"Mis novelas son populares"
La escritora francesa Fred Vargas defiende la literatura accesible para todos
Fred Vargas est¨¢ en Gij¨®n. La estrella invitada de la Semana Negra es esta escritora francesa un poco extravagante, que no se prodiga en p¨²blico, que apenas concede entrevistas y que anda siempre muy ocupada. Su vida se divide entre su actividad pol¨ªtica -lleva a?os abanderando la inocencia de su amigo Cesare Battisti, encarcelado en Brasil pendiente de su extradici¨®n a Italia por un crimen que dice que no cometi¨®-, y su actividad profesional como arqueozo¨®loga.
"Todos mis amigos me hab¨ªan hablado de la Semana Negra, pero hace cinco a?os que no voy a ferias de libros. He estado tan metida en mi investigaci¨®n sobre la gripe A que no ten¨ªa la cabeza para hablar de mis historias literarias", explica esta escritora, menuda, t¨ªmida, que no aparenta los 57 a?os que tiene. Adem¨¢s, confiesa, hasta hace muy poco ten¨ªa terror a los aviones. Y ha sido precisamente su actividad pol¨ªtica la que le ha obligado a superarla. "He volado 44 veces a Brasil", asegura.
"Mi padre me puso la cabeza como un bombo con la gran literatura"
"No escribo historias m¨ªas. Transcribo las de otros. No busco dar un mensaje"
Luego est¨¢ Paco Ignacio Taibo II. El escritor mexicano, originario de Gij¨®n, es el director de la Semana Negra, pero casualmente es el referente literario de Battisti. La persona por la que se lanz¨® a la escritura. "Le he pedido a Taibo que me escriba una nota para llev¨¢rsela a la c¨¢rcel", cuenta Vargas. "Ser¨¢ muy importante para ¨¦l llevarle unas l¨ªneas de la persona que lo ha hecho escritor".
La otra raz¨®n por la que Vargas ha elegido Gij¨®n es la idiosincrasia de la Semana Negra, un encuentro literario ecl¨¦ctico donde se sucede la charla con la lectura de poemas, la presentaci¨®n de libros y, por las noches, la juerga entre escritores. "Me horripila firmar libros por una cuesti¨®n de timidez", afirma la novelista. "No me importa hacer un debate delante de mucha gente, pero delante de una persona que no conozco me pongo roja, me dan ganas de huir", insiste. "Y de la Semana Negra me hab¨ªan hablado tanto... Ten¨ªa ganas de ver el lado festivo".
Mientras da cuenta de unas croquetas de foie, la especialidad del restaurante Ciudadela, donde Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n ven¨ªa a comer cuando visitaba la feria literaria, hecho que no le ha pasado inadvertido, Vargas insiste en su timidez enfermiza. Hasta el punto de que, dice, se alegra de que los escritores no sean a menudo reconocidos en la calle. Y cuenta que, unos minutos antes de la comida, una mujer la par¨®: "?Es usted Fred Vargas?", le dijo. "Normalmente, no", contest¨® ella.
A la hora de elegir la comida, no se atreve a probar el vino y pide un plato ligero: Carne con verduras y patatas asadas. Porque la noche anterior fue a cenar con sus editoras y Taibo. "Cenamos, bebimos, cantamos... Nos acostamos muy tarde", cuenta. As¨ª que pide cola light.
Mientras llegan los platos, Vargas, que tiene unas manos finas, huesudas, con un sencillo anillo, hace dibujos para explicar sus afirmaciones y mira directamente a los ojos. Es met¨®dica, como buena investigadora. Habla despacio y, de vez en cuando la interrumpe su amigo Edmond Boudoin, dibujante de c¨®mics, con el que ha escrito una novela gr¨¢fica al alim¨®n, y que la conoce perfectamente. ?l es el culpable de que Vargas publicara -"Me present¨® a mi editorial", explica ella- y una de las personas que la convenci¨® para ir a Gij¨®n. La conoce bien y s¨®lo la interrumpe para precisar por qu¨¦ hace las cosas.
El encuentro de Vargas con la novela negra fue un poco por rebeld¨ªa a su padre. "Mi trayectoria como lectora ha tenido cierta decadencia, porque mi padre, que era un surrealista, me hizo leer de peque?a a los grandes cl¨¢sicos, toda la literatura del siglo XVII al XIX. Me puso la cabeza como un bombo con la gran literatura, porque denostaba la novela policiaca", relata. As¨ª que ella la ley¨® a escondidas.
"Al principio, los ingleses. No reniego de Agatha Christie ni, sobre todo, de Sherlock Holmes", dice. Luego su hermana gemela, Jo -culpable de que adoptara el seud¨®nimo de Vargas, porque ella, que es pintora, comenz¨® a utilizarlo antes, como homenaje al personaje de Ava Gardner en La condesa descalza, Mar¨ªa Vargas-, la introdujo en los autores americanos. Y vieron juntas el cine negro de Hollywood. Su hermana es una referencia vital. Tanto que aprovecha para enviarle un sms de camino a la sesi¨®n de fotos en el puerto mar¨ªtimo de Gij¨®n.
Vargas defiende constantemente el g¨¦nero negro. Asegura que es la literatura "m¨¢s arcaica", pues tiene la misma estructura que las grandes epopeyas cl¨¢sicas. "Pero en la tradici¨®n francesa, si haces una novela ligera, para distraer, eso no se considera literatura", se queja. La escritora francesa tambi¨¦n defiende la t¨¦cnica. Sostiene que su flaqueza es la falta de imaginaci¨®n y que siempre escribe la misma novela. "Libro tras libro, objetivamente, hay una historia, pero detr¨¢s no cuento nada. Tengo la impresi¨®n de que no escribo historias m¨ªas, sino que me limito a transcribir las de otros. No pretendo dar un mensaje", afirma. Y reconoce su incapacidad para trasladar a la literatura su activismo pol¨ªtico. "No s¨¦ por qu¨¦, pero no me sale", afirma.
Fred Vargas publica en octubre Un lugar incierto (Siruela), su ¨²ltima novela en Espa?a. En ella aparece de nuevo el comisario Adamsberg y recupera el mito del vampiro cl¨¢sico. "No es por provocaci¨®n, pero no me molesta hacer novelas le¨ªdas por todas las categor¨ªas sociales, que sean f¨¢ciles de leer. Es que procuro hacerlas m¨¢s f¨¢ciles. Me gusta que mis novelas sean populares", defiende.
Fritanga, ciencia-ficci¨®n y relatos policiacos
La Semana Negra de Gij¨®n pone ma?ana punto final. El festival literario dedicado a la novela negra, el c¨®mic, la ciencia ficci¨®n y la novela hist¨®rica lleva nueve d¨ªas mezclando la feria de churros, columpios y fritanga con el debate de esos g¨¦neros. Y de una manera que no sucede en otros encuentros literarios. La mezcolanza es tal que uno puede encontrarse una sesuda discusi¨®n sobre los zombies; sentarse en una mesa del hotel Don Manuel y escuchar al novelista catal¨¢n Andreu Mart¨ªn contar chistes; que el argentino Ernesto Mallo explique la novela en la que anda embarcado, o subirse al trenecito que lleva hasta la feria con Mercedes Castro, una de las escasas espa?olas que se dedican al g¨¦nero negro, que este a?o ha escrito una novela g¨®tica.
Quiz¨¢s el encuentro m¨¢s interesante ha sido el debate multitudinario, 20 autores a la vez, sobre novela negra y pol¨ªtica. "Estamos usurpando a los historiadores", dec¨ªa el chileno Luis Sep¨²lveda, que justificaba que la novela negra se ha convertido en la novela social de este tiempo. Una cuesti¨®n aceptada por otros autores como el mexicano Francisco Hagenbeck -"la novela negra hist¨®rica es una denuncia a la historia oficial"- o el argentino Guillermo Saccomanno, que defend¨ªa que, frente al periodismo, "la novela rescata la complejidad de la vida".
Como previo de la despedida, los seis premios de la Semana Negra se entregaron ayer por la ma?ana. Unos galardones que, como dijo el director, Paco Ignacio Taibo II, no est¨¢n dotados, pero "son el reconocimiento de los propios compa?eros". El m¨¢s importante es el Hammett, a la mejor novela negra publicada el a?o anterior, y que ayer recibieron al alim¨®n David Torres, por Ni?os de tiza, y Guillermo Saccomanno, por 77. Adem¨¢s, se entregaron otros premios: el Ateneo obrero de Gij¨®n (cuento), a Dioses y Orishas, de Rodolfo P¨¦rez; el Celsius 232 (ciencia ficci¨®n) a Rojo alma negro sombra, de Ismael Mart¨ªnez; el Espartaco (novela hist¨®rica) a Salamina, de Javier Negrete; el Memorial Silverio Ca?ada compartido por S¨¦ que mi padre dec¨ªa, de Willy Uribe, y por Conducir un tr¨¢iler, de Rogelio Guedea; y el Rodolfo Wash (literatura negra de no ficci¨®n) a Mala vida, del periodista de la Cadena SER, Carles Qu¨ªlez.
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