"Aqu¨ª no hay Carla Bruni"
La pasi¨®n amorosa que el lehendakari proclama a los cuatro vientos, esa mujer bandera de la que se declara perdidamente enamorado, es una chica de barrio licenciada en Filosof¨ªa y Letras que se resiste a asumir el t¨ªtulo de "primera dama de Euskadi". A "la t¨ªa m¨¢s guapa e inteligente" que conoce el l¨ªder del socialismo vasco no le gusta sentirse arrollada por el relumbr¨®n institucional del momento o engullida en la vor¨¢gine de los focos.
Ella no cree en los paralelismos forzados -"aqu¨ª no hay ninguna historia del estilo de Carla Bruni o Michelle Obama"-; piensa que ser la mujer de un presidente auton¨®mico no debe otorgar por s¨ª mismo un protagonismo p¨²blico especial. Esta bilba¨ªna de 41 a?os, elegante, discreta, que sabe empastar con sus interlocutores, milita desde hace m¨¢s de dos d¨¦cadas -se afili¨® cuando las juventudes del PSE estaban presididas por un tal Patxi L¨®pez, que entonces le ca¨ªa mal, tirando a fatal-, lleva casi tres lustros de concejal de Bilbao y es quien dise?a las campa?as electorales del PSE.
Bego?a Gil pelea para que la pol¨ªtica no invada su ¨¢mbito de intimidad
Debe de ser por eso, que la pareja protagoniz¨® en un mitin electoral la escena del beso apasionado cinematogr¨¢fico, uno de esos que terminan con fundido en negro y ponen fin a las viejas pel¨ªculas de amor. Dice que tiene coartada: "Pens¨¦ que renunciar a besarnos en los labios como hacemos habitualmente ser¨ªa como falsear nuestra relaci¨®n; as¨ª que le dije a Patxi que si me invitaba a subir al estrado, que no me diera los t¨ªpicos dos besitos en las mejillas", afirma. Puede que ese gesto teatral respondiera antes que nada a las exigencias del marketing, a la necesidad de darle al futuro lehendakari un barniz m¨¢s pasional. "Somos muy diferentes y complementarios. Yo, como ¨¦l, soy igualmente t¨ªmida, pero m¨¢s apasionada, expresiva y vehemente", asegura, sin que sus agitadas manos encuentren relajo en la captura de bol¨ªgrafos. Tan sistem¨¢tica es la batida, que dan ganas de declarar una alerta general para que los supervivientes no se pongan a tiro.
"Lo que me atrae de Patxi es que es una buena persona, con un punto de misterio. No me gustan las personas evidentes, predecibles", se?ala. Sin hijos, ni otras cargas, la pareja trata de evitar que la pol¨ªtica invada y agoste su ¨¢mbito afectivo ¨ªntimo. "Intentamos poner freno a la pol¨ªtica en nuestro espacio personal, pero no es f¨¢cil", afirma. Las gentes que la aprecian hablan de una mujer tenaz y exigente, pero cercana, sensible, cari?osa y dicharachera. "Soy tan creativa en el lenguaje, que me invento palabras", comenta en una media sonrisa, con la iron¨ªa asom¨¢ndole por sus ojos achinados. Tan creativa, que el otro d¨ªa anunci¨® que corr¨ªan el riesgo de que les "segaran la cama". Sus compa?eros tuvieron que explicarle que el castellano obliga a optar entre que "te hagan la cama" o "te sieguen la hierba bajo los pies".
De acuerdo con su autodefinici¨®n de chica de barrio, Bego?a Gil debe de ser "m¨¢s lista y espabilada de la media", gracias al esp¨ªritu de superaci¨®n que aporta la escuela de la calle. Se cri¨® en Otxarkoaga, barrio de aluvi¨®n inmigrante construido como alternativa al chabolismo, en una familia socialista de dos hijos que perdi¨® al padre en un accidente laboral cuando ella contaba 18 meses. "Siempre me he sentido marcada por esa falta. Llegaba el d¨ªa del padre y...", indica.
Si Bego?a cierra los ojos y rescata sus mejores recuerdos infantiles, se ve jugando al campo quemado (br?l¨¦) en la carretera de su barrio, haciendo un plante contra la subida del precio del cine de los domingos por la ma?ana y, sobre todo, veraneando en El Bat¨¢n (C¨¢ceres), el pueblo de su madre. "Llegar all¨ª era encontrarse con la libertad. No hab¨ªa horarios, pod¨ªas comer en cualquier casa, como si todos fu¨¦ramos familia. Recuerdo los caballos, los atardeceres en el r¨ªo... No he vuelto a tener una sensaci¨®n de libertad tan plena", dice. Como si persiguieran esa libertad so?ada, el lehendakari y su esposa acostumbran a perderse, mochila a la espalda, por itinerarios tur¨ªsticos alternativos que no siempre les aseguran el hospedaje. Tras 13 a?os de matrimonio, los nuevos inquilinos del palacio de Ajuria Enea conservan cierto esp¨ªritu de aventura y, por lo visto, pueden, todav¨ªa, aguantar el tir¨®n de pasar la noche al raso o abrazados en un coche.
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