La vida sin tiempos muertos
El ocio se ha convertido en un espacio tan ocupado como el laboral en el que no se deja cabida al aburrimiento - El exceso de actividades de los ni?os merma la creatividad y la reflexi¨®n
"Me aburro". Repetida como el mantra del verano, es la queja cotidiana de un ni?o en vacaciones, enfrentado de repente a horas en blanco tras meses de actividad fren¨¦tica, de madrugones, clases y extraescolares. Contra el aburrimiento poco pueden los campamentos, las ma?anas en la piscina, los innumerables artilugios electr¨®nicos del paisaje dom¨¦stico -desde Internet a las consolas, pasando por la tele o los m¨®viles-, ni siquiera las pantallas de DVD que muchos coches incorporan ya para hacer m¨¢s llevaderos los desplazamientos. El "me aburro" es una tortura para los padres, que se sienten obligados a llenar todos y cada uno de los ratos de ocio del menor como si fuera responsabilidad suya tambi¨¦n que el ni?o est¨¦ continuamente entretenido.
Muchos est¨ªmulos que reciben los ni?os bloquean sus sentidos
La sobrecarga de actividades tambi¨¦n favorece el hast¨ªo
El ¨¦xito de las redes sociales tiene que ver con la necesidad de hablar
Entre los adultos est¨¢ mal visto perder el tiempo en el fin de semana
El 'turismo activo' prima en las ofertas de viajes sobre el de tumbona
El ocio se usa como marca de clase social: de un viaje ex¨®tico a irse al pueblo
S¨®lo el 3,5% de los j¨®venes dice que no se ha aburrido en los ¨²ltimos meses
Algunos internautas se comunican todo el rato sin nada que decirse
Pero tampoco los mayores se libran de experimentar cierto hast¨ªo en su tiempo libre. El ocio, conquista social, un derecho fruto de la limitaci¨®n de la jornada de trabajo, es para muchos un pozo sin fondo, porque, m¨¢s que un espacio para la recuperaci¨®n o construcci¨®n personal, se ha convertido en un bien de consumo, con una oferta permanente en la que, de manera similar a la naturaleza, en la que la funci¨®n crea el ¨®rgano, m¨¢s posibilidades generan m¨¢s y m¨¢s necesidades.
Como en otros muchos ¨¢mbitos, la calidad y la cantidad del tiempo libre dependen tanto del estilo de vida habitual como de una buena administraci¨®n y gesti¨®n del mismo. Por eso hay una relaci¨®n directa entre las actividades del curso y la aparente frustraci¨®n -en forma de hartazgo, de insatisfacci¨®n o tiempos muertos- que puede generar un prolongado periodo de vacaciones. Porque s¨ª, pese a la abundancia de est¨ªmulos exteriores, los ni?os se aburren. "Se aburren precisamente por eso, porque tienen todo el tiempo ocupado, pautado, y en un tiempo muerto no saben qu¨¦ hacer", explica Angustias Rold¨¢n, psicoterapeuta y profesora de Psicolog¨ªa Cl¨ªnica Infantil y Adolescente de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid. "No s¨®lo es el aburrimiento, ahora los ni?os est¨¢n estresados, los padres los apuntan a todo, pensando que lo est¨¢n haciendo mal si el ni?o se aburre, y no es as¨ª en absoluto. No podemos solucionar su aburrimiento jugando siempre con ellos", advierte.
Aviso para padres superados por la letan¨ªa del "me aburro": el aburrimiento, lejos de ser una condena inapelable, tiene tambi¨¦n aspectos positivos. "Es bueno porque estimula la creatividad; ayuda al ni?o a observar, a reflexionar, a imaginar, a crear. Antes nos invent¨¢bamos juegos con un palo y unas piedras; ahora, en cambio, todo est¨¢ pautado y el margen de creatividad es m¨ªnimo. Adem¨¢s, la sobrecarga de actividades tambi¨¦n favorece el aburrimiento. El tiempo muerto es un espacio en el que el ni?o aprende a estar consigo mismo, as¨ª gana autonom¨ªa y no depende tanto de cosas externas, como horarios o actividades impuestas, o de los mayores", subraya Rold¨¢n.
Cuando hablamos de aburrimiento, lo hacemos tambi¨¦n de otros suced¨¢neos como embotamiento, malestar vago e indefinido, hast¨ªo, monoton¨ªa, aislamiento, ensimismamiento: sensaciones que seg¨²n los psic¨®logos definen el estado opuesto al entretenimiento. Pero en lugar de remediarlo con profusi¨®n de est¨ªmulos o actividades, la receta consiste en prescribir calidad. "Muchos de los est¨ªmulos que reciben los ni?os son apabullantes, lejos de desplegar los sentidos los bloquean. Si pensamos, por ejemplo, en la televisi¨®n, a menudo, se produce un asedio por dos sentidos -vista y o¨ªdo- que dejan al ni?o desprovisto de parte significativa de su actividad mental. A la larga, como la televisi¨®n se lo da casi todo hecho, se reduce la imaginaci¨®n y es probable que cuando no est¨¦ frente a la peque?a pantalla le cueste m¨¢s hallar actividades gratificantes. ?sta es una de las consecuencias del uso abusivo de los medios audiovisuales, algo que por otra parte hace una parte considerable de los menores en Espa?a", asegura Valent¨ªn Mart¨ªnez-Otero, psic¨®logo y profesor de la Universidad Complutense de Madrid. En Espa?a, los ni?os ven de media la televisi¨®n 218 minutos al d¨ªa (3:40 horas). No existen datos de cu¨¢nto se incrementa el consumo en vacaciones.
No hay un prototipo de ni?o aburrido, como tampoco un car¨¢cter especial o una circunstancia concreta que predisponga a los menores a aburrirse. "No tengo ninguna evidencia de que las caracter¨ªsticas de la personalidad o el sexo tengan la menor influencia en el aburrimiento, aunque s¨ª es cierto que los chicos m¨¢s activos, cuando no tienen nada que hacer, se aburren con mayor facilidad que los m¨¢s tranquilos", asegura el psic¨®logo Jes¨²s Ram¨ªrez Caba?as, que aconseja "organizaci¨®n familiar" a la hora de encarar el amplio par¨¦ntesis vacacional de los menores. ?Cu¨¢l es la receta? "Planear una serie de actividades diarias que incluyan un repaso a las materias vistas durante el curso, y otras de car¨¢cter m¨¢s l¨²dico, como los juegos de ordenador y de consola, controlando que no sea un tiempo excesivo. Es conveniente que haya cambios de actividad lo m¨¢s continuos posibles", recomienda este psic¨®logo educativo.
Los ni?os y los adolescentes se aburren de manera distinta. "Los adolescentes nunca te dir¨¢n que se aburren", apunta Angustias Rold¨¢n; "para los ni?os la clave est¨¢ en jugar, para los adolescentes, en hablar. Pero el aburrimiento en los adolescentes es el mismo, aunque con unos componentes distintos". La necesidad de hablar explica tal vez el ¨¦xito de las redes sociales de comunicaci¨®n, aunque la mayor parte de las veces ¨¦sta se reduzca a la emisi¨®n de gorjeos (tweets, que da nombre a una de las m¨¢s usadas, Twitter, significa eso en ingl¨¦s) en forma de unos pocos caracteres con una transmisi¨®n de informaci¨®n m¨ªnima.
El ocio ocupa el 28% de la jornada diaria de los espa?oles de 15 a 24 a?os, seg¨²n el estudio Panorama de la sociedad 2009 de la Organizaci¨®n para la Cooperaci¨®n y el Desarrollo Econ¨®mico (OCDE), que recoge datos relativos a 2006 y 2007. Para la mayor¨ªa de los j¨®venes espa?oles de 15 a 29 a?os, el ocio parece adem¨¢s ser un fin en s¨ª mismo, a juzgar por el sondeo de 2009 sobre la juventud espa?ola del Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas (CIS): para el 46,9%, el tiempo libre se sit¨²a por encima de la sexualidad en el orden de preferencias; el disfrute del sexo ocupa un discreto segundo plano, con el 40,9%. Un tercio del total del ocio diario lo ocupa la televisi¨®n, seg¨²n el estudio de la OCDE; poco m¨¢s o menos, el equivalente al 30,9% que los j¨®venes de 15 a 29 a?os declaraban dedicar a ello en el sondeo Cifras J¨®venes, del Instituto de la Juventud, hace casi una d¨¦cada, en 2001.
Alguna mente aviesa podr¨ªa f¨¢cilmente establecer una inequ¨ªvoca relaci¨®n causa-efecto entre el abundante consumo televisivo y el aburrimiento en el tiempo libre, pero ¨¦ste, igual que la satisfacci¨®n, no deja de ser una percepci¨®n subjetiva. Tambi¨¦n lo es la experiencia de la rutina, que deriva a menudo en el aburrimiento -y que, por tanto, invadir¨ªa tambi¨¦n el tiempo ocupado-, aunque en teor¨ªa son dos cosas bien distintas. "Aunque hay cierta asociaci¨®n entre aburrimiento y rutina, cabe se?alar que el aburrimiento es sobre todo un estado personal y la rutina una actividad exteriorizada. La rutina est¨¢ condicionada por las actividades cotidianas que realizamos, pero en parte depende de uno mismo", se?ala Mart¨ªnez-Otero. "Se puede estar muy aburrido aunque se var¨ªen las actividades y se pueden encontrar motivos de distracci¨®n en la cotidianidad, pero, en efecto, es m¨¢s f¨¢cil aburrirse cuando las actividades realizadas son siempre las mismas".
Todas las opiniones recabadas remiten a una conclusi¨®n, la de que conviene acabar con la mala prensa del aburrimiento porque, adem¨¢s de inevitable, tambi¨¦n puede resultar positivo (o cuando menos, a veces, reparador). Pero en la pr¨¢ctica no resulta tan sencillo, porque el ocio se ha convertido en un bien de consumo obligatorio. Por ejemplo, entre los mayores est¨¢ a¨²n peor visto que en los ni?os desperdiciar las horas libres sin hacer nada; una cierta sensaci¨®n de culpa se adue?a de quien, el lunes, no puede desplegar ante los compa?eros de trabajo el abanico de actividades desarrolladas durante el fin de semana.
Tanto para los j¨®venes como para los adultos -y cada vez m¨¢s para los ni?os- "el ocio ya no es un tiempo muerto que se llena, sino una opci¨®n m¨¢s de consumo", advierte el soci¨®logo Antonio L¨®pez, de la Universidad Nacional de Educaci¨®n a Distancia (UNED), que establece un paralelismo entre el horror vacui que a muchos les provoca el ocio -y por ende la necesidad de llenar hasta el ¨²ltimo minuto de actividades- con el uso compulsivo del m¨®vil, "ese hablar, y hablar, y hablar, y no decir nada". "La gente busca una experiencia instant¨¢nea, una satisfacci¨®n inmediata, a ser posible fuerte, como una cogorza r¨¢pida en el caso de muchos j¨®venes, pero eso no te aporta nada", subraya el soci¨®logo. El dolce far niente, aquello de tumbarse a la bartola y pensar en las musara?as, ha pasado a la historia por el imperativo productivo del ocio. Un ejemplo, la oferta de turismo activo, cada vez m¨¢s frecuente en los programas de las agencias de viajes o en Internet, se supone que para evitar la tentaci¨®n de la tumbona y la mente en blanco. Pero ?hay algo de malo en relajarse? ?No puede producir tambi¨¦n estr¨¦s un ocio demasiado movido?
Puede que la respuesta est¨¦ en el hecho de que el ocio mueve tambi¨¦n una industria, la de "gente y servicios en funcionamiento las 24 horas del d¨ªa, ma?ana, tarde y noche, para satisfacer nuestras necesidades", se?ala L¨®pez. "Cada vez hay m¨¢s tendencia a la programaci¨®n de la vida ajena, por ejemplo, la teleprogramaci¨®n ofrecida por las 'agencias de la diversi¨®n oficial', con lo cual un buen n¨²mero de personas se convierten en presas de la inhibici¨®n y la pasividad", considera el psic¨®logo Mart¨ªnez-Otero.
La variable econ¨®mica del ocio conlleva otra de estratificaci¨®n social. "El ocio nos especifica y nos estratifica socialmente. Por eso muchos j¨®venes hacen botell¨®n igual que muchos adultos se apuntan a un club deportivo, como un marcador social", como un elemento definidor, en suma, de la grey a la que se pertenece. El ocio, en suma, entendido como s¨ªmbolo de estatus social, como lo catalog¨® el economista estadounidense Thorstein Veblen a finales del siglo XIX en La teor¨ªa de la clase ociosa.
Antonio L¨®pez apunta una tercera dimensi¨®n del ocio que, ¨¦sta s¨ª, incide en su faceta de "mecanismo para la realizaci¨®n interior". Pero para ello, para que el ocio "te realice personalmente y te enriquezca", son necesarias "habilidades personales y culturales". "Es m¨¢s razonable un ocio maduro", bromea el profesor de la UNED desde la atalaya de sus "cuarenta y tantos"; lo contrario, la acumulaci¨®n de actividades sin freno, "no es m¨¢s que una repetici¨®n de actos adictivos, casi obsesivos". Pero, ya sea de calidad o a granel, lo cierto es que el ocio es una indudable necesidad, como demuestra el hecho de que sea un indicador para medir el desarrollo de las sociedades, presente desde el Programa de Desarrollo de la ONU al citado estudio de la OCDE; el ¨²ltimo escal¨®n de la pir¨¢mide de necesidades humanas teorizada por Abraham Maslow en los a?os cuarenta del pasado siglo.
En la encuesta sobre ocio y tiempo libre del Instituto de la Juventud (2001) s¨®lo el 3,5% de los encuestados declaraba haber estado "aburrido" en los ¨²ltimos tres meses. El grado de satisfacci¨®n con respecto al propio tiempo libre es en general bueno: el 25,2% se declara "muy satisfecho" y el 51,6%, "bastante satisfecho". Pero existen amplios colectivos donde el ocio no es una opci¨®n personal ni de consumo, sino antes bien un lujo te¨®rico (es el caso de los mayores, los parados, los presos), y otros en los que el tiempo arrastra una percepci¨®n m¨¢s subjetiva si cabe (los enfermos y los convalecientes, por ejemplo). S¨®lo en un n¨²mero muy reducido de casos, el aburrimiento es patol¨®gico, es decir, un claro s¨ªntoma de alguna patolog¨ªa como la depresi¨®n. "La instalaci¨®n en el aburrimiento, la incapacidad de disfrutar, eso que en psicolog¨ªa llamamos anhedonia, puede estar asociada muchas veces a una patolog¨ªa depresiva", recuerda el psic¨®logo Mart¨ªnez-Otero.
Ni?os, adolescentes, j¨®venes y adultos se enfrentan al ocio desde circunstancias diferentes pero, en el fondo, de una manera bastante parecida: con la meta de la satisfacci¨®n personal. Pero ?qu¨¦ sucede con las mujeres? ?Hay hueco para el ocio en su doble jornada laboral? Por la conciliaci¨®n de la vida laboral con la familiar, las mujeres saben distinguir muy bien entre dos conceptos que, a priori, pueden parecer sin¨®nimos (y que puede que s¨ª lo sean para el resto de la humanidad): tiempo libre y ocio. Si el resto de la humanidad puede disfrutar de horas muertas, o fastidiarse con ellas, las mujeres deben conformarse con unas pocas horas sueltas en las que el apetito de satisfacci¨®n personal est¨¢ casi siempre supeditado a la atenci¨®n y al cuidado de lo privado, es decir, de lo familiar.
El estudio de la OCDE alerta de las ostensibles diferencias de g¨¦nero que se dan en el ocio: las mujeres espa?olas disfrutan de 50 minutos menos al d¨ªa que los hombres, es decir, casi 13 d¨ªas menos al a?o. Pero encierra tambi¨¦n alguna trampa de concepto, como por ejemplo clasificar el "cuidado personal" dentro del ocio (en Espa?a, las mujeres le dedican a diario 20 minutos m¨¢s que el hombre); la segunda, y definitiva, es no reflejar la distinci¨®n entre tiempo libre (es decir, no laboral) y ocio. Cualquier mujer trabajadora, con cargas familiares, sabe muy bien que se trata de conceptos -y realidades- distintas. "Si hay un ocio para las mujeres -y especialmente para aquellas que son madres-, se trata de un ocio dedicado a la familia, al c¨®nyuge, los hijos o cada vez m¨¢s a los mayores a su cargo", subraya Nuria Chinchilla, profesora del IESE y miembro del comit¨¦ ejecutivo de la Comisi¨®n Nacional para la Racionalizaci¨®n de los Horarios en Espa?a. "El ocio no es simplemente no hacer nada, sino hacer algo que te enriquezca, formarte, etc¨¦tera", a?ade Chinchilla, quien alerta del pernicioso modelo imperante en la gesti¨®n del tiempo: "Estamos generando ni?os adictos a la actividad", reflejo de la ajetreada vida de los mayores, "modelada por imperativo de las empresas y de unos horarios imposibles".
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