Una idea de Estado
La ¨²ltima estaci¨®n antes de alcanzar el acuerdo que acabar¨¢ plasmado en la en¨¦sima ley org¨¢nica sobre financiaci¨®n de las Comunidades Aut¨®nomas ha sido digna del trayecto recorrido por aquel compromiso de reforma constitucional contra¨ªdo por el candidato a la presidencia del Gobierno, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, en el debate de investidura de 15 de abril de 2004. Anunci¨® entonces el comienzo de un tiempo nuevo en el que las Comunidades Aut¨®nomas entrar¨ªan, con su nombre, en el texto de la Constituci¨®n, y el Senado se convertir¨ªa en aut¨¦ntica C¨¢mara de representaci¨®n territorial. Lo que qued¨® abierto e indeterminado en 1978 quedar¨ªa integrado y configurado antes de 2008.
Cinco a?os despu¨¦s del anuncio de tan bellos prop¨®sitos, el presidn bellos prop¨®sitos, el presidente de Esquerra Republicana de Catalunya, Joan Puigcerc¨®s, dice que el presidente del Gobierno le llam¨® por tel¨¦fono -todo un detalle- para comunicarle una buena nueva con el encargo de transmitirla a su compa?ero de partido y diputado del Congreso, Joan Ridao: que no se preocuparan por los 370 millones que Esquerra exig¨ªa sobre lo acordado con la Generalitat para garantizar el voto afirmativo de sus tres diputados en el debate de los presupuestos generales y estabilizar de paso el tripartito en Catalu?a. Le encarg¨®, adem¨¢s, que dijera a su compa?ero que el camino hab¨ªa quedado expedito porque el gran obst¨¢culo -Pedro Solbes- ya hab¨ªa sido removido.
Si esto fuera cierto en los t¨¦rminos en que el interesado ha contado, exultante, la llamada del presidente y ministro universal del Gobierno de Espa?a, habr¨ªa que conjeturar que aquel Estado que iba a entrar en un tiempo nuevo hace cinco a?os se ha convertido en una colecci¨®n de cromos que el Gobierno cambia por otros -en definitiva, dinero por apoyo parlamentario- cuando la ocasi¨®n lo requiere. ?sta ser¨ªa, pues, la idea de Estado que tienen en la cabeza sus responsables cada vez que entran en la ronda de financiaci¨®n: un Estado que va transfiriendo recursos, y acumulando deuda, a medida que los pactos para garantizar sus apoyos parlamentarios lo requiere. Fue la raz¨®n de la subida desde el 15 al 30% de la recaudaci¨®n del IRPF en el primer Gobierno de Aznar y es la del 33 al 50% en la de este segundo Gobierno de Zapatero.
No se trata de que est¨¦ mal, ni bien, la acordada o cualquier otra distribuci¨®n de recursos; de lo que se trata es de que el motivo del acuerdo no guarda ninguna relaci¨®n con una idea de Estado del que las Comunidades Aut¨®nomas son como partes o fragmentos; que las decisiones sobre la futura configuraci¨®n y las atribuciones del Estado, dependientes en gran medida de la distribuci¨®n de sus recursos, se toman por meros motivos coyunturales, sin saber hacia qu¨¦ horizonte se camina. Y as¨ª, cada parte est¨¢ obligada a actuar como si fuera un todo en relaci¨®n con el otro todo, que va camino de ser nada, al que llamamos Estado. Esquerra -declara Puigcerc¨®s- puso muy alto el list¨®n para comprobar hasta d¨®nde pod¨ªa saltar el Estado y se llev¨® la sorpresa de su vida al ver que el Estado saltaba por encima de lo previsto. Radiante, Puigcerc¨®s anunciaba que, no ya Esquerra, sino Catalu?a hab¨ªa echado un pulso al Estado y hab¨ªa ganado.
?Es esta una manera seria, responsable, de llegar a acuerdos que afectan al conjunto del Estado, o hay en todo este procedimiento, opaco en su desarrollo y con ansiosas llamadas telef¨®nicas en su final, una alegre galopada hacia la conformaci¨®n de un sistema en el que cada una de las Comunidades acabar¨¢ por agotar las razones que las mantienen dentro del mismo Estado? El espect¨¢culo al que acabamos de asistir prueba bien, si falta hac¨ªa, que la financiaci¨®n de las comunidades aut¨®nomas tendr¨ªa que discutirse al margen de apoyos parlamentarios, objetivarse en f¨®rmulas acordadas por todas ellas con el Estado y garantizarse por instituciones situadas al abrigo de las exigencias del pacto nuestro de cada d¨ªa.
Pero en lugar de emprender ese camino, avanzamos a buen paso en direcci¨®n contraria, impulsados por la fuerza que el bilateralismo en las relaciones de los gobiernos del Estado con los gobiernos de las Comunidades Aut¨®nomas favorece sin el contrapeso de instituciones de naturaleza federal. Ser¨ªa menester que alguien alumbrara al fin una idea de Estado y que procediera en consecuencia, pero eso, que parec¨ªa tan claro y tan a la mano un d¨ªa de abril de 2004, ahora, en los tiempos que corren, con el Gobierno necesitado de apoyos parlamentarios y con el Tribunal Constitucional sin encontrar la salida de su propio laberinto, es como pedir peras al olmo.
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