El mensaje est¨¢ en el cuerpo
La moda es cada vez m¨¢s libre, pero el modelo de mujer es ¨²nico: delgada, joven, perfecta
De la moda como bandera al cuerpo como cors¨¦. As¨ª podr¨ªa definirse la transformaci¨®n de la imagen de las mujeres desde que la minifalda iniciara, en los a?os sesenta del pasado siglo, la liberaci¨®n femenina en el terreno formal. Nunca las propuestas est¨¦ticas -o art¨ªsticas, esas que nos deslumbran desde las pasarelas- han sido tan libres, pero a la vez nunca la mujer ha tenido menos libertad para elegir su imagen. Con ayuda de la cosm¨¦tica, la cirug¨ªa est¨¦tica o la medicina, el cuerpo femenino se construye conforme a un canon invariable. El cuerpo ya no es s¨®lo una percha que se reviste de ropa, sino el mensaje.
El sexo aparece a menudo como reclamo de la moda. Desde la hoja de parra con que Eva visti¨® su desnudez, el sexo se utiliza como reclamo. Pero la imagen de mujer hipersexualizada, f¨ªsicamente expl¨ªcita, podr¨ªa estar pasando de moda, y no s¨®lo por imperativos de la correcci¨®n pol¨ªtica: la crisis podr¨ªa poner fin a esta utilizaci¨®n objetiva de la imagen femenina.
La cintura de la Barbie aument¨® en 2000 para atajar las cr¨ªticas de delgadez
Los dise?adores rechazan que la ropa perpet¨²e a?ejos estereotipos
"Lolitas, fulanas, mujeres fatales... Despu¨¦s de d¨¦cadas de vestir mu?ecas, la industria parece que ya se ha dado cuenta de que las mujeres reales necesitamos dise?os reales. Se impone el realismo, el buen gusto, como en toda ¨¦poca conservadora o marcada por la crisis", sostiene Silvia Alexandrowitch, periodista y cr¨ªtica de moda. El dise?ador catal¨¢n Josep Font ha abundado en la idea: hasta ahora se ha impuesto, "de manera un tanto incomprensible", el modelo de mujer sexy, "que roza la vulgaridad".
El de la moda, con toda la exposici¨®n medi¨¢tica que su naturaleza comporta, es un terreno abonado para la pol¨¦mica. Y las cr¨ªticas se ciernen cada cierto tiempo sobre las pasarelas: cuando no es por la propuesta de dise?os imposibles, lo es por la talla de las modelos y las concomitancias, para muchos infundadas, de su delgadez con trastornos de la alimentaci¨®n como la anorexia y la bulimia. A la mu?eca Barbie, que este a?o cumple medio siglo, le aumentaron en 2000 su masa corporal para acabar con la sospecha de que su cintura de avispa fomentaba la anorexia. Y la Pasarela Cibeles introdujo en 2006 un ¨ªndice de masa corporal (IMC, relaci¨®n entre altura y peso) m¨ªnimo para evitar modelos fantasmag¨®ricas.
Mientras, leyendas m¨¢s o menos fundadas como la talla requerida a las trabajadoras del Vogue estadounidense (m¨¢ximo una 36, informaba recientemente este peri¨®dico) abundan en la tiran¨ªa f¨ªsica que imponen las propuestas de moda, que, como el anverso y el reverso de una moneda, parecen oscilar entre la carnalidad expl¨ªcita y la fragilidad de las modelos m¨¢s descarnadas, con el tel¨®n de fondo de una total libertad creativa. Sirva como ejemplo el desfile de David Delf¨ªn en Cibeles 2002: distinto, pol¨¦mico, original, el suyo fue un espect¨¢culo de maniqu¨ªes ataviadas con sogas al cuello, cegadas por caperuzas y trastabillando sobre la pasarela.
?Es la moda un ¨¢mbito ajeno a la correcci¨®n pol¨ªtica? ?O funciona con claves distintas? "La moda en s¨ª, como sistema, es poco realista. Es un sistema autorreferencial, con claves propias. Lo que se muestra en las pasarelas no nos lo pondr¨ªamos, ni tenemos acceso a ello, por eso lo vemos como un sistema ideal, un c¨®digo liberado del mundo real. Como tal, puede ser muy conservador o muy rompedor, hiriente, poco digerible...", se?ala Asun Bern¨¢rdez, profesora de Teor¨ªa de la Informaci¨®n y miembro del Instituto de Investigaciones Feministas de la Universidad Complutense de Madrid.
El investigador audiovisual Juan Carlos Gauli, autor de El cuerpo en venta (C¨¢tedra), considera que "la moda es moda, no un discurso social". "La moda es pura est¨¦tica, no va m¨¢s all¨¢. Es cierto que influye en los modelos sociales, pero no tanto como el cine, por ejemplo. El problema es que falta alfabetizaci¨®n visual: estamos rodeados de im¨¢genes pero no entendemos qu¨¦ nos dicen. La gente cree que la imagen es igual a la realidad, pero no es as¨ª", dice. Pero las im¨¢genes no son inocuas, recuerda Gauli, "pues tienen una lectura, y las cosas, cuando son s¨®lo est¨¦ticas, pueden dejar de ser ¨¦ticas".
La moda, reza una de sus m¨²ltiples definiciones, es un hecho global de comunicaci¨®n que incluye pol¨ªtica y econom¨ªa. ?Tambi¨¦n semi¨®tica? Si as¨ª es, ?qu¨¦ revelan sus signos, es decir, sus formas? ?Qu¨¦ modelos de mujer deja traslucir la ropa? El gremio del dise?o responde como Fuenteovejuna: los modistas consultados rechazan, sin excepci¨®n de sexo o edad, que la moda transmita o perpet¨²e modelos tradicionales o aparentemente superados como el de mujer-objeto; al contrario, la moda es, para los dise?adores, una herramienta m¨¢s de liberaci¨®n. "La mujer del siglo XXI es una consecuencia de los avances sociales, de los logros que hemos ido alcanzando a lo largo del siglo XX, y esto se refleja en c¨®mo vestimos. No me gusta hablar de modelos de mujer, creo que deber¨ªamos hablar de mujeres modelo y no encasillarnos", afirma Purificaci¨®n Garc¨ªa. La dise?adora Mercedes de Miguel considera que "la moda, hoy d¨ªa, no sigue tan de cerca esos estereotipos". Y a?ade: "Hay una mayor libertad, coexisten distintas tendencias en una misma temporada, y cada mujer elige la que m¨¢s se acerca a sus gustos y necesidades".
Los expertos en estudios de g¨¦nero sostienen lo contrario. "El mensaje es contradictorio: pretende transmitir el modelo de mujer liberada, pero al mismo tiempo le impone
la obligaci¨®n de la seducci¨®n (lolita, prostituta, etc¨¦tera), y eso no se le impone al hombre. En el hombre ser¨ªa deseable, en la mujer es obligatorio so pena de exclusi¨®n social: una gorda, una vieja, no vende", se?ala Rosa Mart¨ªnez, antrop¨®loga y autora de La mujer modelada: del cors¨¦ a la cirug¨ªa pl¨¢stica (Jirones de Azul Editorial).
Para esta experta en g¨¦nero, el modelo de la mujer como objeto sexual sigue hoy m¨¢s vigente que nunca, a pesar de los continuos mensajes en sentido contrario. "Tratamientos est¨¦ticos, cirug¨ªa, consumo de productos de belleza... ?Qu¨¦ diablos de mujer dominadora es la que est¨¢ sometida a todas estas servidumbres?".
"Hay una r¨¦mora en la visualizaci¨®n de lo femenino: o la virgen o la puta, o la casta y pura o la amazona", apunta Charo Mora, profesora de la Escuela Superior de Dise?o (ESDi) de Barcelona. "Siguen existiendo los modelos de lolita y mujer sumisa, aunque afortunadamente cada vez menos. Pero se ha abusado de esas im¨¢genes. Con la cantidad de buenas ideas que nos da la moda, no es necesario recurrir a ideas tan desafortunadas".
Una sociedad basada en "la dependencia de la propia imagen", dice Mari¨¢n L¨®pez, directora del Instituto de Investigaciones Feministas, "con modelos de masculinidad y feminidad casi opuestos", abunda en el reparto sexual de roles, y la moda no iba a ser una excepci¨®n. En paralelo a la sociedad, ha habido avances ("antes la Barbie era enfermera; hoy es doctora"), pero los modelos que la publicidad y los medios est¨¢n inoculando en la infancia reiteran hasta la saciedad las diferencias de sexo: "Las ni?as aparecen como ?o?as y los ni?os reciben un mensaje de competitividad, de poca solidaridad y de violencia. Al menos, la oferta de los adultos est¨¢ m¨¢s controlada, es m¨¢s evidente, y en ella se puede apreciar que lo pol¨ªticamente incorrecto, lo transgresor, vende".
Al tiempo que la mujer sexy se codea en las pasarelas con la transida delgadez, la androginia gana terreno y la oferta est¨¦tica se ampl¨ªa al hombre. La inversi¨®n de la asimetr¨ªa exhibicionista -as¨ª lo llaman los expertos- parece acercar realidades hasta ahora contrapuestas. Pero los expertos en imagen consideran que en esta aparente fusi¨®n de planos no hay nada nuevo, ni siquiera la cacareada metrosexualidad masculina. "El look andr¨®gino ya ha conocido otros tiempos: la femme-gar?on de los a?os veinte, la apropiaci¨®n de los pantalones por Coco Chanel, etc¨¦tera. Y en cuanto a la metrosexualidad masculina, cualquier noble de la corte de Luis XIV, Brummel o el mismo Oscar Wilde, los dandies del siglo XIX, eran mucho m¨¢s metrosexuales que los hombres de hoy", asegura Rosa Mart¨ªnez.
Asun Bern¨¢rdez abunda en el mismo sentido: "Antes de la ¨¦poca victoriana, los hombres se arreglaban tanto como las mujeres. No obstante, eso no rompe la estructura de los g¨¦neros. Y con respecto a la androginia, aparte de su lectura pol¨ªtica, por ejemplo en la teor¨ªa queer, no se trata m¨¢s que de un consumo".
"Superada la mujer tradicional del r¨¦gimen patriarcal y la postulada por el feminismo m¨¢s extremo de los a?os sesenta y setenta, que tend¨ªa a la desaparici¨®n de cualquier diferencia de g¨¦nero", escribe Gilles Lipovetsky en La tercera mujer (Anagrama), la mujer del siglo XXI, la que se sit¨²a entre la igualdad legal, te¨®rica, y el persistente techo de cristal, no quiere abjurar de la moda, porque le gusta la est¨¦tica. "A todas nos gusta la moda, pero el problema es cuando nos sentimos obligadas o presionadas por un determinado modelo o cuando no nos sentimos libres. Porque o te atienes al modelo que te venden -el de la mujer delgada, joven y sexy- o eres excluida del sistema", se?ala Mart¨ªnez.
Atravesar el espejo de la moda supone a veces darse de bruces con fantasmas, y los que proyecta la anorexia, que afecta al 3% o 4% de los j¨®venes espa?oles, son los m¨¢s serios. Pero ni siquiera quienes contemplan m¨¢s cr¨ªticamente el fen¨®meno de la moda establecen una relaci¨®n causa-efecto entre la propuesta est¨¦tica dominante y este trastorno de la alimentaci¨®n. Gauli expone su teor¨ªa: "M¨¢s que la moda, de la que yo dudo que fomente la anorexia, creo que algunos factores, como determinados comportamientos materno-filiales, son mucho m¨¢s responsables" a la hora de desarrollar el trastorno. "La delgadez extrema es una forma de representar la feminidad, est¨¢ en el imaginario de lo femenino, la mujer et¨¦rea", explica Bern¨¢rdez, que se pregunta por qu¨¦ no se consideran perniciosos los ejemplos de bailarinas o gimnastas. "Otra cosa es preguntarnos por qu¨¦ a las mujeres les gusta m¨¢s el modelo delgado, pero la influencia de la moda es una m¨¢s, no la ¨²nica", concluye. Comparte su opini¨®n Mora: "La moda ocupa un lugar sobredimensionado. No se puede pretender que sea la culpable de la anorexia".
En 1991, la estadounidense Naomi Wolf, portavoz de la denominada "tercera ola del feminismo", escribi¨® El mito de la belleza (Anagrama) para diseccionar los fundamentos casi teologales de ese ideal. Sostiene que la belleza es una construcci¨®n social en la que la industria de la moda y la de la cosm¨¦tica se constituyen en "explotadoras de la mujer". Aunque los ecos del ensayo de Wolf apenas s¨ª resuenen en nuestros d¨ªas, algo de ello subyace en el resumen que sobre la cuesti¨®n hace Charo Mora: "La moda es el brazo armado del ideal de belleza, aquello que como todas las grandes ideas puede hacer al hombre m¨¢s libre. Pero lo acaba encarcelando. Como todas las grandes ideas".
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