Menudo chiringuito
Recalo un a?o m¨¢s en la Cala. A los t¨®picos de siempre -este verano hace m¨¢s calor, el agua est¨¢ m¨¢s fr¨ªa y revuelta- se han sumado dos nuevos: la crisis econ¨®mica y la guerra de los chiringuitos. Buenos temas para aderezar la charla en el Bar Paco, en Las Mimosas, ante una abundante raci¨®n de jibia a la plancha.
Todos se quejan: hay menos turistas, est¨¢n menos tiempo y gastan menos. Las cifras oficiales hablan de una disminuci¨®n de un 10%. A Paco le preocupa el oto?o: ?qu¨¦ har¨¢n los ingleses que pasan largas temporadas en la costa, con una libra devaluada?
Pero el tema estrella son los chiringuitos. La primera pregunta que le hacen los veraneantes a Juanmi, el camarero que atiende en el Merendero Papa O, es: ?este chiringuito lo van a tirar o no?
En Papa O est¨¢n relativamente tranquilos. Situado al otro lado del camino que separa la arena de la playa de la urbanizaci¨®n Las Mimosas, tiene 149 metros de superficie y la concesi¨®n administrativa en regla.
Otros lo tienen m¨¢s dif¨ªcil. En Andaluc¨ªa hay 2.000 chiringuitos, de ellos 800 en la arena. Lo que comenz¨® siendo un negocio menor se ha convertido en una poderosa industria del ocio que da trabajo a 40.000 personas y mueve 500 millones de euros anuales.
La ley de Costas de 1988 se?ala que los chiringuitos no podr¨¢n exceder de 150 metros y entre uno y otro deber¨¢ haber al menos 200 metros. Las concesiones que, antes de la entrada en vigor de la ley, eran por 99 a?os, son ahora de 15 a?os renovables. Precisamente cuando se iniciaba el periodo de renovaci¨®n estall¨® el conflicto entre Medio Ambiente y los chiringuiteros.
En la Costa del Sol hay 322 chiringuitos. Seg¨²n el ministerio, s¨®lo 68 tienen una concesi¨®n vigente. Otros est¨¢n en proceso de renovarla o no la tuvieron nunca. Muchos han surgido de forma an¨¢rquica y mantienen unas condiciones higi¨¦nicas deplorables.
El conflicto se aplaz¨® al oto?o. Ser¨¢ entonces cuando la Junta de Andaluc¨ªa, que asumir¨¢ estas competencias, estudie caso por caso. El consejero de Turismo, Luciano Alonso, ha advertido que "habr¨¢ que quitar aquellos que no cumplan la ley".
Porque las leyes est¨¢n para cumplirlas, aunque a veces uno tenga la impresi¨®n de que algunos pol¨ªticos se pasan media vida haciendo leyes y la otra media incumpli¨¦ndolas.
Meditaba sobre este asunto ante un espeto de sardinas que con maestr¨ªa prepara Pedro en Papa O, cuando le¨ª que 31 alcaldes de la Axarqu¨ªa malague?a piden que se legalicen 10.000 viviendas construidas ilegalmente en los t¨¦rminos municipales que gobiernan. Los hay de todos los colores pol¨ªticos, que a esto de saltarse la ley a la torera lo mismo se apunta un alcalde socialista que uno popular. Adem¨¢s, piden que se modifique la ley para que no se consideren delito de prevaricaci¨®n (por el que podr¨ªan ir a la c¨¢rcel) las licencias de obras que concedieron sabiendo que eran ilegales.
En Marbella, la alcaldesa popular ?ngeles Mu?oz pretendi¨® legalizar medio millar de viviendas, sobre las que pesaban ¨®rdenes judiciales de demolici¨®n.
Me pregunto si vivo en un pa¨ªs donde algunos tienen el derecho a violar sistem¨¢ticamente la ley o a modificarla cuando les interese por razones penales o electorales.
Me pregunto qu¨¦ pasa en un pa¨ªs en el que los votantes del primer partido de la oposici¨®n no lo castigan en las urnas (encuesta del CIS), despu¨¦s de conocerse que algunos de sus dirigentes han sido sobornados (presuntamente) por una trama corrupta que, entre otras cosas, organizaba bacanales con prostitutas de lujo para ganarse la confianza de alcaldes populares.
No tengo respuestas. Me como la ¨²ltima sardina de Pedro mientras contemplo c¨®mo crece un nuevo edificio al borde mismo del acantilado ba?ado por el mar en la Cala.
?Menudo chiringuito!
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.