La clase bebedora
Cuentos. De Peter Haining, la editorial Taurus public¨® en el a?o 1976 un libro que tuvo una excelente acogida: El club del Haschish, un conjunto de textos de escritores y pensadores sobre sus experiencias con la droga. Este libro que ahora se publica se edit¨® en 2002 y es una selecci¨®n de relatos con un asunto com¨²n: el alcohol; pero as¨ª como los autores del anterior libro eran de diversa procedencia (de Coleridge, De Quincey o Baudelaire a Kerouac, Ken Kesey o Jerry Garc¨ªa), aqu¨ª ha elegido centrarse en el pueblo con m¨¢s trabajada fama de darse a la bebida: la verde Erin, la isla esmeralda, la patria de la cerveza negra m¨¢s famosa del mundo. Componen la selecci¨®n escritores y dramaturgos de renombre universal o simplemente irland¨¦s. Sus aportaciones son variadas: cuentos, fragmentos, escenas y p¨¢ginas de diario. Todo el libro se agrupa bajo una de esas maravillosas declaraciones de su compatriota Oscar Wilde: "El trabajo es la maldici¨®n de la clase bebedora". Haining habla del craic como la expresi¨®n m¨¢s caracter¨ªstica del car¨¢cter irland¨¦s: el craic es toda clase de entretenimiento, jarana o alegre charleta en torno a unas cuantas copas y a fe que los relatos aqu¨ª recogidos dan cuenta de ello porque casi todos suceden en el interior de un pub u otro lugar de reuni¨®n con botella a mano. O'Brien, por ejemplo, crea una conversaci¨®n de barra en la que el calor y la sequedad compiten con la bebida logrando un fascinante clima no apto para sedientos. Beckett comparece con su inseparable Belacqua de los primeros escritos en un pub donde una mujer tratar¨¢ de venderle unas localidades para el cielo. El roquero Shane McGowan, de The Pogues, reivindica el irlandesismo de su afici¨®n por la bebida, la m¨²sica (recordemos m¨²sicos irlandeses gloriosos como Van Morrison o Rory Gallagher) y por el gran escritor Brendan Behan, de quien se dijo una vez que era "un bebedor que ten¨ªa un problema con la escritura". William Carleton cuenta un episodio bell¨ªsimo al modo de narrar tradicional. James Joyce no defrauda contando una de curda y discusi¨®n religiosa, como tampoco la breve y magistral escena de John M. Synge. El libro no ofrece fisuras, mantiene una calidad pareja, se instala por igual en el mundo urbano que en el rural y ninguno de los autores defrauda. Hay que decir que tambi¨¦n desata el deseo de pegarse un lingotazo a media lectura, pero es una tentaci¨®n opcional y superable.
Beber para contarla
Peter Haining, editor
Traducci¨®n de M. Mart¨ªnez-Lage y otros
La Otra Orilla. Barcelona, 2009
272 p¨¢ginas. 14 euros
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