mente te dices: 'Qu¨¦ in¨²til". El camino del campo IV al III dur¨® ocho horas, cuando lo normal hubieran sido dos. A punto de desfallecer, escupiendo "sangre y trozos de carne" por culpa de una fuerte bronquitis, seg¨²n relata la monta?era, Txik¨®n tir¨® del carro. Y hasta le prest¨® los guantes, sufriendo ¨¦l congelaciones: "Es un momento al l¨ªmite de tus fuerzas. Se te pasa todo por la cabeza, pero tienes tu vida en juego y s¨®lo piensas en c¨®mo sacar adelante la situaci¨®n". Edurne tambi¨¦n las tuvo, en su mano y pie derechos, sin consecuencias fatales. "Accidentes de trabajo", define divertido Kiko Arregi, neurocirujano y el mayor especialista en congelaciones de Espa?a. En su despacho de la Cl¨ªnica MAZ de Zaragoza cuelgan decenas de fotograf¨ªas dedicadas. Todos los grandes monta?eros han pasado por aqu¨ª desde la d¨¦cada de los ochenta. Edurne incluida.

Tras un descenso al l¨ªmite hacia el campo III, la alpinista vasca lleg¨® a las tiendas. All¨ª se le suministr¨® ox¨ªgeno: "Seguramente lleguen cr¨ªticas por esto", se?ala. Sabe que algunos dir¨¢n que ha subido con ayuda de O2, con lo que su cima perder¨ªa valor simb¨®lico. Ella se defiende: "Los m¨¦dicos me dijeron que ten¨ªa riesgo de fallecer. Estaba asustada y lo que importaba era vivir y salir de all¨ª. Considero que he subido el Kangchen sin ox¨ªgeno, porque he llegado y bajado de la cumbre sin ox¨ªgeno. S¨®lo cuando me sali¨® una enfermedad tuve que poner remedio". Una c¨¢mara de Al filo grab¨® su llegada al campo base, en la frontera de sus fuerzas. A los pocos minutos, dentro de su tienda y con un hilo de voz imperceptible, reconoce: "Gracias a todos, a mi equipo, porque si no, no estar¨ªa aqu¨ª".

Edurne sufri¨® otra situaci¨®n grave en mitad de la nieve. Fue en 2004, bajando el K2, en el mismo descenso en el que Juanito Oiarzabal casi no vive para contarlo. All¨ª, Pasaban padeci¨® las peores congelaciones de su carrera y perdi¨® dos dedos de los pies. No fue un precio excesivo. De los 14 ochomiles, el K2 es el m¨¢s letal en el descenso. De las 284 personas que lo hab¨ªan ascendido hasta hace un a?o, 24 murieron bajando. Esto significa un 8,4%, cuando la media de mortalidad tras pisar la cima de un ochomil es del 1,5%. Adem¨¢s, cuando Edurne baj¨® del infierno de nieve y hielo del K2, se convirti¨® en la primera mujer que lograba salir con vida de all¨ª tras hacer cumbre. A pesar del ¨¦xito, esta monta?a fue el mayor desacierto en su carrera: "Encontramos much¨ªsima nieve en el cuello de botella. Ten¨ªamos que quitarla para avanzar. Deber¨ªamos haber analizado mejor si continuar o no", reconoce. All¨ª perdieron un tiempo precioso, que al final terminaron pagando.

Tras aquella experiencia, Edurne entr¨® en una fort¨ªsima depresi¨®n que la tuvo apartada m¨¢s de un a?o, una etapa superada, pero que todav¨ªa emociona a Bego?a Lizarribar, su madre. La visitamos en la casa familiar, en Tolosa, a tan s¨®lo 30 kil¨®metros de San Sebasti¨¢n. Nos abre ella la verja. Al fondo, en la entrada del chalet, est¨¢ Xabat. Es el sobrino de la monta?era, su "fan n¨²mero 1". S¨®lo tiene 20 meses, pero ya le gusta trepar al alf¨¦izar de las ventanas. Kaixo! (?Hola!), le decimos, y el nene sonr¨ªe. Su abuela se derrite con ¨¦l. Le habla en euskera, el idioma familiar. Ambos r¨ªen. La conversaci¨®n con Bego?a es f¨¢cil, fluida. Es una mujer sencilla, como su hija, como la familia. Recuerda, emocionada, esos momentos bajos de su hija. Lo hace cuando le preguntamos si nunca se le ocurre plantearle que pare de arriesgar su vida: "Antes s¨ª le dec¨ªa. Ahora no. Despu¨¦s de lo enferma que estuvo... ya no le digo nada. Cuando estuvo tan hundida no me hablaba de la monta?a. Y ya llevaba muchos ochomiles, eh... Lo quer¨ªa dejar. Yo no le dec¨ªa ni s¨ª ni no. Un d¨ªa me dijo: 'Ya estoy hablando con Asier (su primo) y con ¨¦stos para otra expedici¨®n'. No sabes la alegr¨ªa que me dio". De sus ojos caen las l¨¢grimas: "No se lo deseo a nadie". Asier rememora: "Tenemos una amistad muy especial. Hemos vivido lo mejor y lo peor. Me volqu¨¦ mucho con ella. Un amigo est¨¢ para lo bueno y lo malo".

La alpinista guipuzcoana asegura que hace un a?o y medio que super¨® la depresi¨®n, tras meses en los que s¨®lo lloraba y ni se levantaba de la cama: "Tuvo que ver con la vida existencial misma. Encontrarte en un momento de tu vida, a los treinta y pico a?os, cuando todas tus amigas ya est¨¢n casadas... y t¨² no tienes una vida estable, te cuesta ganarte la vida, tus parejas no funcionan... Hab¨ªa venido de un K2 en el que pierdo los dedos, en el que casi me dejo la vida. Era un momento en el que ten¨ªa que trabajar para ganar dinero y as¨ª poder permitirme marchar de expedici¨®n... Todo se me acumul¨®. Ca¨ª en la enfermedad, de la que me cost¨® much¨ªsimo salir". En esa traves¨ªa vital, a miles de kil¨®metros de las monta?as en las que Edurne ha pasado de ser una desconocida a una de las mejores alpinistas, se plante¨® el futuro: ?Merec¨ªa la pena escalar? Pasaban, que estudi¨® Ingenier¨ªa Industrial en San Sebasti¨¢n y que trabaj¨® en la empresa de maquinaria de su padre cuatro a?os, pens¨® que haber abandonado el negocio familiar pudo haber sido un error: "Empec¨¦ a mandar curr¨ªculos para volver a trabajar. Pero me estaba equivocando. Lo que me gustaba era la monta?a, y termin¨¦ entendiendo que ten¨ªa que trabajar mucho para vivir de esto".

Hoy puede presumir de haberlo logrado. "Ya vuela sola", reconoce su padre. Edurne escala con la ayuda de varios patrocinadores, entre los que destacan Endesa y MoviStar. Pasaban puede as¨ª dedicar todo el a?o a preparar con m¨¢s tranquilidad que antes sus expediciones. Vive en Matadepera (Barcelona), un pueblo cercano al Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat. Todas las ma?anas dedica tres horas a correr o andar en bicicleta, generalmente por la monta?a. Por las tardes toca gimnasio y su dieta la controlan en el CAR.

Otra pata de sus ingresos es Abeletxe, una casa rural con restaurante situada en Zizurkil (Guip¨²zcoa) que visitamos a principios de junio. El d¨ªa acompa?a y el camino al caser¨ªo es espectacular. Hay que conducir durante decenas de curvas, siempre hacia arriba, hasta que en la ladera de una monta?a se divisa el peque?o para¨ªso que regenta Pasaban. En la entrada ondea una peque?a ikurri?a. Dentro encontramos a Edurne. Le acompa?an Oiarzabal y Txik¨®n, sus dos compa?eros junto a Latorre e Izagirre. En las paredes interiores del caser¨ªo cuelgan enormes fotos de la due?a en algunas de las cumbres ya conquistadas. En la terraza, un cliente observa el valle y se zampa una enorme pata de pollo. All¨ª afuera tambi¨¦n est¨¢ el aita (padre) de Edurne: "Cuando ella y su hermano (Eneko) eran peque?os, siempre ¨ªbamos al monte, o a esquiar... Cog¨ªamos el coche por la ma?ana, pas¨¢bamos el d¨ªa y volv¨ªamos por la noche", recuerda.

Cuesta creer que una mujer con la fortaleza de Pasaban fuera una ni?a d¨¦bil. Casi resulta de chiste que una cr¨ªa que apenas se alimentaba sea hoy la due?a de un restaurante en el que se come de lujo. Suena a broma que una chavala t¨ªmida y con problemas de integraci¨®n en la ikastola imparta hoy conferencias sobre liderazgo (tiene un MBA por la Business School de ESADE en Barcelona) y quien parte el bacalao en sus expediciones. Su madre recuerda un episodio que da idea de su fragilidad infantil: "Un d¨ªa, cuando Edurne ten¨ªa seis a?os, veo que se pone morada, morada. Se cae al suelo, le meto la mano en la boca y estaba llena de lombrices. Pens¨¢bamos que su falta de apetito era un problema de intestinos, pero no... Aquello marc¨® su ni?ez, con sus amigas... Era una cr¨ªa sin fuerza, se cohib¨ªa porque no pod¨ªa ir a ning¨²n lado". Pero aquella ¨¦poca tambi¨¦n afianz¨® su capacidad de sufrimiento. Idoia, la mejor amiga de Edurne desde que coincidieron a los tres a?os en la ikastola Lazkurain, habla de aquellos momentos: "En clase hab¨ªa gente l¨ªder, pero nosotras pas¨¢bamos desapercibidas. Digo yo que ahora esa gente que nos machac¨® un poco de peque?as se arrepentir¨¢". Hasta octavo de EGB, dice, eran unas estudiantes "de las que quedaban para estudiar y no abr¨ªan el libro". Despu¨¦s, todo cambi¨®: "Era muy trabajadora, muy constante, igual que ahora".

La timidez de Edurne empez¨® a desaparecer con la edad. Cuando ten¨ªa unos 13 a?os cometi¨® su (quiz¨¢) primer acto de rebeld¨ªa, de libertad, lanz¨¢ndose al vac¨ªo de los 38 metros de los puentes de la N-I en Ibarra, entre esta localidad y Tolosa. Una clienta de su madre, entonces peluquera, la vio y le recrimin¨®. La respuesta de aquella adolescente fue coger la bicicleta e ir a toda velocidad a confesarse, para que su familia no se enterara por terceros: "Ama, ?te han dicho algo? Me he tirado del puente". Al mes, rememora Bego?a, le reconoci¨® que eso del puenting lo hac¨ªa a menudo con un grupo de Tolosa. La "cr¨ªa" ya hab¨ªa empezado a aventurarse sola. S¨®lo dos a?os antes, en el c¨¢mping de Orio en el que pasaron tantas vacaciones, le pill¨® subi¨¦ndose a unas rocas, aunque el primer episodio m¨¢s serio de escalada lo vivi¨® a los 16 a?os. "Nos enga?¨®. Nos dijo que se iba a los Pirineos con unos amigos de Tolosa. Confi¨¦, y result¨® que se iba al Mont Blanc", explica la madre. Fue una mentirijilla de 4.810 metros de altura. Poco despu¨¦s, a los 17, march¨® hasta los Andes, donde ascendi¨® el Chimborazo (Ecuador), de 6.310 metros. Palabras mayores. "De all¨ª vino con el gusanillo", recuerda su madre. Luego, sigui¨® con la escalada deportiva e incluso empez¨® a competir en triatlones. Y por fin, el salto a los ochomiles.

Su primera experiencia en esas cimas lleg¨® en 1998. Fue al Dhaulagiri con s¨®lo 25 a?os. Los dos a?os siguientes intent¨® ascender al Everest. Tampoco lo logr¨®. Fue finalmente en 2001 cuando llega su primer ¨¦xito. Por fin sube a la cima del mundo, el Everest. Lo hace con ox¨ªgeno: "No me conoc¨ªa a m¨ª misma. No sab¨ªa c¨®mo iba a responder mi cuerpo". Por ese motivo, dice que le gustar¨ªa repetir en alg¨²n momento, esta vez sin la ayuda de bombonas: "Ahora s¨¦ que lo puedo hacer, lo veo factible". A Edurne se le nota la pasi¨®n cuando habla. Es curioso, sin embargo, que todo el esfuerzo por subir a lo m¨¢s alto se traduzca en un momento de unos 15 minutos: "Cuando llegas a una cumbre no hay grandes momentos de emoci¨®n, ni lo vives tan intensamente como se pueda creer. Cuando llegas est¨¢s con la tensi¨®n de hacerte fotos con los banderines (de los patrocinadores), de filmar... Eres consciente de que es tarde, que hay que bajar, y de que todo se puede complicar. Y te centras en eso. Disfrute no hay".

Aun as¨ª, 15 minutos en lo m¨¢s alto compensan dos meses de expedici¨®n. As¨ª que tras el Everest le siguieron el Makalu, Cho Oyu, Lhotse..., monta?as de nombres ex¨®ticos donde caminar supone un esfuerzo tit¨¢nico. "A 8.000 metros todo se ralentiza un mont¨®n. Cuesta respirar, que llegue el ox¨ªgeno. Eso se nota a la hora de caminar, de tomar decisiones, de pensar...", describe Pasaban. La ¨²ltima etapa completada por Edurne, el Kangchen, le deja a s¨®lo dos cimas de ser la primera mujer en subir los 14 ochomiles. Le faltan el Shisha Pangma, al que ha intentado subir tres veces, y el Annapurna, al que se enfrent¨® en una ocasi¨®n. Este ¨²ltimo es peligros¨ªsimo por sus continuas e impredecibles avalanchas, que han devorado a decenas de monta?eros. Con s¨®lo 153 ascensiones, por las 3.684 que tiene el Everest, es el que peor ratio tiene entre el n¨²mero de personas que han llegado a la cima con ¨¦xito y las que han fallecido en el intento (58), lo que supone casi un 38% (aqu¨ª no se cuenta a los que lo intentaron, no lo lograron y sobrevivieron). Edurne habla de "miedo" ante un monte complicad¨ªsimo: "All¨ª han fallecido varios amigos".

El gran debate ahora es si debe intentarlos de una tacada en oto?o o si debe dejar el temible Annapurna para la primavera. Este verano se tomar¨¢ la decisi¨®n, que depender¨¢ tambi¨¦n del ritmo que lleven sus competidoras. Dos de ellas, las dos coreanas, utilizan ox¨ªgeno en sus ascensiones, que encadenan muy seguidas, gracias a que todo el trabajo previo a subir se lo dan hecho. Esto las coloca en ventaja, algo que los alpinistas critican. Juanito Oiarzabal mete presi¨®n: "Miss Ho y Miss Go lo pueden tener relativamente f¨¢cil si todo va bien, si las condiciones meteorol¨®gicas son las adecuadas, si encuentran otras expediciones, con el equipo que tienen. Pero tal y como van, al l¨ªmite, tambi¨¦n es cierto que podr¨ªan morirse".

Oiarzabal, que vive de la monta?a desde 1996, habla frecuentemente del "negocio" del alpinismo y asegura rotundo: "S¨¦ c¨®mo funciona esto. Podremos decir lo que queramos, pero para los anales de la historia prevalecer¨¢ la primera que logre los 14". Y aunque no justifica el uso de O2 en la b¨²squeda del objetivo, Juanito aconseja a Edurne que se adelante a las cuatro competidoras, incluidas las coreanas: "As¨ª se llevar¨ªa la gloria de los pies a la cabeza". Ella no lo ve tan claro: "No debo obsesionarme con ser la primera. Me da igual qui¨¦n gane. Al Himalaya voy a disfrutar. Mi experiencia dice que dos monta?as consecutivas no es bueno, sobre todo de aqu¨ª", dice se?al¨¢ndose la cabeza. Su madre, mientras, teme: "Me da miedo que se precipite. Ella dice que no, pero s¨ª querr¨¢ ser la primera. La que diga que no le gustar¨ªa ser la primera miente. No se puede ir de humilde cuando lo tienes tan cerca".

HASTA QUE TOME esa decisi¨®n, la monta?era vasca aprovecha el tir¨®n y se recupera de las ¨²ltimas heridas. En el ¨²ltimo mes no ha parado. Dice que la tele es un sitio en el que se sentir¨ªa c¨®moda en el futuro, "en alg¨²n programa de aventura". No dejar¨ªa la monta?a, pero tampoco parece que su destino sea seguir subiendo ochomiles a los cincuenta y tantos a?os como Oiarzabal, que a pesar de que sus pies son dos mu?ones, contin¨²a en la brecha. La madre de Edurne asegura que nunca se queda tranquila hasta que su hija regresa al campo base de las monta?as. S¨®lo ella y su marido saben lo que significa una llamada desde Nepal a las cuatro y media de la madrugada. "La diferencia entre la imprudencia y la valent¨ªa es volver para contarlo. Si vuelves y lo cuentas fuiste valiente. Si te quedaste all¨ª, fuiste un temerario", asegura Harold Messner, el pionero de los 14. Pasaban, como mujer, luchar¨¢ por igualar la gesta ochomilista del italiano, el primer hombre en subirlos todos, en 1986. En Zaragoza, cuando se recuperaba en el hospital de su ¨²ltima ascensi¨®n, le preguntamos: ?Arriesg¨¢is mucho? Edurne subi¨® su mirada, apret¨® sus labios todav¨ªa agrietados y llenos de llagas, lanz¨® un "Mmm..." pensativo ante la mirada de su madre, Txik¨®n y Juanito, y respondi¨® escueta: "Apretamos".

La mujer 'ochomil'