Muerte de un ciclista
La otra noche estuve a punto de arrollar a un ciclista con mi coche. El hecho ocurri¨® al girar hacia la derecha desde una avenida ancha y bien iluminada y toparme, casi, con una bicicleta que circulaba velozmente en direcci¨®n contraria a la permitida. El muchacho que la conduc¨ªa iba vestido de negro, lo cual, sumado a la circunstancia de que en el manillar no aparec¨ªa faro alguno, contribu¨ªa a la perfecta oscuridad de la irrupci¨®n fantasmal. Estuve a punto de atropellarlo pero, afortunadamente, no pas¨® nada, pues yo fren¨¦ en seco y ¨¦l me esquiv¨® con pericia antes de continuar su marcha sin pronunciar palabra.
No pas¨® nada y, sin embargo, yo me sent¨ª extra?amente culpable: pod¨ªa haberlo matado. Al llegar a casa le di vueltas a esa culpabilidad. Era evidente que en un juicio no habr¨ªa resultado culpable puesto que el ciclista circulaba en direcci¨®n prohibida, a toda velocidad y sin se?al luminosa alguna. No obstante, la probable absoluci¨®n del tribunal no me habr¨ªa librado del peso de la culpa ya que, al fin y al cabo, habr¨ªa matado a un hombre y mi conciencia no se librar¨ªa de esto durante el resto de mis d¨ªas.
Entonces, no s¨¦ si demasiado fantasiosamente, me puse a pensar en la cadena de circunstancias que, en el caso de haber matado al ciclista, me habr¨ªan obligado a sentirme culpable, aunque no jur¨ªdicamente responsable, durante lo que me quedaba de vida. Contra el destino o el azar o la mala fortuna nada se me ocurri¨®: est¨¢n ah¨ª y son inescrutables. No obstante, les aseguro, maldije a aquellos que, por su incompetencia, apat¨ªa y dejaci¨®n de funciones, hab¨ªan contribuido a la posibilidad de que yo arrastrara en el futuro una horrorosa culpa de la que no me hab¨ªa hecho merecedor. Ustedes y yo sabemos que hay unos responsables de que la ciudad se haya deslizado hacia ese caos en el que es tan f¨¢cil matar o morir est¨²pidamente, sobre todo si eres peat¨®n, como recuerdan estos carteles siniestros grabados en el asfalto. Algunos de aquellos responsables van en uniforme y otros en traje de despacho, y su responsabilidad es ya tan reiterada que se ha convertido en culpa.
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