Deshielo en Mosc¨²
El recorte de armas pactado por EE UU y Rusia supone un paso adelante, pese a sus limitaciones
El acuerdo preliminar entre Estados Unidos y Rusia para reducir en siete a?os alrededor de un tercio sus arsenales nucleares estrat¨¦gicos, mediante un tratado que reemplace al de 1991 y que deber¨ªa estar listo en diciembre, es un alentador indicio de deshielo, m¨¢s all¨¢ de lo doctrinal, entre las superpotencias. Los resultados de la primera cumbre de Barack Obama con Dmitri Medv¨¦dev, que han dejado en el aire un pu?ado de temas importantes en las relaciones bilaterales, deben calibrarse aceptando previamente las expectativas limitadas de un encuentro en el que ambos nuevos presidentes se hab¨ªan propuesto avanzar dejando atr¨¢s la mentalidad de guerra fr¨ªa.
Washington ha conseguido fijar un techo aritm¨¦tico a la reducci¨®n tanto de cabezas at¨®micas como de veh¨ªculos portadores, algo a lo que Mosc¨² era renuente. El Kremlin obtiene de la cumbre su expl¨ªcita consideraci¨®n como superpotencia por parte de un Obama que no s¨®lo proclama que la asociaci¨®n entre ambos pa¨ªses debe estar basada en la igualdad, sino que necesita imperativamente de la cooperaci¨®n rusa para afrontar desaf¨ªos tan cruciales como Ir¨¢n, Corea del Norte o Afganist¨¢n, guerra ¨¦sta en la que ha obtenido permiso para abastecer a sus combatientes cruzando el cielo ruso. La agenda antiproliferaci¨®n de Obama, especialmente relevante en los casos de Teher¨¢n y Pyongyang, sale reforzada de la cumbre. Dif¨ªcilmente Washington y Mosc¨² pueden proponerse como ejemplo de contenci¨®n si no tratan de manera m¨¢s racional sus propios arsenales.
Aunque no se haya hablado de ello formalmente, el compromiso de Mosc¨² va a depender de la decisi¨®n final que Obama adopte sobre el escudo antimisiles que EE UU pretende instalar en Polonia y la Rep¨²blica Checa, y que Rusia considera inaceptable. La discusi¨®n sobre este tema, que pod¨ªa descarrilar la cumbre, se ha dejado de lado, pero el Kremlin no firmar¨¢ un tratado estrat¨¦gico si Washington ignora sus puntos de vista sobre el manto anticohetes.
Obama no ha ido a Rusia a dar lecciones magistrales, aunque en su mensaje de ayer a los estudiantes propusiera una sociedad m¨¢s abierta y respetuosa con la ley, sino a pasar p¨¢gina e intentar que su rival hist¨®rico se comprometa ahora con objetivos comunes. M¨¢s all¨¢ de las grandes palabras, los rusos siguen percibiendo como una amenaza la expansi¨®n de la OTAN y como una abierta injerencia la toma de partido por Washington en temas como Georgia o Ucrania. Ni Estados Unidos ni Rusia pueden permitirse volver a algo parecido a la guerra fr¨ªa, pero Mosc¨² necesita m¨¢s que Washington un nuevo tratado nuclear. No s¨®lo porque su arsenal estrat¨¦gico es m¨¢s viejo, sino porque la recesi¨®n hace especialmente penoso para el Kremlin, por fogoso que se muestre Vlad¨ªmir Putin, meterse en otra carrera armamentista con EE UU. Como primer paso de un largo camino, el compromiso moscovita es bienvenido.
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