Eduardo Chamorro, periodista y escritor
Admirador de Benet, trabaj¨® en el estreno de 'Cambio 16'
Escritor y periodista de ¨¦poca, como se dice de algunos toreros que dejan su marca, Eduardo Chamorro -fallecido a causa de un c¨¢ncer el 13 de julio, a los 63 a?os, en Madrid, donde naci¨® en 1946- proced¨ªa de la acreditada escuela de Pisuerga, en la colonia de El Viso, donde se?oreaba el admirado Juan Benet. All¨ª coincid¨ªa una y otra tarde con Antonio Mart¨ªnez Sarri¨®n El Moderno, con Javier Mar¨ªas, con el letrado Moreno, con Manuel Matji y con tantos otros. En aquella plaza, al calor del roce con los colegas de aspiraciones, de las afinidades electivas, de las broncas monumentales y del alcohol generoso de las mejores etiquetas, acab¨® por cobrar afici¨®n a la escritura y afin¨® sus gustos literarios, de James Joyce en adelante.
En aquel tiempo, acababa de hacer su aparici¨®n el semanario Cambio 16, rompiendo el aire viciado, de cerrado y sacrist¨ªa, en el que se asfixiaba el r¨¦gimen franquista. El editor de Cambio 16, Juan Tom¨¢s de Salas, tra¨ªa de su exilio de Par¨ªs y de sus anteriores compromisos universitarios con el Felipe de Julio Cer¨®n ideas de otro periodismo.
La oportunidad
Chamorro se incardin¨® all¨ª como Francisco Cerecedo Cuco, Ignacio ?lvarez Vara Barquerito, Rom¨¢n Orozco, Juby Bustamante, Jos¨¦ Comas, los hermanos Alga?araz, Silvia Odoriz, Andr¨¦s Carabantes o la Curryveydile. Era 1974 y sonaron los clarines de la flebitis. Franco, al que apenas se le conoc¨ªa una lipotimia, hubo de ser hospitalizado. Y Cambio 16 tuvo as¨ª su gran oportunidad. Las cr¨®nicas pol¨ªticas de Pepe Oneto eran cinema verit¨¦ en contraste con el lenguaje de madera de los diarios nacionales, incapaces de procesar la enfermedad de Franco. ?Cu¨¢ntas noches, Eduardo, aguantando en La Marquesita de El Pardo en vigilia period¨ªstica!
La tirada del semanario pas¨® de 12.000 ejemplares a m¨¢s de 120.000 en s¨®lo unas semanas, la publicidad se sum¨® al ¨¦xito y as¨ª aquella aventura editorial precaria se instal¨® en la prosperidad y enseguida en el despilfarro. A esa nueva situaci¨®n supo adaptarse con habilidad Eduardo Chamorro. Cambio 16 era un prestigio. Encarnaba el nuevo periodismo. Supon¨ªa una ruptura ling¨¹¨ªstica que anticipaba la ruptura democr¨¢tica que vendr¨ªa despu¨¦s. Eduardo Chamorro estaba en la redacci¨®n pero se aplicaba al principio que hab¨ªa enunciado el inolvidable On¨¦simo Anciones, seg¨²n el cual "las noticias no vienen a la redacci¨®n, hay que ir a buscarlas a los bares".
Nunca fingi¨® que era pianista en un burdel, aunque historias de burdeles hab¨ªa escuchado contar a su maestro Juan Benet, a prop¨®sito de sus andaduras cuando Tiempo de silencio, mucho antes de su ruptura con Mart¨ªn Santos. Para Eduardo Chamorro, como para Manolito Vidal, que perd¨ªa la tartamudez tan pronto sal¨ªa a escena para hacer la funci¨®n, la vida de los arrecogidos en el periodismo era de mucho sacrificio. Ten¨ªa bien comprobado cu¨¢ntas mariscadas hay que comer por ah¨ª fuera para llevar un plato de sopa caliente a casa.
Cultivaba las tertulias a campo abierto, es decir, en locales p¨²blicos. Fue asiduo de la que comenz¨® en la cafeter¨ªa Parsifal de Concha Espina y sigui¨® despu¨¦s en Jos¨¦ Luis de la calle Rafael Salgado, junto al estadio Bernab¨¦u. Tambi¨¦n acud¨ªa al Hispano, aunque all¨ª fuera distinto el reparto y la compa?¨ªa de otra generaci¨®n. Los vaivenes de las empresas period¨ªsticas le llevaron a colaborar en Diario 16, El Mundo, Abc o La Voz de Galicia, donde todav¨ªa el pasado viernes publicaba su columna bajo el t¨ªtulo Al gusto de Rusia, comentando la visita del presidente Barack Obama a Mosc¨². A pesar de la enfermedad, segu¨ªa pegado al hilo de la actualidad.
En su trato con los periodistas nunca se le vio entregado a la pr¨¢ctica del exhibicionismo, tan propio de los escritores, aunque ¨¦l lo fuera sin renuncia desde su primera novela, A flor de piel. Obtuvo el premio S¨¦samo en 1972 con El zorro enterrando a su abuela debajo de un arbusto. En 1992 fue finalista del Premio Planeta con La Cruz de Santiago. Otras novelas suyas son Guantes de segunda mano o S¨²bditos de la noche. Pero tambi¨¦n se dio a la biograf¨ªa con Felipe Gonz¨¢lez, un hombre a la espera (1980), Francisco Franco (1998) o Yo, conde duque de Olivares. Empujado por otras necesidades period¨ªsticas escribi¨® por ejemplo Viaje al centro de UCD (1981) o 25 a?os sin Franco. Su personal cultivo de la amistad exclu¨ªa causar molestias innecesarias. Era un escritor de ¨¦poca, de una ¨¦poca que se enrarece con ausencias como ahora la suya. Hoy ser¨¢ incinerado en el cementerio de la Almudena de Madrid a las 9.15 horas.
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