La magia (negra) de crecer
Aunque Harold Bloom no comparta necesariamente esa opini¨®n, J. K. Rowling ha logrado, con su ciclo de novelas de Harry Potter, algo no demasiado corriente en la literatura de consumo orientada al p¨²blico juvenil: una ficci¨®n entendida como arduo rito de paso, cuya culminaci¨®n coincide con el simb¨®lico funeral del lector ingenuo que, en su d¨ªa, abri¨® la primera p¨¢gina de la fundacional Harry Potter y la piedra filosofal. Las sucesivas entregas han ido creciendo en turbiedad, creando una ilusi¨®n que podr¨ªa tener cabida en los gabinetes de Hogwarts: el libro que se transforma y envejece en perfecta sincron¨ªa con su lector, condenado a no recuperar el estado de pureza del primer contacto. Puede debatirse si los libros de Harry Potter son (alta o baja) literatura o no. Tambi¨¦n cabr¨ªa discutir si leer a la Rowling es un pecado que bloquea toda posibilidad de descubrir, cuando cada uno crea conveniente, a Stevenson o a Poe. Menos sujeta a controversia deber¨ªa ser la defensa de este ciclo novel¨ªstico como emblem¨¢tico ejemplo de sofisticada ficci¨®n de consumo, capaz de armonizar los ecos de la tradici¨®n con las nuevas exigencias de la contempor¨¢nea narrativa serial y las previsibles mec¨¢nicas argumentales de la era del videojuego.
HARRY POTTER Y EL MISTERIO DEL PR?NCIPE
Direcci¨®n: David Yates.
Int¨¦rpretes: Daniel Radcliffe, Michael Gambon, Jim Broadbent, Emma Watson, Alan Rickman, Bonnie Wright.
G¨¦nero: Fant¨¢stico. Gran Breta?a-Estados Unidos, 2009.
Duraci¨®n: 153 minutos.
Yates ha conquistado una excelencia que quiz¨¢ el no converso se resista a aplaudir
Desde su primera entrega, firmada por el impopular Chris Columbus, la serie de adaptaciones cinematogr¨¢ficas del ciclo Potter parece haberse autoimpuesto la exigencia de sofisticaci¨®n y fidelidad a las gradaciones de tono de la saga: as¨ª, lo que empez¨® rigi¨¦ndose por el sentido de la maravilla de un moderno cuento de hadas ha ido transform¨¢ndose en algo parecido a un viaje al coraz¨®n de las tinieblas de la perplejidad adolescente. David Yates aborda Harry Potter y el misterio del pr¨ªncipe como si no pudiera librarse del todo de ese esp¨ªritu de episodio de transici¨®n previo al cl¨ªmax final -ese anunciado Harry Potter y las reliquias de la muerte dividido en dos pel¨ªculas-, que ya condicion¨® su precedente Harry Potter y la Orden del F¨¦nix (2007), la m¨¢s ¨¢spera y esquinada entrega del conjunto.
Demasiado aparatosa para el gusto de este cr¨ªtico, esta sexta pel¨ªcula hace m¨¢s concesiones a la espectacularidad que el t¨ªtulo anterior, abre ligeramente la espita del sentido l¨²dico -que permanec¨ªa cerrada con sa?a desde hace, por lo menos, una pel¨ªcula y media- y aborda los desvelos amorosos de sus protagonistas con tacto y escasa afectaci¨®n. La exquisitez y el gusto por el detalle, visibles en cada plano que compone este mastodonte de multisalas, acreditan al director de fotograf¨ªa Bruno Delbonnel y al dise?ador de producci¨®n Stuart Craig como esenciales respaldos de Yates a la hora de conquistar una excelencia que quiz¨¢s el no converso se resistir¨¢ a aplaudir.
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