?Qu¨¦ pas¨® el 18 de julio?
El 18 de julio? Un segundo, que lo busco en el Google. La Wikipedia dice que el 18 de julio es el cent¨¦simo nonag¨¦simo noveno (199?) d¨ªa del a?o en el calendario gregoriano y el 200? en los a?os bisiestos. Una segunda entrada en el buscador habla de cierto Alzamiento Nacional. Y en tercer lugar remite a una web, www.generalisimofranco.com, que lo denomina D¨ªa de la Liberaci¨®n. Es aquello del dictador del que habla el abuelo, ?verdad?
Aunque a m¨¢s de uno nos gustar¨ªa arrancar algunas p¨¢ginas de la historia, resulta desalentador constatar que su ausencia entre los conocimientos de muchos j¨®venes no se debe a ning¨²n olvido voluntario sino, simplemente, a la ignorancia de la historia m¨¢s b¨¢sica de nuestro pa¨ªs. Y la desaz¨®n se torna angustia al comprobar que las autoridades educativas rubrican esta carencia reduciendo a¨²n m¨¢s el peso de las asignaturas de historia y filosof¨ªa en las aulas de los institutos y las universidades.
Muchos j¨®venes ignoran la historia m¨¢s b¨¢sica de nuestro pa¨ªs
Al igual que un escultor cincela su obra, nuestra sociedad est¨¢ dise?ando un proyecto educativo ajustado a sus prioridades. Se ense?a aquello que luego se necesita. Practicidad ante todo. Formamos cachorros listos para lanzarse al mercado competitivo. El hacer frente al pensar. La resoluci¨®n frente al esfuerzo. Y la mirada obsesivamente fija en la actualidad.
Las nuevas tecnolog¨ªas nos han impuesto la inmediatez. El ocio, el conocimiento y el consumo en un clic. Todo es r¨¢pido, todo es f¨¢cil y rabiosamente innovador. Lo nuevo refulge en el escaparate de la atracci¨®n, mientras lo viejo se pudre abandonado en el rinc¨®n m¨¢s oscuro de la trastienda. All¨ª, entre las m¨¢quinas de escribir y los papeles que huelen a polvo, duerme nuestro pasado.
Como un trasto en desuso, nuestros j¨®venes probablemente no entienden de qu¨¦ les va a servir en el futuro conocer fechas, lugares y nombres pret¨¦ritos, desconocen que la historia es un lazo que une el ayer con el hoy y el ma?ana. ?C¨®mo comprender el presente y asomarse al futuro sin sentir la exaltaci¨®n de los sue?os revolucionarios, el terror de la barbarie, la crueldad de la dictadura, la esperanza de la democracia o la inquietud del 23-F?
?O es quiz¨¢s el presente, nuestro presente, el que no les interesa? Quiz¨¢s consideran a nuestro viejo mundo tan sucio, triste y aburrido que han preferido crearse uno nuevo. Un as¨¦ptico parque tem¨¢tico donde la tecnolog¨ªa se erige en dios creador, el ocio en palabra sagrada, la juventud en objeto de culto y las luchas se relegan a los videojuegos. En ese mundo nuevo no hay lugar para los restos de nuestra historia. Esos cuentos de viejos que, para m¨¢s inri, nuestros pol¨ªticos se empe?an en tergiversar y resucitar a su conveniencia, recurriendo a ellos para tratar de insuflar idealismo a su vulgaridad. No hay nada como arrojar unos cuantos muertos a la cara para provocar el hervor de la sangre.
Tambi¨¦n es cierto que vivimos excepcionalmente bien en comparaci¨®n con otras ¨¦pocas. El bienestar se ha convertido en la palabra omnipresente. La encontramos en los discursos pol¨ªticos, en los servicios de la Administraci¨®n, en cualquier propuesta de ocio, salud o belleza. Hasta en la publicidad de los laxantes.
No hay enemigos visibles en la costa. O, al menos, a¨²n no parecen ser los suficientes como para poner en peligro nuestro sistema. Hemos criado a nuestros hijos protegi¨¦ndoles del sacrificio, temiendo su desilusi¨®n, tratando de regalarles, cada d¨ªa, la felicidad. ?Podemos recriminarles que vivan inmersos en la apat¨ªa de la complacencia?
Quiz¨¢s el sistema educativo sea el nuevo pollo del siglo XXI. No, no lo estoy tachando de l¨ªo descomunal, sino que me refiero a esa ave que hasta hace cuatro d¨ªas era un manjar reservado a las mesas de los ricos y ahora alcanza al plato de todos, gracias a las brutales granjas av¨ªcolas y a costa de su sabor. Es innegable que nuestras escuelas tienen carencias importantes, pero nunca la ense?anza fue tan universal como hoy. La batalla de la cantidad est¨¢ ganada, aunque no nos ha dado la victoria sobre la ignorancia y la mediocridad.
El 18 de julio de 1936, un golpe de Estado marc¨® nuestra historia. La manch¨® de sangre, desesperaci¨®n y dolor. Cientos de miles de personas lucharon y murieron. Algunos lo hicieron por defender sus ideales. La mayor¨ªa se convirtieron en actores forzados de la historia. Durante d¨¦cadas, la vida de muchos espa?oles sigui¨® devastada por sus consecuencias.
Es evidente que debemos transmitir el legado de la historia para que los errores del pasado no se conviertan en la herencia de las futuras generaciones. Pero, por encima de todo, hemos de devolver a los j¨®venes la voluntad de hacer historia. En sus manos est¨¢ cambiar las reglas de un juego que no les gusta. En sus mentes est¨¢ la capacidad de encontrar nuevos ideales por los que luchar, nuevas formas de combatir las desigualdades y las injusticias, de vencer la indiferencia y el sectarismo.
En el estudio y la reflexi¨®n del pasado quiz¨¢s encuentren las claves para construir el futuro que nosotros no hemos sabido darles. Y quiz¨¢s, tambi¨¦n, descubran un sentido para acudir a la pr¨®xima cita con las urnas.
Emma Riverola es creativa publicitaria y novelista, autora de Cartas desde la ausencia.
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