?Otro verano caliente en el C¨¢ucaso?
Mosc¨² presenta a Saakashvili como el Hitler del C¨¢ucaso ?Aceptar¨¢n tal planteamiento la Uni¨®n Europea y Estados Unidos para mejorar sus relaciones con Rusia? Est¨¢ en juego la independencia de Georgia
Una pregunta descabellada asalta al viajero nada m¨¢s salir del espacio comunitario: ?existe la Uni¨®n Europea? Para Washington, es una especie de ovni cuyo n¨²mero de tel¨¦fono busca en vano su Departamento de Estado desde la ¨¦poca de Kissinger. Para Mosc¨², no es sino una tribuna televisiva; los reg¨ªmenes se suceden desde Gromiko, pero perdura la convicci¨®n de que s¨®lo cuentan las potencias cl¨¢sicas: Reino Unido, Francia y, por encima de todas, Alemania, durante mucho tiempo un enano pol¨ªtico, pero siempre un gigante econ¨®mico. En cuanto a los historiadores, se muestran dubitativos: las relaciones entre De Gaulle y Adenauer tuvieron sus altibajos, lo mismo que la pareja Kohl-Mitterrand, y las rencillas Londres-Par¨ªs-Bonn (luego Berl¨ªn) no dejaron de ocupar titulares durante d¨¦cadas. La divisi¨®n europea ante la crisis econ¨®mica queda patente en una competencia donde deber¨ªa haber convergencia.
Algunos temen que el Ej¨¦rcito ruso organice alguna provocaci¨®n para poder intervenir
El gas es ahora para Putin un arma tan poderosa como un arsenal disuasivo
La Comunidad Europea de los seis, lo mismo que la de los 15, s¨®lo super¨® sus discrepancias at¨¢vicas e ideol¨®gicas asumiendo retos limitados, pero concretos y cruciales. Principalmente dos. El primero fue la resistencia a la expansi¨®n estalinista. El segundo, la voluntad de acabar con un belicismo econ¨®mico causante de dos conflictos mundiales (de ah¨ª el pool carb¨®n-acero, testigo de una cooperaci¨®n franco alemana in¨¦dita). ?Aquella aventura es cosa del pasado? Los "valores comunes" han quedado seriamente en entredicho desde el momento en que un ex canciller socialdem¨®crata (Schr?der) ocup¨® la direcci¨®n de Gazprom, tan s¨®lo un mes despu¨¦s de haber sido desalojado de su canciller¨ªa. Imaginen el entusiasmo de la mitad de Europa que se helaba en enero de 2009 porque el Kremlin decidi¨® recurrir al chantaje energ¨¦tico. ?Acaso protest¨® el se?or Schr?der cuando su nuevo jefe amenaz¨® con cortar el gas a sus conciudadanos (v¨ªa Ucrania)? No que yo sepa. Y sigue amasando millones. ?Corrupci¨®n o convicci¨®n? Seguramente ambas cosas le empujaron a vilipendiar a la Georgia independiente cuando el Kremlin la desmembr¨® mediante la anexi¨®n (apenas disimulada) de dos de sus provincias y salt¨¢ndose los acuerdos de alto el fuego firmados con Nicolas Sarkozy, el emprendedor presidente de Europa. Cabr¨ªa objetar que la mediocre codicia del ex canciller no puede estigmatizar al conjunto de la UE. Pero es que Schr?der sigue siendo una autoridad moral de izquierda para la opini¨®n p¨²blica alemana, que respeta al amigo Putin y tiene al presidente georgiano, Mija¨ªl Saakashvili, por un desequilibrado peligroso.
Al t¨¦rmino de una breve estancia en Georgia -imaginen la Toscana, un mar que s¨®lo tiene de negro el nombre, las nieves eternas y, por si fuera poco, una de las capitales m¨¢s bellas del mundo, favorita de los poetas rusos perseguidos (que se lo pregunten a L¨¦rmontov)-, me repito que si el hecho de no ceder ante el d¨²o Putin-Medv¨¦dev es un s¨ªntoma de alienaci¨®n mental, los cuatro millones de georgianos est¨¢n tan locos como su presidente. En todo caso, est¨¢n demasiado orgullosos de su nueva libertad y demasiado enamorados de su cultura para plegarse ante un imperio de 140 millones de almas. Los georgianos conservan recuerdos dolorosos: las purgas masivas organizadas por Stalin, Beria y Ordjonikidze (cauc¨¢sicos ignominiosos) liquidaron a m¨¢s de uno de cada 10 ciudadanos. Y siguen teniendo buenas razones para inquietarse. Durante 70 a?os de dominaci¨®n sovi¨¦tica, los huertos, el comercio y el mercado negro cauc¨¢sicos alimentaron a un Mosc¨² y un Leningrado hambrientos; he aqu¨ª por qu¨¦ los en¨¦rgicos consejos de Rusia en materia de econom¨ªa y democracia s¨®lo suscitan iron¨ªa.
Pese a ser el objetivo de una oposici¨®n vehemente y heterog¨¦nea -y probablemente m¨¢s vehemente cuanto m¨¢s heterog¨¦nea-, cuyo ¨²nico programa es la partida incondicional del presidente, Saakashvili aguanta. Al fin y al cabo fue elegido democr¨¢ticamente en unas elecciones supervisadas por la OSCE (Organizaci¨®n para la Seguridad y la Cooperaci¨®n en Europa) y se est¨¢ esforzando en construir -y esto es una gran novedad en el espacio ex sovi¨¦tico y, en particular, en el cauc¨¢sico- una rep¨²blica que no sea corrupta (esfuerzo del que dan fe los observadores internacionales). ?Por qu¨¦ iba a ceder ante una minor¨ªa? ?Por qu¨¦ no iba a llegar hasta el final de su mandato, como ocurre entre nosotros? El presidente georgiano deja que sus opositores se manifiesten, intenta negociar y gana por desgaste. Durante los ¨²ltimos meses, su popularidad ha subido del 53 al 65%, seg¨²n los institutos de sondeo independientes e internacionales. Claro est¨¢ que la oposici¨®n tiene su parte de raz¨®n y que es una necesidad reconocida en democracia, pero su intolerancia juega en su contra, m¨¢xime cuando los medios de comunicaci¨®n rusos la amplifican al presentar a Saakashvili como el Hitler del C¨¢ucaso (Medv¨¦dev). Cuando m¨¢s grande sea la mentira, m¨¢s impresionar¨¢ a las canciller¨ªas... No estar¨ªa mal que en el reino de Putin existiese una oposici¨®n que dispusiera de peri¨®dicos, de dos cadenas de televisi¨®n y del inusitado privilegio de bloquear a su antojo las grandes arterias, as¨ª como la entrada a los edificios oficiales, plantando jaulas de hierro cubiertas con pl¨¢sticos blancos, la mayor¨ªa completamente vac¨ªas (las he visto con mis propios ojos), y todo eso durante dos meses y sin que la polic¨ªa restablezca la circulaci¨®n para no ofender a los manifestantes. ?Cu¨¢ntos minutos tardar¨ªa en ser detenido el valiente que desplegase su tienda ante el El¨ªseo? Eso por no hablar de la Plaza Roja, donde a nadie se le ocurrir¨ªa so?ar con intentarlo.
La Georgia independiente debe sobrevivir al verano de 2009. El Ej¨¦rcito ruso se instal¨® el a?o pasado a 30 kil¨®metros de Tbilisi; es decir, a una hora de tanque por la autopista. Los nubarrones se acumulan: grandes maniobras militares, imprecaciones medi¨¢ticas, veto ruso en el Consejo de Seguridad para interrumpir las misiones de los observadores neutrales. La ONU y la OSCE han liado el petate. Quedan 200 observadores de la UE, desautorizados en el lado "ruso", que no pueden sino constatar las agresiones de los francotiradores rusos contra los polic¨ªas georgianos.
Un analista militar moscovita, Felgenhauer, teme que, aprovechando la ausencia de testigos internacionales, el estado mayor ruso organice alg¨²n embrollo-provocaci¨®n que sirva como pretexto para atacar y satisfacer su deseo m¨¢s caro: "colgar a Saakashvili por las pelotas" (V. Putin). Al fin y al cabo, en 1940, Alemania se lanz¨® contra Polonia exhibiendo a dos desventurados guardias fronterizos polacos sospechosos de "invadir" el III Reich. Illarionov, consejero de Putin hasta 2006, comparte esos temores. Dif¨ªcil de prever, Serguei Kovaliov, el compa?ero de Saj¨¢rov, me ha disuadido de seguir haciendo c¨¢balas: "No te canses, los amos de Rusia no son estrategas, ajustan sus cuentas d¨ªa a d¨ªa, piensan en sus propios intereses y planifican su din¨¢mica de g¨¢nsteres a un mes vista, o a un a?o". Pero los actuales jefes del Kremlin nunca perdonar¨¢n al joven l¨ªder georgiano su crimen de occidentalismo. El deseo de libertad puede resultar tan contagioso...
?Conseguir¨¢n la Uni¨®n Europea y Obama contener las ambiciones at¨¢vicas y los caprichos de Mosc¨²? ?O comprar¨¢n una tranquilidad falaz y precaria sacrificando la independencia de Georgia? Lo que est¨¢ en juego no son esos tesoros espirituales actualmente despreciados -derechos humanos y libertad-, sino la independencia de Europa. Su independencia energ¨¦tica es decisiva, pues el gas es ahora para Putin un "arma" tan poderosa como un arsenal disuasivo. Les aconsejo que disfruten en YouTube de una canci¨®n popular entonada por un coro militar moscovita cuyo estribillo resume el "radiante futuro" que nos prepara Gazprom: "?Europa tiene problemas con nosotros? Le cortaremos el gas. Una amplia sonrisa nacer¨¢ en nuestros semblantes y la felicidad no nos abandonar¨¢ nunca...". Y lo mismo respecto a Ucrania y sus deseos de integrarse en la OTAN, y respecto a las fuerzas norteamericanas y al mundo entero. Y el p¨²blico est¨¢ encantado.
Si cae Tbilisi, no habr¨¢ forma de esquivar a Gazprom ni de garantizarnos un acceso aut¨®nomo a las riquezas gasistas y petrol¨ªferas de Azerbaiy¨¢n, Turkmenist¨¢n y Kazajst¨¢n. En cuanto a la credibilidad mundial de Barack Obama, quedar¨¢ por los suelos. M¨¢s vale estar prevenidos, una parte de nuestro futuro se decide en la dulce abulia de nuestras vacaciones estivales.
Andr¨¦ Glucksmann es fil¨®sofo franc¨¦s. Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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