SHACKLETON O SCOTT
Para sorpresa de los transe¨²ntes de Exhibition Road, contin¨²o con mi vieja tradici¨®n de saludar y lanzar tres hurras cada vez que paso bajo la estatua del explorador polar sir Ernst Shackleton en su alta hornacina de la sede de la Royal Geographic Society de Londres. Es cierto que la ¨²ltima vez, hace unos d¨ªas, lo hice con menos entusiasmo y entre ciertas dudas. Vamos a ver, yo soy de los que convirtieron a Shackleton en su ¨ªdolo y (moderado) ejemplo a partir de la recuperaci¨®n que se hizo del personaje hace 10 a?os en coincidencia con la revisi¨®n a la baja de su gran competidor en asuntos heroicos helados, Robert Falcon Scott. Fue un movimiento bastante masivo, no crean: el explorador qued¨® 11? por votaci¨®n p¨²blica en una lista de los 100 brit¨¢nicos m¨¢s grandes, superado s¨®lo por gente de tanto pedigr¨ª como Churchill o Diana de Gales. Scott estaba el 54?.
En realidad, Shackleton no se comi¨® una rosca (geogr¨¢ficamente hablando: de la otra, claro, tampoco) en su m¨¢s famosa expedici¨®n ant¨¢rtica, la del Endurance (1914-1917), y adem¨¢s perdi¨® el barco, y todos lo pasaron espantosamente mal de la manera m¨¢s in¨²til, fr¨ªa y mojada posible. Pero hete aqu¨ª que consigui¨® que no se muriera ni uno de sus hombres. En un libro que acaba de aparecer y que a?ade a su inter¨¦s contar con, ?atenci¨®n cubierta!, pr¨®logo de Patrick O'Brian, La aventura ant¨¢rtica del 'Endurance' (Edhasa), el capit¨¢n de ese barco, Frank Worsley, explica que Shackleton "se preocupaba tanto por todos, que los duros de la expedici¨®n cre¨ªan ver en ello a veces un toque femenino". Y a?ade: "Si alguien tiritaba m¨¢s de lo habitual, ¨¦l le daba el par de calcetines menos h¨²medos" (desde luego, el relato es como para despertar vocaciones polares).
Es por ese mimo de los suyos que yo le admiro (imaginando que habr¨ªa cuidado incluso de m¨ª y no me habr¨ªa lanzado a las morsas por in¨²til). Me empez¨® a mosquear, sin embargo, la shackletonman¨ªa, y que estos ¨²ltimos a?os se convirtiera a mi ¨ªdolo en ejemplo de liderazgo empresarial: ?pod¨ªamos tener el mismo h¨¦roe yo y un ejecutivo? El golpe definitivo ha sido Antarctic destinies: Scott, Shackleton and the changing face of heroism, una obra de Stephanie Barczewski (Continuum, 2007) que muestra c¨®mo el p¨¦ndulo vuelve a oscilar, esta vez en favor de Scott, tras cruzadas como la de Ranulph Fiennes para restaurar su buen nombre. As¨ª que me siento inseguro, como en hielo quebradizo, y ya no s¨¦ de qu¨¦ mano fiarme ni con qu¨¦ h¨¦roe afrontar, este verano, el fr¨ªo.
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