Sortilegio m¨¢gico en tres minutos
John Fogerty salda su deuda, tras cuatro d¨¦cadas sin tocar en Madrid
De entrada, un buen raca-raca guitarrero. Para que nadie se lleve a enga?o. Estrofa con gancho. Estribillo irresistible en torno al t¨ªtulo de la obra. Guitarrazo (opcional) en la transici¨®n. Estrofa y estribillo se repiten otro par de veces. Total: tres minutos escasos. Y punto.
Varias generaciones llevan a?os buscando con denuedo la f¨®rmula secreta de la canci¨®n redonda, ese m¨¢gico sortilegio por el que un pu?ado de versos, tres o cuatro acordes y una buena historia se quedan adheridos para siempre a los pliegues de la memoria colectiva. Har¨ªan bien en retroceder cuatro d¨¦cadas en el cronograma de la m¨²sica popular y repasar esos manuales de rock urgente y fibroso que son los discos de la Creedence Clearwater Revival. Definitivamente, aquel tipo, John Cameron Fogerty, dominaba el misterio insondable de los tres minutos. Vaya que s¨ª. Y hasta dispon¨ªa de plan B, cuando hay solos guitarreros de por medio. En tal caso, pasamos de tres minutos a seis y las piezas siguen encajando.
El l¨ªder de la Creedence se exhibi¨® tocando un ¨¦xito tras otro
A las 21.38 de ayer tarde, cuando Fogerty plant¨® su cuerpo serrano en el centro del escenario Puerta del ?ngel, salud¨® en ingl¨¦s cerrad¨ªsimo y atac¨® los primeros acordes de Hey tonight, m¨¢s de uno pens¨® que Madrid acababa de resolver una injusticia hist¨®rica. El rock sure?o pilla relativamente lejos de la Casa de Campo, pero que el viejo fundador de la CCR a¨²n no hubiera pisado esta ciudad, tras cuarenta y alg¨²n a?os devorando carreteras, entraba dentro de lo inconcebible. La culpa habr¨¢ que repartirla entre las dos partes, cierto. Pero tras escuchar de corrido Have you ever seen the rain?, Keep on chooglin' (con chorreo de arm¨®nica incluido) y Born on the bayou entran ganas de muchas cosas. Y ninguna tiene nada que ver con los reproches.
A Fogerty le ha perseguido la controversia (en su vida le acechan los abogados casi m¨¢s que las mujeres) y nunca destac¨®, que digamos, por una vocaci¨®n de reciclaje camale¨®nico. Su ¨²ltimo disco, Revival (2007), sigue sonando, faltar¨ªa m¨¢s, a la Creedence. Pero en estos tiempos contemporizadores y de mercadotecnia sesuda, conviene recordar que este tipo californiano entreg¨® ocho discos con su banda entre 1968 y 1972. Todos inclu¨ªan algo de morralla, pero la profusi¨®n de talento fue tal que todav¨ªa ahora se recuerda como un prodigio.
A sus 64 a?os, Fogerty se hace escoltar hoy por sus Fireworks, un sexteto algo m¨¢s que rocoso que a ratos dispone de cuatro guitarras escupiendo decibelios. Para que no quepa duda de por d¨®nde van los tiros: rock pantanoso, blues flam¨ªgero, country-rock hirsuto. Y un bater¨ªa, Kenny Aronoff, que azota los parches con el ensa?amiento de un poseso irreversible.
Con un historial como el de Fogerty, no queda m¨¢s remedio que encadenar un ¨¦xito tras otro. A cada nueva descarga, un bosque de manos alborozadas se elevaban pidiendo m¨¢s. En realidad, s¨®lo se ech¨® en falta Centerfield, un tema fant¨¢stico que cay¨® en desgracia cuando George W. Bush revel¨® que ocupaba un lugar de privilegio en su iPod.
Las entradas costaban entre 45 y 60 euros, un puyazo para las finanzas dom¨¦sticas, pero los Veranos vivieron su primer gran revent¨®n: m¨¢s de 3.000 espectadores. Los momentos hist¨®ricos tienen estas cosas: cuestan caros.
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