El triunfo del Macarra Chic
De la estirpe de Elvis, Rod Stewart y Freddy Mercury, proletarios triunfadores vestidos como chulos de lujo, Cristiano Ronaldo ha desembarcado en Madrid. El h¨¦roe cinematogr¨¢fico de todos ellos es Tony Manero
Si ha le¨ªdo bien el t¨ªtulo, pensar¨¢ que se trata de un imposible. El Chic, aunque no tenga una definici¨®n acad¨¦mica, es un algo et¨¦reo m¨¢s bien cercano a la sofisticaci¨®n y, en cambio, lo Macarra tiene tres definiciones acad¨¦micas, siendo una de ellas la de una persona que se viste de manera vulgar y haciendo otra referencia a la actitud violenta, hostil de una persona. Pero gracias a Cristiano Ronaldo, el jugador m¨¢s caro de la historia de nuestro f¨²tbol, ambas definiciones parecieran encontrar un puente y crear el Macarra Chic.
En Cristiano Ronaldo son mucho m¨¢s elegantes sus m¨²sculos que su manera de vestir. Para el macarra, ese chico de barrio que ambiciona liderar, su cuerpo es un arma de guerra. Cristiano lo viste remarcando su desnudez. Sus prendas superiores e inferiores son inexorablemente ce?idas. El pelo va cubierto por una visera de color femenino y colocada al rev¨¦s. En el est¨ªo, el pantal¨®n pasa a ser un hot pant que habr¨ªa ruborizado a los ¨¢ngeles de Charlie. Sobre cualquier superficie, un logo, mientras m¨¢s mejor, porque el hombre multimarca implica un poder adquisitivo ilimitado.
El cultivo del torso, la ropa ajustada, las cadenas, la depilaci¨®n: ¨¦sta es su est¨¦tica
Se mezclan elementos afines a la er¨®tica gay con otros propios de la virilidad m¨¢s hirsuta
Esta descripci¨®n determina el Macarra Chic, una rebeld¨ªa proletaria que avanza como referente mundial en la piel del jugador m¨¢s caro de la historia: voy a vestirme como un rico sin perder un ¨¢pice de mis or¨ªgenes populares y exhibir¨¦ mis chuler¨ªas como medallas de mis triunfos. El Macarra Chic, igual que Cristiano Ronaldo, no tiene miedo a ser juzgado. Disfruta su ¨¦xito, no da explicaciones. Por eso se atreve a mezclar femenino con masculino, oro con plata, macarra con chic.
Para Cristiano Ronaldo, el primer referente del Macarra Chic es Robbie Williams; para la historia es Elvis Presley. Elvis empleaba el tup¨¦, el agitar de la cadera, la ropa ajustada, 60 a?os antes que Cristiano Ronaldo. La pol¨ªtica de los estudios cinematogr¨¢ficos de entonces consigui¨® domesticar ese var¨®n hipertenso y gustoso de atrapar sus carnes en pantalones y chaquetas de piel. Eliminado el tup¨¦ y la piel, Elvis se entreg¨® a la lentejuela y los pasos de kung fu en sus interminables conciertos de Las Vegas. A partir de ¨¦l vinieron continuadores como Rod Stewart y Marc Bolan.
Rod Stewart es todav¨ªa m¨¢s macarra porque nunca ha dejado de revalidar su procedencia proletaria, rode¨¢ndose de mujeres en piscinas en formas de ¨®rganos vitales, residiendo en Los ?ngeles, ti?¨¦ndose y card¨¢ndose el pelo, jam¨¢s renunciando a los pantalones-malla, una muy nocturna voz ronca, una serie de amores rotos y la sensaci¨®n general de que el mundo le rebota y su rebeld¨ªa sigue paralela a su incorruptible vulgaridad. En el caso de Marc Bolan, una de las figuras fulgurantes del glam rock, de nuevo sus or¨ªgenes eran populares pero su visi¨®n, una mezcla de sexualidad y plumas a lo Mae West con una agresividad hooligan. Bolan muri¨® en un accidente de tr¨¢nsito, minada su peculiar personalidad por el abuso de coca¨ªna. Su heredero, aunque no reconocido como tal, fue Freddie Mercury, el l¨ªder de Queen, vitr¨ªolico y autor de esa canci¨®n que cualquier campo de f¨²tbol tararea como suya: We are the champions. La muerte de Mercury por sida traspas¨® la antorcha del Macarra Chic a los raperos de los noventa y los nuevos ricos rusos de la misma d¨¦cada, adoradores del llamado bling-bling: todo lo que brille -diamantes, acero, oro, plata, aluminio...- se puede combinar con ropa hiper-cara, cuajada de logos.
El Macarra Chic jam¨¢s olvida su m¨²sculo proletario, porque es lo que le ha llevado a alcanzar la riqueza y separarse de su entorno sin perderlo. Tony Manero es un personaje de ficci¨®n, interpretado por John Travolta en Fiebre del s¨¢bado noche, la pel¨ªcula que bautiz¨® una era, la Disco, y encumbr¨® el horterismo masculino. Tony Manero se viste como usted jam¨¢s quisiera ser descubierto: trajes blancos con camisa negra, zapatos de charol, punta afilada y tac¨®n cubano. Su pelo es una coraza de gomina, laca y cardado. El cuello de la camisa se abre en pronunciada V y ense?a vello y cadena de oro. Es una negaci¨®n del caballero tradicional y al mismo tiempo una revoluci¨®n masculina. Su ambici¨®n es abandonar Brooklyn y conquistar la ciudad de Manhattan, al otro lado del r¨ªo. Para hacerlo, tiene un talento: bailar como nadie. Tony Manero es el padre de Cristiano Ronaldo, que se viste siguiendo el mismo criterio de exageraci¨®n, rebeld¨ªa y alteraci¨®n de lo tradicionalmente masculino. En los 32 a?os que les separan, Cristiano Ronaldo ha sucumbido a la depilaci¨®n absoluta, convirti¨¦ndose en el gran palad¨ªn para generaciones futuras de esta pr¨¢ctica erradicadora atribuida a los gladiadores y atletas de Roma y Grecia. Para mayor curiosidad, la depilaci¨®n masculina inici¨® su supremac¨ªa actual en los noventa con Jeff Stryker, la primera estrella porno gay, hoy retirado y devenido en padre de familia. Cristiano cambia el colgante de oro por uno de vinculaci¨®n religiosa, volviendo el accesorio en algo m¨¢s at¨¢vico, fetichista.
Al contrario que Tony Manero, que termina confinado a bailar hasta envejecer en discotecas ef¨ªmeras, Cristiano Ronaldo se convierte en el hombre m¨¢s caro del mundo al entrar en un club de f¨²tbol de fama mundial. El club intentar¨¢ refinar el Macarra Chic, olvidando que es como cortarle el cabello a Sans¨®n. De momento ha validado a Jorge Valdano como un nuevo profesor Higgins, aquel que consigui¨® reiterar el mito de Pigmalion en otra hija de la vulgaridad llamada Eliza Doolitle. Valdano es el Higgins del Cristiano-Doolitle, y ¨¦ste ha reaccionado al reto vistiendo para su primera rueda de prensa una americana de color marr¨®n. Un caballero, ya se sabe, jam¨¢s viste marr¨®n, una de las m¨¢s conocidas arbitrariedades de la moda. Pero all¨ª estaba Ronaldo, intentando eliminar sus fotos con la visera rosada y los mini-shorts estranguladores. La jugada estil¨ªstica podr¨ªa haber sido gol si no fuera porque su cuerpo demostr¨¢base inc¨®modo bajo esas prendas de se?orito equivocado.
Para el club el dilema no es nuevo, lo vivi¨® tambi¨¦n con David Beckham. Beckham, al igual que Cristiano Ronaldo, es un var¨®n a quien el f¨²tbol convierte en estrella y millonario. El primer Beckham es un chico t¨ªmido con cresta, luego un juguete de estilistas y, tras el cruce con una superstar pop como su esposa Victoria, inicia el irresistible ascenso hacia la celebridad y su propio c¨®digo de vestir. Se les perdonan sus exageraciones, porque ¨¦l y ella son los primeros en reconocerlas. Brillantemente, se apoderan de una palabra que permite camuflar sus respectivos Macarra Chic. La palabra es metrosexual.
La metrosexualidad de Beckham tiene varias cosas en com¨²n con Cristiano Ronaldo y antecesores: la estimulaci¨®n del torso masculino como objeto del deseo, el pelo como escudo, tanque y lanza, y la depilaci¨®n como ritual diferenciador. Aunque su ida del Real Madrid fuera m¨¢s bien traum¨¢tica, es innegable que el efecto gal¨¢ctico consigui¨® acercar a Beckham a los trajes, el esmoquin y hasta la bufanda de algod¨®n fino para el verano, civilizando en el ¨ªnterin tambi¨¦n a su esposa.
Valdano en su rol de Higgins y el equipo devenido en laboratorio civilizador, lo tendr¨¢n m¨¢s dif¨ªcil con Cristiano. Aterriza soltero en una ciudad repleta de personas acostumbradas al sol, el calor, la poca ropa y considerar el estilo una cuesti¨®n de extremos: o lo tienes o no lo tienes. No existe una escuela de formaci¨®n sino un ej¨¦rcito de estilistas, una raza urbana nacida en los a?os noventa antes de la debacle econ¨®mica actual, que tienen como religi¨®n acumular prendas sobre cualquier individuo.
Valdano podr¨ªa empezar por intentar que Cristiano vea My fair lady, a riesgo de que el jugador asuma el reto como una afrenta a su virilidad, algo que siempre sucede con los impulsores del Macarra Chic: la inherente contradicci¨®n de su estilo est¨¢ basada en mezclar inconscientemente elementos afines a la er¨®tica gay con iguales propios de la m¨¢s hirsuta de las virilidades. Pero el Macarra Chic tiene ya demasiadas ra¨ªces para extraerlo. Cristiano Ronaldo puede que cambie los shortcitos por los trajes, pero ¨¦stos ser¨¢n de sedas brillantes, con solapas arbitrarias, los relojes ser¨¢n grandes, el bling-bling conseguir¨¢ colarse por cualquier pliegue. Mientras m¨¢s le orienten a la discreci¨®n de la camisa blanca, la corbata unicolor y el traje azul marino con zapatos negros, Cristiano conseguir¨¢ la forma de afilar esos zapatos, hacer brillar la corbata, permitirse un diamante en el ojal. Bajarse de coches car¨ªsimos con una camisa rota. ?sa es su fuerza, su maravilla. El triunfo del Macarra Chic.
Boris Izaguirre es escritor venezolano
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