El gran cine ama a los g¨¢nsteres
Tuvimos noticias cinematogr¨¢ficas del escurridizo y legendario atracador de bancos John Dillinger en la excelente ¨®pera prima como director del hasta entonces guionista John Milius, un narrador con nervio y personalidad, aliento ¨¦pico y lirismo, alguien capaz de reinventar la historia del ¨²ltimo pirata berberisco en El viento y el le¨®n, una de las mejores pel¨ªculas de aventuras de todos los tiempos y al que lamentablemente se le atrofi¨® el cerebro con Amanecer rojo, cr¨®nica tan delirante como grotesca de la invasi¨®n de Estados Unidos por el ej¨¦rcito ruso. Desde entonces, Milius no ha vuelto a levantar cabeza, aunque supone un motivo de esperanza y de alegr¨ªa ver su casi olvidado nombre entre los creadores de la serie Roma.
'Enemigos p¨²blicos' es una de las mejores cosas que le ha ocurrido este a?o al cine norteamericano
Dillinger ten¨ªa el rostro de Warren Oates, esa impagable y casi fija presencia en el cine de Sam Peckinpah, un actor que siempre transmite peligro y un punto de locura a sus pintorescos perdedores. Y te asustas ante la posibilidad de que Hollywood, con su fatigosa man¨ªa de hacer in¨²tiles o irritantes remakes de pel¨ªculas m¨ªticas que no necesitan nuevas adaptaciones, haya perpetrado otra memez habitual resucitando a ese g¨¢nster de primera clase en Enemigos p¨²blicos. S¨®lo te tranquiliza y te ofrece garant¨ªas de que esta pel¨ªcula no va a ser un plagio amorfo, que este Dillinger puede tener autonom¨ªa, alma y sello propio, cuando compruebas que viene firmada por Michael Mann y la protagoniza Johnny Depp, un actor tan poco acomodaticio como exigente en la elecci¨®n de los proyectos que le ofrecen. Y Enemigos p¨²blicos no te decepciona. Es una de las mejores cosas que le han ocurrido este a?o al cine norteamericano, una sucesi¨®n de im¨¢genes magn¨¦ticas y rodadas digitalmente, di¨¢logos sin desperdicio, una ambientaci¨®n y una atm¨®sfera que otorgan credibilidad absoluta a la ¨¦poca y los conflictos que te est¨¢n describiendo, un sentido de la violencia en el que las balas y la sangre adquieren insoportable sensaci¨®n de realidad, se agradece la ausencia de psicologismo y de moralina, interpretaciones tan sobrias como memorables de protagonistas y secundarios, la capacidad narrativa que acredita a los maestros.
Los personajes de Enemigos p¨²blicos existieron, aunque la leyenda que crearon sus sangrientas haza?as se preste a la inexactitud, la exageraci¨®n, la loa y la mitificaci¨®n. Que sepamos anticipadamente como va a terminar la acelerada existencia de ese g¨¢nster con principios, que el expeditivo ladr¨®n que encarnaba las pesadillas del todopoderoso Edgar Hoover ser¨¢ traicionado y el FBI le freir¨¢ a tiros a la salida de un cine, no nos priva del suspense en cada uno de sus tortuosos pasos. Tambi¨¦n resulta conmovedor su convencimiento de que s¨®lo tiene presente y su historia de amor a perpetuidad con una mujer que intenta imaginarse un futuro imposible. Y c¨®mo no, tambi¨¦n impresiona el enorme respeto personal y profesional que se profesan mutuamente el cazador y la presa, el comprensiblemente obsesionado polic¨ªa Melvin Purvis y el templado rey de las fugas John Dillinger. Esto ¨²ltimo no es nuevo en el cine de Michael Mann. Lo hab¨ªa tratado antes con potencia, sentimiento y profundidad en esa obra maestra titulada Heat, en la letal partida de ajedrez entre dos personas entregadas rocosamente a su trabajo, a lo ¨²nico que saben hacer inmejorablemente, que otorga sentido a sus desquiciadas vidas. Dos personas alarmantemente parecidas. Con la diferencia de que uno es el representante de la ley y la profesi¨®n del otro consiste en transgredirla.
El cine de g¨¢nsteres nunca ha padecido crisis. L¨®gicamente aparecen suced¨¢neos, imposturas y tonter¨ªas en g¨¦nero tan ancestralmente glorioso, pero abundan en ¨¦l las grandes pel¨ªculas. No puede ser casual que los mejores directores del cine norteamericano (y algunos inolvidables estilistas del cine franc¨¦s como Jean-Pierre Melville y Jacques Becker) lo hayan frecuentado pasajera o duraderamente, que pusieran su talento al servicio de g¨¦nero tan intemporal y seductor. Y su reclamo ser¨¢ eterno para el espectador de cualquier ¨¦poca.
Hago agradecida memoria y descubro que excepto Ford, Lubitsch, Preston Sturges y pocos m¨¢s, el gremio de los cl¨¢sicos ha sentido la necesidad en alg¨²n momento de hablar de los que huyen de la polic¨ªa, de pistolas y metralletas como instrumento de trabajo, del riesgo y la tensi¨®n que implica vivir, malvivir o sobrevivir al otro lado de la ley. Lo contaron en blanco y negro y en color, por encargo o por vocaci¨®n, pero siempre con personalidad, transmiti¨¦ndonos acci¨®n, miedo, piedad, adrenalina e identificaci¨®n emocional a espectadores que lo m¨¢s delictivo que hemos perpetrado en la vida es mangar alguna nader¨ªa en los grandes almacenes.
El cat¨¢logo impresiona. Lo inaugur¨® a lo grande Howard Hawks con Scarface. Huston fue tr¨¢gico en La jungla de asfalto e ir¨®nico en El honor de los Prizzi. Jacques Tourneur aport¨® fatalismo y sentimiento en Retorno al pasado. Kubrick demostr¨® en Atraco perfecto que ¨¦ste no existe, que los mecanismos humanos siempre acaban jodiendo la planificaci¨®n ejemplar. Raoul Walsh retrat¨® a un inquietante psic¨®pata que lograba su meta de alcanzar la cima del mundo antes de morir en Al rojo vivo y mostr¨® compasi¨®n hacia el g¨¢nster envejecido y acorralado de El ¨²ltimo refugio. Te daba mucha pena que acribillaran a los Bonnie y Clyde que imagin¨® Arthur Penn. Tambi¨¦n lamentabas que fuera imposible la redenci¨®n para Carlitos Way en la formidable Atrapado por su pasado, para ese g¨¢nster convencido de que "no cambiamos con el tiempo, s¨®lo perdemos fuerza". La firmaba el mejor Brian de Palma, que tambi¨¦n retrat¨® el coraje y la tenacidad del incorruptible madero Elliot Ness en Los Intocables y los mort¨ªferos delirios del desclasado y salvaje g¨¢nster cubano que devoraba monta?as de coca¨ªna y estaba atormentado por irresolubles problemas ed¨ªpicos en El precio del poder. Shakespeare hubiera reconocido su universo en la terrible y grandiosa saga de El Padrino, aunque Coppola siga empe?ado en que lo m¨¢s personal y creativo que ha realizado sea la impresentable Tetro. El mejor Scorsese despoj¨® a los g¨¢nsteres de po¨¦tica, les mostr¨® tal como son, en lo bueno, lo malo y lo peor, en las geniales Uno de los nuestros y Casino. Enemigos p¨²blicos pertenece por derecho a esta ilustre familia.
Enemigos p¨²blicos, de Michael Mann, se estrenar¨¢ en Espa?a el pr¨®ximo 14 de agosto.
![Johnny Depp (John Dillinger), en <i>Enemigos p¨²blicos,</i> de Michael Mann, que se estrenar¨¢ en agosto en Espa?a.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/6MBTQFOX2W6KKVOXN3XQAEOT4Q.jpg?auth=be2f621a3daacf0249a20765a84d89a826394ece67c3f2ee6f1833f6c9aa546d&width=414)
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