Leyes de propaganda
La violaci¨®n m¨²ltiple de dos ni?as en el plazo de pocos d¨ªas ha reabierto el debate sobre la necesidad de reformar la Ley del Menor. En concreto, sobre la conveniencia de rebajar la edad penal de manera que los delitos cometidos por ni?os de hasta 14 a?os no queden impunes. Las posiciones se han fijado de inmediato: los partidarios de la reforma insisten en que la infancia no puede ser un coto vedado a la intervenci¨®n de la justicia, en tanto que quienes se oponen han subrayado, sobre todo, los errores a los que puede conducir la pr¨¢ctica de legislar a golpe de telediario. En apoyo de unos o de otros se han esgrimido, adem¨¢s, argumentos que van desde la necesidad de adaptar la legislaci¨®n a los usos perversos que los menores pueden hacer de las nuevas tecnolog¨ªas -por ejemplo, cometer delitos con el s¨®lo prop¨®sito de colgarlos en Internet- hasta la influencia del entorno familiar y social en el comportamiento de los j¨®venes delincuentes.
Las violaciones obligan a extender la reflexi¨®n a muchos ¨¢mbitos, entre otros al papel de la prensa
Para bien o para mal, las recientes violaciones obligan a extender la reflexi¨®n a muchos ¨¢mbitos. Entre otros, al papel de la prensa, y no tanto por la eventual existencia de un efecto demostraci¨®n que la publicaci¨®n de las noticias sobre delitos cometidos por menores pudiera tener sobre otros j¨®venes. El derecho de los ciudadanos a recibir informaci¨®n, y de la prensa a transmitirla, podr¨ªa sufrir un serio rev¨¦s si quedara supeditado a hip¨®tesis sociol¨®gicas como la del efecto demostraci¨®n: aceptado el principio para los delitos cometidos por menores, nada impedir¨ªa que se extendiera, adem¨¢s, a otras noticias, como las relacionadas con el terrorismo. La reflexi¨®n sobre el papel de la prensa no se referir¨ªa, pues, al hecho de publicar o no determinadas informaciones, sino a la manera en la que se publican y, por tanto, a la manera en la que son descodificadas socialmente.
Y, en este sentido, conviene recordar que hace a?os que desapareci¨® de los medios de comunicaci¨®n la morbosa secci¨®n de sucesos, como tambi¨¦n se retiraron del mercado las publicaciones especializadas en este g¨¦nero de noticias. Desde luego, no existen razones para a?orarlas: un pa¨ªs al que se le ofrece un masivo consumo de morbo es casi siempre un pa¨ªs al que se le tratan de ocultar otras realidades. Pero, al mismo tiempo, no se deber¨ªan perder de vista las consecuencias de esta desaparici¨®n: al ingresar en las secciones de informaci¨®n nacional, las noticias que antes se recog¨ªan en la de sucesos dejan de ser percibidas como excepciones muchas veces monstruosas y pasan a ser, autom¨¢ticamente, asuntos insoslayables del debate pol¨ªtico general. Se produce, as¨ª, la paradoja de que unos hechos dram¨¢ticos pero excepcionales exigen revisar las leyes, las instituciones, la educaci¨®n, las modas y, en definitiva, hasta los fundamentos ¨²ltimos de un sistema pol¨ªtico y social en el que la abrumadora mayor¨ªa de los ciudadanos convive de manera pac¨ªfica y respetuosa.
Con este planteamiento de partida, nada tiene de extra?o que noticias como la de la violaci¨®n m¨²ltiple de dos ni?as abra la caja de Pandora de las medidas populistas, en las que la ley deja de ser un instrumento para organizar la convivencia y se transforma en una pieza m¨¢s de la propaganda pol¨ªtica. El ordenamiento jur¨ªdico se va poblando poco a poco de normas rotundas pero ineficaces, que s¨®lo sirven para transmitir la sensaci¨®n de que los poderes p¨²blicos no se desentienden de esa criatura omnipresente y de perfiles vagos que es "lo que interesa a los ciudadanos". En el caso de los delitos cometidos por menores se produce, adem¨¢s, un subrepticio abandono de los principios y las convicciones que, en buena medida, est¨¢n en el origen de los sistemas democr¨¢ticos. Principios y convicciones como el de que, si el objetivo prioritario de la ley penal es la reeducaci¨®n y no s¨®lo el castigo, es preciso establecer un espacio en el que la vida de los individuos no quede marcada para siempre por una acci¨®n cometida cuando a¨²n no dispon¨ªan de juicio ni de formaci¨®n para evaluar sus terribles consecuencias, tanto para las v¨ªctimas como para ellos mismos.
Como recuerda el fil¨®sofo norteamericano Niel Postman en su excepcional ensayo Construyendo un puente hacia el siglo XVII, la noci¨®n de infancia no ha existido siempre, sino que fue una construcci¨®n deliberada de la Ilustraci¨®n. Hasta entonces, los ni?os eran humanos m¨¢s peque?os, tanto para lo bueno como para lo malo. Los que no estaban condenados por nacimiento, pod¨ªan llegar a estarlo por hechos cometidos desde la ignorancia de sus pocos a?os.
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