A Rusia con amor
No es un remake de From Russia with love (Desde Rusia con amor), la adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica de la novela de Ian Fleming del mismo t¨ªtulo sobre las andanzas del agente 007, Sean Connery, en la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica. Pero Barack Obama ha tratado de escenificar en su reciente viaje a Mosc¨² el papel del polic¨ªa bueno que trata de conseguir una normalizaci¨®n de relaciones con los antiguos malos, los del "imperio del mal", como los defini¨® en su primer mandato su antecesor de la Casa Blanca, Ronald Reagan. A Rusia con amor podr¨ªa haber sido el lema de su viaje. Y los rusos le han recibido con gran inter¨¦s y exquisita cortes¨ªa. Siempre lo han hecho con presidentes americanos, incluso en los periodos m¨¢s conflictivos de la guerra fr¨ªa. ?Faltar¨ªa m¨¢s! Pero, sus argumentos en pro de la democratizaci¨®n del sistema, el respeto a los derechos humanos y la libertad de expresi¨®n y manifestaci¨®n han hecho poca mella, no s¨®lo en quien de verdad manda en la Federaci¨®n Rusa, el nuevo zar Vlad¨ªmir Putin, sino entre el ciudadano medio de la antigua URSS. Buena prueba de ello son los sondeos de los organismos demosc¨®picos rusos que mayoritariamente muestran una desconfianza gen¨¦tica de la poblaci¨®n rusa hacia Estados Unidos y la cort¨¦s, pero fr¨ªa, recepci¨®n a su discurso en la occidentalizada Nueva Escuela de Econom¨ªa, donde lo ¨²nico que provoc¨® una verdadera ovaci¨®n fueron los elogios dedicados por Obama al jugador ruso de hockey del Washington Capitals, Alexander Ovechkin. Un discurso, por cierto, que ninguna de las cadenas de televisi¨®n, todas en manos gubernamentales, retransmiti¨® en directo.
Obama jug¨® en Mosc¨² el papel de 'poli bueno' que intenta normalizar la relaci¨®n con los 'malos'
Obama no sali¨® de Mosc¨² con las manos vac¨ªas. Es verdad. Consigui¨® algo muy importante en el plazo inmediato: permiso para que los aviones americanos que transportan tropas y armas con destino a Afganist¨¢n puedan sobrevolar el espacio a¨¦reo ruso con el consiguiente ahorro de tiempo y d¨®lares. Rusia no pierde nada con esta aparente cesi¨®n. Apoya sus propios intereses estrat¨¦gicos entre los que no est¨¢ precisamente, por razones obvias, un Afganist¨¢n en manos talibanes, que alentar¨ªa las aspiraciones separatistas de las minor¨ªas musulmanas rusas. (Recu¨¦rdese el trato ruso a los musulmanes de Chechenia). Y llegamos a lo que ha sido presentado como el gran logro del periplo ruso de Barack Obama: el tema de la reducci¨®n de armas nucleares de las dos potencias que acumulan el 90% del armamento nuclear del mundo, un tema sobre el que el presidente americano no ha improvisado. Desde su ¨¦poca de estudiante en la Universidad de Columbia y en sus a?os de senador, Obama ha expuesto en art¨ªculos y conferencias su deseo de ver un mundo libre de armas at¨®micas. Ya lo apunt¨® hace dos meses en Praga, aunque reconoci¨® que era un sue?o que, probablemente, no lo ver¨ªa realizado en vida. Noble prop¨®sito compartido por todos los gobernantes y los pueblos del mundo. Salvo, de momento, por dos pa¨ªses, Corea del Norte e Ir¨¢n, empe?ados, el primero en consolidarse como potencia at¨®mica, y el segundo, en alcanzar la capacidad nuclear.
Margaret Thatcher dec¨ªa durante las conversaciones de desarme con la URSS en los ochenta que "el problema con la energ¨ªa at¨®mica es que no se pod¨ªa desinventar". Corea del Norte, Ir¨¢n y otros Estados que seguir¨ªan la peligrosa senda emprendida por Pyongyang y Teher¨¢n, si persisten en su empe?o, parecen dar la raz¨®n a la baronesa Thatcher. Estados Unidos y Rusia han firmado un "memorando de entendimiento" (memor¨¢ndum of understanding), no un acuerdo propiamente dicho, para reducir en un tercio, y en un espacio de siete a?os, sus cabezas nucleares y sus sistemas de lanzamiento en tierra, submarinos y bombarderos estrat¨¦gicos. Es una excelente noticia, que esperemos que en ese lustro largo pueda materializarse en un tratado solemne, que sea ratificado por el Senado americano y la Duma rusa. Hay demasiados antecedentes de buenos prop¨®sitos similares fracasados principalmente por los desacuerdos entre Mosc¨² y Washington sobre el tema de la verificaci¨®n. Y, sobre todo, lo que me ha parecido poco generoso por parte del presidente estadounidense es su nula referencia a los esfuerzos similares protagonizados por sus antecesores desde Richard Nixon que firm¨® con el l¨ªder sovi¨¦tico Le¨®nidas Breznev el primer Tratado de Limitaci¨®n de Armas Estrat¨¦gicas (SALT I, en su acr¨®nimo ingl¨¦s) en 1969, al que siguieron el SALT II suscrito por Jimmy Carter y Breznev en 1979, el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Medio (INF) de 1987 entre Ronald Reagan y Mija¨ªl Gorbachov, el primer START de julio de 1991 (Bush padre y Gorbachov) y el m¨¢s ambicioso suscrito por Bush hijo y Vlad¨ªmir Putin en mayo de 2002 por el que ambas potencias se compromet¨ªan a reducir sus arsenales en dos tercios.
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