La dictadura medi¨¢tica
-Yo soy perico -anuncia con orgullo mi amigo Ricard-. Soy del Espanyol. Y soy feliz.
Hemos estado hablando de f¨²tbol. Como peruano, me siento inc¨®modo con los equipos que ganan, como el Madrid y el Barcelona. No estoy acostumbrado a la victoria, y no s¨¦ bien c¨®mo reaccionar ante ella. Dadas las circunstancias, Ricard me ha sugerido que haga a mi hijo del Espanyol. Yo encuentro la oportunidad de aclarar las profundas dudas que me asaltan desde que vivo en esta ciudad.
-Oye, ?y Real Espanyol no es el peor nombre que se le puede ocurrir a un equipo catal¨¢n?
Por el gesto de Ricard, comprendo que si yo fuese espa?ol, me dar¨ªa una bofetada. Pero como me considera un turista, aplaca sus instintos y procede a darme una c¨¢tedra de historia catalana:
-No es nada pol¨ªtico, es s¨®lo un t¨ªtulo, ?vale? Como ingeniero o doctor.
-Suena m¨¢s bien como duque o conde.
-Pues para tu informaci¨®n, en el Espanyol hay todo tipo de gente. Lo que pasa es que los medios de comunicaci¨®n son todos del Barcelona. Hay una dictadura medi¨¢tica que nos acusa de fachas y editorializa contra nosotros.
Salgo de la conversaci¨®n convencido. He encontrado mi equipo. No s¨®lo son perdedores: son incomprendidos. Ser del Espanyol es como estar con los jud¨ªos en la Guerra Mundial o con los palestinos en Gaza. Es m¨¢s que una camiseta, es una causa.
Corro a una tienda a comprarle a mi ni?o una pelota del Espanyol. Por supuesto, s¨®lo hay pelotas del Barcelona. Cuando pido una del otro equipo, el vendedor me mira raro, como si tuviese la gripe A. Orgulloso de luchar contra la conspiraci¨®n, le explico que quiero que mi hijo sea del Espanyol. ?l me mira con aire paternal y me dice:
-Por favor, no le haga eso. Es s¨®lo un ni?o.
Noto que los clientes de la tienda me miran con desconfianza. Sospecho que alguien est¨¢ a punto de llamar a la polic¨ªa. Incapaz de resistir a la presi¨®n, compro una pelota del Bar?a.
Para consolarme, trato de creer que soy coherente: pierdo incluso cuando el objetivo es perder.
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