El emperador casi perfecto
El historiador brit¨¢nico Anthony Birley recrea en una magistral biograf¨ªa la sabia personalidad de Marco Aurelio, el c¨¦sar fil¨®sofo de 'Gladiator'
Fue el "emperador perfecto", seg¨²n el juicio de sus contempor¨¢neos, con la peque?a salvedad de que eligi¨® como sucesor a un canalla, su hijo C¨®modo, que en una rabieta a los 11 a?os ya quiso lanzar a un sirviente a un horno. Se le podr¨ªa reprochar tambi¨¦n no haber sido un gran comandante, resultar demasiado serio y reservado (demasiado estoico, vamos), carecer de sentido del humor y librar una aut¨¦ntica guerra de exterminio contra los marcomanos y los s¨¢rmatas. Pero persigui¨® la verdad, trat¨® de ser justo y compasivo, practic¨® la introspecci¨®n y no se dej¨® arrastrar por los placeres y la vanagloria, exhibiendo una modestia, una serenidad y una austeridad ejemplares. Marco Aurelio, el c¨¦sar fil¨®sofo que dirigi¨® el imperio entre los a?os 161 y 180 de nuestra era, autor de las Meditaciones, una obra maravillosa de la que podr¨ªa decirse -burdamente- que se adelant¨® dos milenios al g¨¦nero de la autoayuda, es uno de los emperadores romanos m¨¢s conocidos por el gran p¨²blico junto a Julio C¨¦sar, Augusto, Cal¨ªgula, Claudio, Ner¨®n, Adriano y Juliano el Ap¨®stata. El cine lo ha tratado especialmente bien d¨¢ndole el rostro de dos grandes actores: Alec Guiness, en La ca¨ªda del imperio romano (1964), y Richard Harris, en Gladiador (2000). Porque, claro, Marco Aurelio es para mucha gente, indefectiblemente, el emperador bondadoso, l¨²cido y cansado (y asesinado) del inicio de la pel¨ªcula de Ridley Scott.
Tuvo que afrontar guerras, una gran plaga y una crisis econ¨®mica
El retrato del personaje que hace Hollywood "es bastante aut¨¦ntico"
Una extraordinaria biograf¨ªa reci¨¦n aparecida en castellano (Marco Aurelio, Gredos), a cargo de Anthony Birley, uno de los m¨¢s reputados historiadores de la ¨¦poca de los Antoninos -la dinast¨ªa que rein¨® de 96 a 192 y cuyos primeros cinco representantes, los "cinco emperadores buenos" (Nerva, Trajano, Adriano, Antonino P¨ªo y Marco Aurelio), determinaron "la ¨¦poca m¨¢s feliz de la humanidad", al optimista decir de Gibbon-, bucea en las fuentes para ofrecer un retrato magistral del emperador y acercarnos a su verdadera personalidad, e incluso su intimidad, m¨¢s all¨¢ del t¨®pico, el m¨¢rmol y el celuloide.
Marco Aurelio, recuerda Birley en conversaci¨®n con este diario, ofrece la excepcional posibilidad de adentrarnos en sus pensamientos al haberse conservado no s¨®lo esa suerte de diario ¨ªntimo o soliloquios que son las Meditaciones -"realiza cada acci¨®n como si fuera la ¨²ltima", "la amabilidad es invencible", "soporta y abstente"-, sino su correspondencia con su querido tutor Front¨®n. La biograf¨ªa, con escenas tan impactantes como la ocasi¨®n en que las legiones lanzan dos leones al Danubio para propiciar sus aguas o cuando un rayo milagroso destruye una m¨¢quina de guerra de los marcomanos, sigue pormenorizadamente los pasos del personaje desde su nacimiento en el 121, en el seno de una familia arraigada en la B¨¦tica, en Hispania, hasta su muerte en el 180 durante la ¨²ltima de sus campa?as contra los b¨¢rbaros. Tuvo Marco Aurelio 13 hijos -entre ellos dos parejas de gemelos-, de los que buena parte, desgraciadamente no C¨®modo, murieron de ni?os (el emperador expresa conmovedoramente su pena en sus escritos); su mujer Faustina se har¨ªa famosa por su infidelidad; pose¨ªa nula experiencia militar, ten¨ªa una idea algo reductiva del amor f¨ªsico -"fricci¨®n de las entra?as y eyaculaci¨®n de un moquillo acompa?ada de cierta convulsi¨®n"-, era propenso a los catarros y consum¨ªa opio. Se preocup¨® de mejorar la condici¨®n de los esclavos, no le gustaba ver sangre (se llevaba un libro al anfiteatro) y llam¨® a filas a los gladiadores para compensar la escasez de legionarios. Tras la ¨¦poca de paz y seguridad de sus antecesores, se encontr¨® con un panorama dram¨¢tico: guerras en el este y en la frontera norte (el inicio de las grandes invasiones b¨¢rbaras), una gran plaga (probablemente peste) y una crisis econ¨®mica galopante para paliar la cual no dud¨® en subastar mobiliario imperial (todo un ejemplo).
Birley reconoce que Marco Aurelio, pese a sus virtudes, tiene algo que no le hace del todo simp¨¢tico. "Demasiado maestro, demasiado mojigato, demasiado serio". Pero a?ade que Adriano, al que dedic¨® otra gran biograf¨ªa (Pen¨ªnsula, 1997) nos hubiera parecido peor compa?¨ªa. El historiador recalca que se desconoce la causa precisa del fallecimiento del emperador, quiz¨¢ de peste, pero no cree que fuera asesinado, como en los dos filmes de Hollywood, en los que el culpable es su hijo C¨®modo. De esas pel¨ªculas, Birley dice que el inicio de ambas -las batallas contra los germanos- "es realmente impresionante" y que en las dos el retrato del emperador es bastante aut¨¦ntico (desde un punto de vista menos profesional valora c¨®mo encarna, y nunca mejor dicho, Sof¨ªa Loren a Lucila, la hija del c¨¦sar, en el filme de 1964). "Pero despu¨¦s, cuando sube al poder C¨®modo, la historia entera se vuelve tan rid¨ªcula que no puedo aprobarla". Marco Aurelio no tuvo, ay, a su lado al general-gladiador Maximus, pero cont¨® con buenos militares como Valerius Maximianus, jefe de la caballer¨ªa y legado de la legi¨®n II Adiutrix que dio muerte con sus propias manos al caudillo germano Vala¨®n.
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