El Parlamento medi¨¢tico
La relaci¨®n actual de la pol¨ªtica con el periodismo recuerda el llamado Parlamento de papel de los a?os de la transici¨®n, pero en sentido inverso. Los partidos pol¨ªticos nac¨ªan en la calle y utilizaban los peri¨®dicos como tribuna de expresi¨®n, a la espera de acceder a las instituciones democr¨¢ticas. Con el sistema representativo sobradamente consolidado, los partidos se aferran al uso de los medios como espacio principal y casi exclusivo de su presencia p¨²blica, mientras evitan la calle, excepto en la ocasi¨®n inevitable y ritualizada de las campa?as electorales.
El Parlamento medi¨¢tico s¨®lo tiene ventajas para los partidos. Facilita su relaci¨®n con el p¨²blico, lleva directamente los pol¨ªticos y sus mensajes a las salas de estar de los ciudadanos y, m¨¢s all¨¢ de la funci¨®n informativa, los incorpora incluso al esparcimiento familiar. No es seguro que ofrezca tambi¨¦n ventajas a los ciudadanos, ni que contribuya a un mejor funcionamiento de la democracia. Es una paradoja que esa proximidad medi¨¢tica haya devenido en un alejamiento de los ciudadanos, convertidos en el p¨²blico cautivo de la pol¨ªtica espect¨¢culo. Las reglas de la industria audiovisual -impuestas tambi¨¦n en la prensa- reducen al m¨ªnimo el n¨²mero de sus protagonistas, exigen la simplificaci¨®n de los mensajes y priman un efectismo reduccionista de buenos y malos, ganadores y vencedores, guapos y feos, graciosos y patanes.
Los partidos se aferran al uso de los medios como espacio principal de su presencia p¨²blica
El Parlamento de verdad aparece en los medios como la referencia m¨¢s formal de la agenda pol¨ªtica, aunque su inter¨¦s se reduce a un calendario establecido de debates y votaciones, donde destacan las escaramuzas verbales entre los l¨ªderes, jaleadas en el hemiciclo, y eventuales lances de ingenio. Otrora lugar de encuentro peri¨®dico de los representantes elegidos en las provincias para la elaboraci¨®n de las leyes y el control del Gobierno, el Parlamento acoge hoy las plantillas profesionales designadas por los partidos para llevar a cabo una representaci¨®n disciplinada y bastante previsible, que los medios transmiten dosificadamente al pueblo soberano. La escasa relevancia reservada a los diputados, que votan disciplinadamente seg¨²n les indican los jefes de fila, les hace invisibles al electorado.
No es seguro, tampoco, que el Parlamento medi¨¢tico ofrezca ventajas al periodismo, como no sea una facilidad mec¨¢nica para las rutinas profesionales. Aunque tambi¨¦n en ¨¦stas trata la pol¨ªtica de imponer su ley. El cors¨¦ de los bloques de informaci¨®n electoral en el audiovisual p¨²blico, basados en un c¨¢lculo de tiempo para cada partido, proporcional a sus anteriores resultados electorales, es una interferencia clara, cuya denuncia reiterada por los periodistas no ha surtido efecto.
No est¨¢ claro si las emisoras p¨²blicas de radio y televisi¨®n s¨®lo son rehenes de la disputa pol¨ªtica, en la ¨²nica ocasi¨®n que tiene la oposici¨®n de neutralizar el control gubernamental, o es una cuesti¨®n de principio, ya que no puede serlo de principios. Y de comodidad, ya que con los minutos asegurados no hay que rivalizar en la generaci¨®n de noticias. De todas formas, el tratamiento informativo de las campa?as electorales -y de la actividad pol¨ªtica en general- no es muy distinto en el audiovisual privado, o incluso en la prensa, que han asumido informalmente el criterio nada period¨ªstico de una cierta proporcionalidad informativa.
La intervenci¨®n de los gobiernos en los medios audiovisuales de su titularidad -central, auton¨®mica, municipal- no se produce en todos los casos con la misma intensidad o desparpajo, pero s¨ª es com¨²n el af¨¢n dirigista de los partidos sobre las corporaciones y empresas que los rigen. Los perfiles de independencia y reconocimiento profesional requeridos para ocupar los cargos directivos contin¨²an te?idos por el inter¨¦s y la negociaci¨®n partidista. Nada nuevo, si en los m¨¢s altos tribunales del Estado, autoridades independientes, organismos reguladores y entidades financieras se da por supuesta la obediencia natural de magistrados y consejeros a las cuotas de nombramiento.
Reveladoras de un intervencionismo m¨¢s directo y grosero son otras interferencias como el control de la se?al audiovisual en los actos pol¨ªticos -se?aladamente en campa?a electoral- o la moda reciente de las ruedas de prensa sin preguntas. Esta f¨®rmula excepcional, aceptable para ocasiones muy contadas y justificables, usada como salvavidas en aguas turbulentas comporta una vulneraci¨®n de las reglas del juego y del respeto al ciudadano.
Se echa en falta aquella c¨¢mara de aire que, seg¨²n Walter Lippmann, debiera de haber entre la pol¨ªtica y el periodismo. Aquella distancia, desde la cual, la independencia de criterio podr¨ªa llevar a adoptar otras medidas y actitudes que las que imponen los partidos. Dif¨ªcil para el audiovisual p¨²blico, posible para los medios privados, imprescindible para la prensa en el af¨¢n de asegurarse un lugar de futuro en el mercado de la informaci¨®n y evitar la marginaci¨®n hacia la que se ve empujada. El Parlamento medi¨¢tico propicia un periodismo de repetici¨®n, amplificaci¨®n y acompa?amiento, en dem¨¦rito del an¨¢lisis de los hechos, el contraste de las palabras, la verificaci¨®n de las intenciones, el alcance de los actos y el balance de los programas de gobierno. No parece el mejor camino para garantizar la credibilidad entera de los medios y del sistema informativo, que puede verse arrastrada por el descr¨¦dito de la pol¨ªtica.
Jaume Guillamet es catedr¨¢tico de periodismo de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona.
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