El pez volador espa?ol
Rafael Mu?oz lleva media hora intentando explicar por qu¨¦ ha dedicado toda su vida a nadar los 100 metros mariposa. Ha sido casi un mon¨®logo. Tiene el pelo mojado, pero el cloro de la piscina donde ha estado entren¨¢ndose no le ha endurecido la piel, que parece un trozo de terciopelo. Hace un silencio. Mira el reloj. Dice que se le hace tarde. Pero no parece dispuesto a marcharse sin antes encontrar un argumento que le convenza. Mueve sus hombros, gruesos como mortadelas, en un gesto de resignaci¨®n, y hace un ¨²ltimo esfuerzo. Como si necesitase explicarse a s¨ª mismo 14 a?os de autodisciplina consagrada a las carreras: "Al final, todos vamos a terminar comidos por los gusanos".
En el primer milenio antes de Cristo, los griegos honraron a los individuos r¨¢pidos porque observaron que en ellos se manifestaban los dioses de un modo peculiar. Esta forma de religiosidad pervive en nuestros d¨ªas con m¨¢s fuerza que nunca. Los protestantes la incorporaron con gran eficacia a su cultura del trabajo y, por contagio, la poblaci¨®n de los pa¨ªses industrializados lleva dos siglos intentando demostrar al resto de la humanidad que vivir velozmente tiene saludables consecuencias morales.
"en el agua me siento libre. Pero la nataci¨®n de ¨¦lite me impide estar con mi gente"
"a m¨ª me gusta mucho dormir. mi r¨¦cord est¨¢ en 18 horas seguidas, para so?ar"
"Nunca me interes¨® el mundo de los nadadores y no me averg¨¹enzo de ello"
Hoy la casu¨ªstica de la rapidez alcanza l¨ªmites que los antiguos griegos no imaginaron. Uno de sus efectos m¨¢s modernos son las listas de r¨¦cords. Hay cientos. Pero s¨®lo en el deporte conservan un poco de la trascendencia espiritual que le dieron los griegos al esfuerzo. Por ejemplo, en la nataci¨®n. Existen 34 formas ol¨ªmpicas de batir r¨¦cords mundiales disputando carreras en una piscina. Nadar 100 metros con la t¨¦cnica de la mariposa es una de esas disciplinas. Se trata de batir las piernas imitando la cola de un delf¨ªn y, simult¨¢neamente, empujarse con ambos brazos, como si fuesen alas, sobre la superficie. Es el estilo m¨¢s esot¨¦rico. Exige un dominio profundo de las dem¨¢s t¨¦cnicas porque es una combinaci¨®n de todas ellas. S¨®lo los nadadores m¨¢s fuertes y coordinados lo ejecutan con precisi¨®n. Suelen ser protestantes porque la nataci¨®n es un deporte propio de pa¨ªses de ese ¨¢mbito sociocultural. Las excepciones son raras. Rafa Mu?oz, que es de C¨®rdoba, es una de ellas.
El 25 de abril, con 21 a?os reci¨¦n cumplidos, estableci¨® la segunda mejor marca de la historia: 50,46 segundos.
Oficialmente, los cronometrajes de las carreras de mariposa empezaron a registrarse en 1953. El primero en inscribir su r¨¦cord fue Giorgy Tumpek, de la prestigiosa escuela de Budapest, que hizo la distancia en 1m 03,04s. Le sigui¨® Albert Wiggis, de New Haven. Luego Takashi Ishimoto, japon¨¦s de Kochi. Y Lance Larson, californiano de Monterrey Park, antes del ef¨ªmero Frederick Schmidt, de Evanston (Illinois). En 1962 hubo un par¨¦ntesis extra?o. Un nadador latino, el argentino Luis Nicolao, nacido en Buenos Aires, pero residente en California, recort¨® el tiempo hasta dejarlo en 57 segundos redondos. El neoyorquino Douglas Russell pegar¨ªa un tajo de cuatro segundos a esa marca en 1967. Despu¨¦s reinar¨ªa Mark Spitz, la leyenda de Modesto (California). Y tras ¨¦l, Joe Bottom, otro californiano. Y el sueco Arvidsson, de Finspang. Y los tejanos William Paulus y Matt Gribble. Y el alem¨¢n Michael Gross. Y Pablo Morales, de Chicago. Y Denis Pankratov, de Volvogrado. Y Michael Klim, polaco nacionalizado australiano. Y Andry Serdinov, de Ucrania. Y ya entrado en este siglo, Michael Phelps, el superdotado de Baltimore, que estuvo en la vanguardia de la disciplina con 51,47. Hasta que, un d¨ªa del verano de 2005, Ian Crocker, de Maine, consigui¨® su fastuoso 50,40. El vigente r¨¦cord mundial.
Basta con repasar la lista para comprobar que Rafa Mu?oz es harina de otro costal. Contiene once estadounidenses, un h¨²ngaro, un japon¨¦s, un alem¨¢n, un australiano, un ruso, un sueco, un ucranio y un argentino que se forj¨® como especialista compitiendo para la Universidad de Stamford, en California.
La n¨®mina es el reflejo de la distribuci¨®n de la nataci¨®n de ¨¦lite a lo largo de la historia. Hasta hace poco, para destacarse en este deporte hab¨ªa que ser estadounidense, ciudadano del bloque sovi¨¦tico,?? tener una educaci¨®n calvinista o pertenecer a una sociedad con una profunda ¨¦tica del trabajo, como Jap¨®n.
A Rafael Mu?oz, la historia de la nataci¨®n le importa un bledo. "Nunca me interes¨® el mundo de los nadadores y no me averg¨¹enzo", dice.
"Soy un despreocupado", abunda. "Nunca he visto un partido de f¨²tbol por la tele. No me interesa la historia del deporte. Si Phelps se sabe los nombres de sus predecesores, a lo mejor es porque ha hecho historia y se siente culpable. No s¨¦. Yo soy bastante curioso para las cosas que quiero. Soy preguntador. Pero de lo que no me interesa no pregunto". Michael Phelps, el nadador m¨¢s grande de todos los tiempos, ha hecho historia. Pero Rafa Mu?oz tambi¨¦n permanecer¨¢ en los libros para la posteridad. La diferencia es que el cordob¨¦s parece actuar en otro nivel de conciencia. Es el primer nadador m¨ªstico que se recuerda.
El 4 de abril, el d¨ªa que igual¨® a Phelps con 50,58, durante el Abierto de Espa?a, sali¨® de la piscina absorto. Parec¨ªa triste. Acababa de incorporarse a la lista de los m¨¢s grandes de todos los tiempos, hab¨ªa hecho algo que ning¨²n espa?ol hab¨ªa conseguido nunca, pero sus pensamientos vagaban por otros contornos. Tampoco sab¨ªa qui¨¦n ten¨ªa el r¨¦cord mundial que ¨¦l mismo amenazaba. ?Crocker? ?Tal vez Phelps? "Ni idea", dijo. "No me preocupa. Ahora, para m¨ª, lo importante es nadar".
Dice que para ¨¦l lo importante es nadar, pero que la nataci¨®n como actividad de relevancia social le resulta indiferente. ?Qu¨¦ le interesa entonces? Responde que la pesca submarina. Y que la bicicleta. Y, sobre todo, dormir.? "A m¨ª me gusta mucho dormir", asegura; "mi r¨¦cord son 18 horas seguidas".
"Lo que m¨¢s me gusta en la vida, aparte de nadar, es so?ar", contin¨²a; "nadie te puede privar de so?ar. Es lo mejor que hay. Pero no me gusta so?ar con el deporte, ni con la nataci¨®n, sino con cosas personales. Yo no tengo grandes ambiciones".
Dicen que los seguidores de Pit¨¢goras se pasaban d¨ªas durmiendo, en una especie de trance. Rafa Mu?oz hace algo parecido cada vez que regresa a C¨®rdoba.
"Yo me cri¨¦ en C¨®rdoba, en el barrio de Cruz Conde", se?ala, "que es una zona muy tranquila y muy chiquitita donde todo el mundo se conoce".
Cruz Conde es la cl¨¢sica barriada andaluza de los sesenta. Edificios de siete plantas, departamentos de 70 metros cuadrados, setos de romero, bar Las Abejorreras, mercadillo por las ma?anas y chiringuito churrero a plena producci¨®n. As¨ª hagan 30 grados.
Entre Cruz Conde y la vieja juder¨ªa de C¨®rdoba est¨¢ el club Navial. Hay que hacer un esfuerzo para encontrarlo. El Navial, acr¨®nimo de Club Nataci¨®n Vista Alegre, tiene su sede en la sala de la asociaci¨®n de vecinos de la plaza de Vista Alegre, n¨²mero 5. El gabinete no mide m¨¢s de 30 metros cuadrados. Est¨¢ alquilado. Lo mismo que las tres calles de la piscina de 25 metros del Polideportivo Municipal Vista Alegre que el club arrienda al Ayuntamiento de C¨®rdoba por 3.000 euros al mes. All¨ª se entrenan 170 nadadores de todas las edades. "Parece una olla de garbanzos", se?ala Mar¨ªa Jos¨¦ Ca?ete, la directora deportiva, para explicar c¨®mo se ve su piscina en las horas punta. De ah¨ª sali¨® Rafael Mu?oz.
Ni de Jap¨®n, ni de Volgogrado, ni de California. Tampoco de Barcelona, como manda la tradici¨®n espa?ola. La aparici¨®n de Rafa Mu?oz en C¨®rdoba convierte su caso en algo parecido a un accidente sociol¨®gico.
El 5 de abril, representando al club Navial en el Abierto de Espa?a, bati¨® el r¨¦cord mundial de 50 metros mariposa con una marca de 22,43 segundos. El resultado fue el primer aviso de que algo extraordinario estaba a punto de suceder. El 25 de abril confirm¨® las expectativas. Durante el Abierto de Francia, en Montpellier, nad¨® los 100 metros en 50,46 segundos. No fue la carrera m¨¢s r¨¢pida de la historia por seis cent¨¦simas. La mitad del tiempo que dura un parpadeo.
Los 50,46 segundos lo sit¨²an en un territorio al que s¨®lo han accedido dos hombres. ?l y un chico l¨¢nguido y rubio llamado Ian Crocker.?
En el verano de 2005, en una piscina prefabricada en una isla del r¨ªo San Lorenzo, frente a Montreal, Ian Crocker hizo 50,40 segundos en la final de 100 mariposa de los Mundiales de Nataci¨®n. La haza?a lo convirti¨® en el hombre m¨¢s veloz de la historia en esta modalidad. Un cl¨¢sico. Decir 50,40 y recordar a Crocker es, para un aficionado a la nataci¨®n, el equivalente a mencionar a Laurence Olivier en el Old Vic.
Ni siquiera Michael Phelps ha podido ser m¨¢s r¨¢pido.
Como Phelps, a los cinco a?os Rafa Mu?oz era hiperactivo. Para desahogarlo, su madre, una funcionaria, lo llev¨® al club Navial a un curso de nataci¨®n. Los entrenadores detectaron que ten¨ªa condiciones naturales para deslizarse en el agua sin esfuerzo y, con ocho a?os, lo llevaron al primer campeonato de Andaluc¨ªa para alevines. "Fue mi primera competici¨®n oficial", recuerda, "y despu¨¦s de calentar, mir¨¦ la piscina de 50 metros y dije: 'Aqu¨ª me ahogo'. Me asust¨® lo grande que era. En cuanto escuch¨¦ el pitido de salida me ech¨¦ para atr¨¢s. Me baj¨¦ del poyete y sal¨ª corriendo. Siempre me valor¨¦ poco. Quiz¨¢ ¨¦se sea uno de mis problemas".
Hace un a?o, cuando acudi¨® a los Juegos Ol¨ªmpicos de Pek¨ªn, sufri¨® una crisis de autoestima.
En Pek¨ªn se encontr¨® muy raro. Ven¨ªa de conquistar dos campeonatos de Europa j¨²nior y un par de medallas en el Europeo de Eindhoven. El ranking le anunciaba como un finalista. Pero, una vez en China, se le acumularon el v¨¦rtigo del acontecimiento, el exotismo del escenario, un desenga?o amoroso reciente y una repentina oleada de dudas existenciales. Se sinti¨® solo y desamparado. "Perd¨ª la sensaci¨®n en el agua y la necesidad de ganar", recuerda. Su participaci¨®n ol¨ªmpica result¨® testimonial. Se clasific¨® en el puesto 30 tras nadar su serie en 52,53 segundos. Acab¨® en las gradas aplaudiendo a Phelps. Como un extra?o.
"Desde los siete a?os he vivido para entrenar", recuerda; "hasta que volv¨ª de los Juegos de Pek¨ªn no par¨¦ de nadar".
Entonces par¨®.
Despu¨¦s de cinco a?os de exilio entre Madrid y Barcelona, concentrado en centros de alto rendimiento, regres¨® a C¨®rdoba para hacer lo que hab¨ªa a?orado desde hac¨ªa tanto tiempo: descansar en familia y compartir los d¨ªas con los amigos de la infancia. Se plante¨® retirarse. Estaba harto de la nataci¨®n.
"Quer¨ªa vivir como una persona normal", dice. "Me instal¨¦ en casa de mis padres. Me levantaba, quedaba con mis amigos, cog¨ªa la bici, iba al club, ve¨ªa a la gente, sal¨ªa por la noche, de un lado a otro? Volv¨ªa a casa. Y dorm¨ªa 15 horas. As¨ª estuve un mes. Una tarde me levant¨¦ y pens¨¦: '?Aqu¨ª todos los d¨ªas son iguales!'. Y decid¨ª marcharme".
Mar¨ªa Jos¨¦ Ca?ete y Marimar Gamito, sus entrenadoras de la infancia, le recomendaron que se pusiera en manos de Romain Barnier. Este t¨¦cnico pasa por ser el gur¨² de la velocidad en la nataci¨®n contempor¨¢nea. Tiene su cuartel general en la piscina del C¨ªrculo de Nadadores de Marsella. Desde all¨ª se ha convertido en una referencia mundial. Cuando Rafa Mu?oz fue a visitarlo, acompa?ado de sus dos entrenadoras, se encontraba ocho kilos por encima de su peso en Pek¨ªn. Los potajes de habichuelas de su abuela, sazonados con chorizo, morcilla y bacon, y los huevos fritos, que siempre come de tres en tres, por una man¨ªa, le hab¨ªan redondeado el abdomen. Se sinti¨® avergonzado y procur¨® que la camiseta le tapara el excedente. Barnier observ¨® la inquietud del chico. "No te preocupes", le dijo, "que conmigo no vas a perder ni uno de los kilos que has ganado. Los vas a convertir en m¨²sculo".
Al ver que el espa?ol se mostraba dubitativo, Barnier, altivo y tenso, lo cogi¨® y le espet¨®: "T¨² eres capaz de nadar los 100 mariposa en 49 segundos".
Barnier defiende una tesis que, hasta ahora, el resto de los entrenadores contraindicaron. El franc¨¦s obliga a sus nadadores a pasar m¨¢s tiempo en el gimnasio de pesas que en el agua. La teor¨ªa cl¨¢sica dice que la fuerza derivada de las pesas se traduce en una densidad muscular, un volumen corporal y una carga que para alguien que quiera flotar resulta un plomo. Sin embargo, los nadadores de Barnier van m¨¢s r¨¢pido. Eso hizo Rafa Mu?oz, para asombro de los t¨¦cnicos espa?oles que siguieron su evoluci¨®n. Adem¨¢s de hincharse como un b¨²falo, en s¨®lo seis meses logr¨® transferir la potencia al agua. Lo normal habr¨ªa sido un hundimiento. Pero recort¨® dos segundos a su mejor tiempo en 100 metros. Pas¨® de ser el n¨²mero 30 en Pek¨ªn a nadar m¨¢s r¨¢pido que Phelps.
Desde diciembre de 2008, cuando no est¨¢ en la piscina bajo la supervisi¨®n de Barnier, Rafa vive solo en un pisito de Marsella, durmiendo o comi¨¦ndose el coco. Se ve la cara p¨¢lida en el espejo y recuerda a sus amigos morenos de tanta playa, de tanto sol. De vez en cuando lo asaltan ataques de melancol¨ªa. "El agua me da sensaci¨®n de libertad", explica. "En el agua siento que hago lo que quiero. Pero la nataci¨®n de ¨¦lite no me permite estar con mi gente. Muchas veces me digo: 'Joder, mi vida es una mierda".
"Muchos tienen su casa a 15 kil¨®metros del trabajo", lamenta. "Yo la tengo a 1.500. Cuando un nadador termina su vida activa, con 28 a?os, se da cuenta de todo lo que ha perdido. Los amigos, la novia? Mil cosas que te hacen sentir culpable. Puedes arrepentirte toda tu vida. Porque al fin y al cabo esto no te va a dar de comer. A los 28 a?os, por m¨¢s que tenga un pedazo de papel que ponga que tengo el r¨¦cord del mundo, no me van a decir: 'Vale, tienes toda la raz¨®n'. Lo ¨²nico que puedes hacer con ese papel es limpiarte el culo".
Desde que asombr¨® al mundo con sus marcas durante el Abierto de Espa?a, Rafa Mu?oz empez¨® a escuchar voces cr¨ªticas que asociaban su rendimiento al ba?ador que usaba, el mono de polipropileno del fabricante italiano Jaked. Este tipo de trajes, empleados por todos los nadadores de ¨¦lite desde 2008, ha hecho un da?o dif¨ªcil de remediar a la credibilidad del deporte. Ya no se sabe hasta d¨®nde llega el nadador y hasta d¨®nde llega la tecnolog¨ªa. La federaci¨®n internacional, la FINA, s¨®lo ha intervenido para contribuir al desconcierto con decisiones ambiguas. En medio de la controversia, la autoestima de Rafa Mu?oz ha ca¨ªdo en uno de sus habituales baches. "No quiero hablar del ba?ador", dice. "Nadie valora lo que he hecho".
La inminencia de los Mundiales de Roma, donde se enfrentar¨¢ a Phelps, ha convertido su piso de Marsella en un lugar m¨¢s cargado de tensi¨®n, si cabe. Cuando lo atrapa la ansiedad, lo que hace es llamar a su entrenadora de la infancia, la ruda Marimar Gamito, que se pone al tel¨¦fono en C¨®rdoba con vocaci¨®n permanente de apoyo psicol¨®gico:
-?T¨² eres un capullo!
La calurosa voz de Marimar le devuelve, si no a la realidad, a la calma. As¨ª se olvida de que sus m¨²sculos servir¨¢n para alimentar gusanos. Se tranquiliza, apaga la luz y hace lo que hac¨ªa Pit¨¢goras para comunicarse con los dioses del inframundo: dormir hasta curar el alma. Durante 18 horas si es preciso. O hasta batir ese r¨¦cord.?
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