"Esa rareza de feria: el hombre con un ni?o dentro que lo recuerda todo"
Ray Bradbury, "esa rareza de feria: el hombre con un ni?o dentro que lo recuerda todo", como se ha definido perfectamente a s¨ª mismo, nos transporta a un mundo de sentimientos puros, de nostalgias, de oscuridades y de asombros que no tiene parang¨®n en la literatura moderna: Planeta Bradbury. Ha creado un universo propio muy homog¨¦neo que va de Illinois hasta Marte y en el que el mismo lirismo se aplica a la descripci¨®n de un ni?o correteando sobre la hierba con zapatillas nuevas o a la imagen de un marciano de ojos amarillos que contempla la triste decadencia de sus canales muertos. Abro mi baqueteado ejemplar de El vino del est¨ªo, ese melanc¨®lico Tom Sawyer en el que el autor narr¨® el maravilloso verano de un jovencito de 12 a?os de un peque?o pueblo del Medio Oeste, el imaginario Green Town, su (nuestra) Arcadia, y el aroma Bradbury, con sus inconfundibles met¨¢foras, sigue all¨ª, intacto. Te obliga a suspirar como una puesta de sol particularmente hermosa (y ef¨ªmera) y te recubre el coraz¨®n con un envoltorio de golosina (uno de aquellos viejos caramelos Darlins de los cines de doble sesi¨®n) -s¨ª, suena sensiblero, pero en Bradbury esas cosas nunca lo son-. En la primera p¨¢gina est¨¢ el dibujo que me hizo el propio escritor al dedic¨¢rmelo en julio de 1991: una flor de diente de le¨®n, el s¨ªmbolo de todo lo perdido y ganado de los veranos de la infancia. Se me humedecen inevitablemente los ojos (por la pelusilla de la semilla voladora, sin duda). En El vino del est¨ªo (Dandelion Wine, 1957) se cuenta simplemente la historia de ese verano de 1928 de Douglas Spaulding, ¨¢lter ego de Bradbury, su entusiasmo vital ante las vacaciones, su descubrimiento de la muerte, de la inexorabilidad del tiempo y de lo que supone crecer. El Bradbury m¨¢s puro, m¨¢s esencial, m¨¢s l¨ªrico y conmovedor est¨¢ en ese libro de anhelos, miedos y ternura en el que cualquiera puede reencontrar retazos -felices e infelices- de su propia infancia. En mi canon Bradbury (publicado todo en Minotauro) sigue inmediatamente La feria de las tinieblas (Something wicked this way comes, 1962). Estamos de nuevo en Green Town, pero es octubre, una estaci¨®n que en Bradbury significa todo lo tenebroso. A la localidad llega, desplegando horror, una extra?a feria (nadie ha descrito las ferias como Bradbury) llena de personajes extra?os y sombr¨ªos, magos, brujas, hombres-esqueleto, gentes de oto?o con trajes de ortiga y mirada de lluvia. A ellos se enfrentan dos chicos de 14 a?os: Jim Nightshade y Will Halloway. La fantas¨ªa macabra, con el tiovivo m¨¢s famoso de la literatura, recubre una inolvidable historia de iniciaci¨®n moral en la que constituye adem¨¢s una de las m¨¢s bellas plasmaciones narrativas de la relaci¨®n padre-hijo.
Ha creado un universo muy homog¨¦neo que va de Illinois a Marte: Planeta Bradbury
Cr¨®nicas marcianas (The Martian Chronicles, 1950) es, con su distop¨ªa del bombero quemalibros Montag Fahrenheit 451 (1953), el libro m¨¢s c¨¦lebre de Bradbury y por el que se merece -m¨¢s all¨¢ de que nombraran un cr¨¢ter de la Luna en su honor (Dandelion Crater)- ver cumplido su deseo de que sus cenizas se esparzan en el Planeta Rojo. Colecci¨®n de relatos hilados con el trasfondo de la colonizaci¨®n de Marte, constituye un compendio de las obsesiones y temas del autor, como las m¨¢quinas, los EE UU idealizados, la doble cara de la aflicci¨®n y el j¨²bilo, la emoci¨®n del progreso y la t¨¦cnica junto a la nostalgia por el pasado. El Marte de Bradbury es, por supuesto, irreal, con marcianos evanescentes y a veces siniestros capaces de fascinantes obras de arte e ingenier¨ªa, y su conquista es de una ¨¦pica crepuscular. El sentimental y dulce Bradbury es tambi¨¦n, no lo olvidemos, "de la casa de Poe", como dijo Brian Aldiss. Eso se aprecia especialmente en El pa¨ªs de Octubre, donde se encuentran algunas de sus mejores historias de horror, que han inspirado a Stephen King o al Robert Mulligan de El otro, como La jarra, El lago, El peque?o asesino, El viento o La guada?a (mientras las recuerdo no puedo evitar que se me erice el vello de los brazos). Otra buena serie de relatos es la de El hombre ilustrado y yo siento una debilidad por Conduciendo a ciegas, en la colecci¨®n del mismo t¨ªtulo, entra?able homenaje a La Mosca. En Sombras verdes, ballena blanca. Bradbury narr¨® su alucinante encuentro con John Huston para hacer el gui¨®n de Moby Dick ("?Y qu¨¦ hacemos con Moby Dick, John?" "?Diablos, la ballena sobrevivir¨¢!"). Desde el punto de vista autobiogr¨¢fico, v¨¦ase tambi¨¦n Zen en el arte de escribir (1995). Las dos novelitas de Ahora y siempre no se cuentan precisamente entre lo mejor de Bradbury, como tampoco, ay, la reciente El verano del adi¨®s, en el que el escritor regres¨® al mundo de El vino del est¨ªo a fin de imaginar la peterpaniana guerra de Douglas Spaulding para no crecer nunca y su turgente derrota ante la pubertad. -
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