Italia: con una buena siesta se pasa todo
Cualquiera que ame Italia y disfrute del singular privilegio de no estar involucrado directamente en uno de sus mil juegos de poder, se ve obligado a asistir a una enfermedad grav¨ªsima. Es la democracia misma, la m¨¢s hermosa expresi¨®n de Italia desde la unidad del pa¨ªs, la que va siendo mellada mientras repetidas infiltraciones de cortisona inhiben la visibilidad de la devastaci¨®n de sus rasgos. La carcoma que est¨¢ corroyendo Italia es el berlusconismo.
Lo que en realidad tiene m¨¢s importancia no es si el actual presidente del Gobierno frecuenta chicas menores de edad como Noemi, o prostitutas por la noche y prelados durante el d¨ªa, sino el hecho de que haya much¨ªsimos italianos que lo desconocen. Hace aproximadamente dos meses y medio que una parte de Italia est¨¢ al corriente de las amistades nocturnas y juerguistas del Cavaliere y que de ello se ocupa la prensa internacional, pero son muchos los que nada saben y quienes, por lo tanto, no pueden valorarlo. Si uno pasea por una capital de provincias cualquiera, no tarda en percatarse de que las costumbres del presidente del Gobierno no s¨®lo no son conocidas, sino que, una vez explicadas, no resultan cre¨ªdas. Los argumentos son de este tipo: "Una persona como ¨¦l ?c¨®mo va a irse de putas!". La provincia italiana, sin embargo, sigue sana cuando afirma indignada que: "?Irse de putas es algo inmoral!", e, invitada a informarse en Internet, promete: "?Lo har¨¦, no le quepa duda!".
Hay muchos italianos que desconocen los esc¨¢ndalos de Berlusconi y otros que no se los creen
La mayor¨ªa no se percata de haber contra¨ªdo la met¨¢stasis de la corrupci¨®n
Quienes responden as¨ª son los j¨®venes de la fiebre del s¨¢bado noche, que trabajan como obreros, artesanos o aprendices: las nuevas generaciones que pueden vivir sin informaci¨®n cotidiana o que, como mucho, se nutren del Telediario de la primera cadena de la RAI. Y es aqu¨ª donde el problema democr¨¢tico enlaza con el conflicto de intereses que ve a Berlusconi como propietario directo de tres redes televisivas nacionales (Canale 5, Rete 4 e Italia 1), a las que hay que a?adir otras dos p¨²blicas bajo su influencia gubernativa (RAI 1 y RAI 2), as¨ª como el influjo que la presidencia del Gobierno puede desplegar sobre otras redes privadas en virtud del r¨¦gimen de concesiones p¨²blicas (La 7). Tambi¨¦n la invitaci¨®n dirigida a los empresarios para que se abstengan de contratar publicidad con el diario que m¨¢s insiste en la indagaci¨®n sobre las fiestas berlusconianas (La Repubblica) posee vigor porque proviene del presidente del Gobierno.
Por otro lado, entre los italianos que "saben", un porcentaje no menor considera que las amistades del presidente del Gobierno son un asunto privado, es decir, no merecedor de tanta insistencia publicitaria, y no particularmente reprochable. Son aquellos que recuerdan que en las instituciones han sido elegidos gays embarazosos, estrellas del porno p¨²blicamente ligeras de ropa y transexuales que dudan ante la puerta del ba?o. Son esos que dicen sentirse orgullosos de un presidente con tanta testosterona.
Algunos detalles, hist¨®ricos incluso, de esos precedentes ni se les pasan por la cabeza y se consuelan con el criterio de lo menos malo.
El conjunto de estas dos categor¨ªas de italianos, entre quienes no saben y quienes se consuelan, constituye la mayor¨ªa y permite a Silvio Berlusconi responder a preguntas sobre sus costumbres que ¨¦l es as¨ª y que los italianos lo valoran positivamente en un 61%. Pero esa mayor¨ªa no se percata de haber contra¨ªdo la met¨¢stasis de la corrupci¨®n.
Es esa corrupci¨®n de la permisividad total que desde la esfera p¨²blica anega la esfera privada, permitiendo que c¨®nyuges infieles se toleren sin que se llegue nunca a clarificaci¨®n alguna, y haya tantos hijos desorientados sin que nadie se pregunte nunca por las razones de su insatisfacci¨®n. Es esa corrupci¨®n que se difunde con la impaciencia ante las reglas; con la violaci¨®n constante de los l¨ªmites de velocidad y de los derechos de los peatones, vistos definitivamente como meros bolos que derribar; que admite el aparcamiento en doble fila o sobre las aceras. Es esa corrupci¨®n que niega a los tutores y a los docentes la autoridad del Estado porque las instituciones universitarias y hospitalarias exhiben en sus nombramientos un clientelismo m¨¢s all¨¢ de toda decencia. Es esa corrupci¨®n que se complace en la evasi¨®n fiscal y vende su propio voto electoral; que construye abusivamente confiando en una condonaci¨®n que antes o despu¨¦s llegar¨¢. ?Si aprueban el escudo fiscal para los ricos, c¨®mo no van a aprobar la condonaci¨®n para dos ladrillitos en la playa!
De mentira en mentira, las patra?as de Estado se extienden en cualquier frente, sin consideraci¨®n alguna hacia todo lo que no sea el poder como fin en s¨ª mismo y el propio inter¨¦s. El rechazo de los africanos tiene lugar sin una m¨ªnima selecci¨®n de quien pueda optar al derecho de asilo, suscitando la alarma internacional: ?qu¨¦ m¨¢s da? Hay elecciones y la Liga Norte debe reivindicar su propia banderita sobre la piel de los m¨¢s pobres del mundo. Y, en su estela, el Cavaliere se queja de que Mil¨¢n se ha vuelto una ciudad africana. Despu¨¦s, al d¨ªa siguiente, va a estrechar la mano a Obama. ?Qu¨¦ pod¨ªa esperarse m¨¢s all¨¢ de un caf¨¦?
La corrupci¨®n de las costumbres vuelve desde la esfera privada a la p¨²blica y apenas da tiempo a que se aten¨²e la presi¨®n de la prensa sobre el Noemigate cuando otros esc¨¢ndalos se proponen a la atenci¨®n p¨²blica. Berlusconi ha sido acusado de haber pagado el falso testimonio del abogado ingl¨¦s David Mills en un proceso sobre dinero negro que parece conducir a quien fue elegido por tercera vez como presidente del Gobierno en abril de 2008. Lo primero que hace el Parlamento de los designados por los partidos (no de los elegidos por el pueblo) es votar con fulminante rapidez una ley que deja indemne el presidente del Gobierno ante procesos penales en curso: la ley pasa a la historia come Laudo Alfano por el nombre del ministro de justicia que la ha propuesto. El proceso Mills se divide en dos ramas: la que ata?e a Mills ha concluido hace poco con la condena del abogado; la que ata?e a Berlusconi se interrumpe con la remisi¨®n del Laudo Alfano al Tribunal Constitucional, que ya anul¨® un procedimiento an¨¢logo, el Lodo Schifani, hace pocos a?os. La Corte establece la discusi¨®n de la constitucionalidad del Lodo Alfano para el pr¨®ximo mes de octubre. Entretanto, dos de los 15 jueces de la Corte se re¨²nen para cenar a mediados de mayo con el ministro Alfano y el presidente Berlusconi en casa de uno de esos magistrados. Estalla el esc¨¢ndalo debido a la inoportunidad de que quien es juzgado se siente a la mesa con su juez, pero este ¨²ltimo, con toda raz¨®n, evoca la misma justificaci¨®n esgrimida por Berlusconi sobre sus fiestas: "En mi casa yo hago lo que quiero". Casi como si la dignidad institucional fuera un uniforme de trabajo.
El caso es que no se ve, en la oposici¨®n, a nadie que pueda remontar la ladera. El Partido Democr¨¢tico naci¨® bajo una p¨¦sima estrella: la uni¨®n de cat¨®licos y de la izquierda para lo ¨²nico que ha servido es para llevar la cabellera de esta ¨²ltima a la otra orilla del T¨ªber (el Vaticano). Cualquier problem¨¢tica en el ¨¢mbito de los derechos civiles y morales queda oscurecida ante la imposibilidad de guardar coherencia entre la obediencia clerical y la laicidad social, con lo que acaba por diluirse en la desorganizaci¨®n y en el silencio un patrimonio de firmeza ¨¦tica que hab¨ªa sido elevado a emblema y orgullo. Quienes han dilapidado de esa manera tal patrimonio han perdido toda credibilidad ante los ojos de los viejos simpatizantes y la izquierda vuelve a verse tan carente de liderazgo que se ve obligada a recurrir, no sin pendencias, al recambio generacional. Tampoco el justicialismo popular al estilo de Di Pietro da se?ales de ser un sustituto equilibrado de esas virtudes.
El presidente de la Rep¨²blica solicit¨® una tregua para el G-8. Es dif¨ªcil pensar en una invitaci¨®n dirigida a la prensa. No es del estilo de Napolitano. M¨¢s f¨¢cil es suponer que haya querido evitar otro error de la magistratura como el del 1994, cuando en pleno G-7 contra la criminalidad le lleg¨® al Cavaliere el aviso de inculpaci¨®n por corrupci¨®n enviada por "Manos limpias".
Un cambio profundo s¨®lo podr¨¢ llevarse a cabo recuperando los puntos cardinales de la democracia. Antes que nada, la informaci¨®n. Bajo el lema de "conocer para poder discutir". En caso contrario, el sue?o de las conciencias nos har¨¢ cantar como Enzo Jannacci hace ya algunos a?os: "Y hay quien dice... con una buena siesta todo se te pasa, hasta el c¨¢ncer".
P. D.: Rigoletto: El libertino duque de Mantua (Berlusconi) atenta contra la virtud de Gilda (Italia), hija de Rigoletto (los italianos), con la complicidad de los cortesanos, a quienes Rigoletto se dirige con la conocida aria Cortigiani, vil razza dannata... La cosa acaba con Gilda que muere entre los brazos de Rigoletto al haberse sacrificado para permitir que el duque de Mantua, de quien se ha enamorado, sobreviva al atentado organizado por el propio Rigoletto.
Shukri Said es secretaria de la Asociaci¨®n Migrare. Traducci¨®n de Carlos Gumpert.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.