Las ra¨ªces de ETA
A medio siglo de su fundaci¨®n, ETA tiene el dudoso honor de ser la organizaci¨®n terrorista m¨¢s veterana del continente. Por mucho tiempo, observadores dem¨®cratas de dentro y fuera de Espa?a creyeron que se trataba de una respuesta a la opresi¨®n ejercida por la dictadura de Franco sobre el Pa¨ªs Vasco y que en consecuencia, por encima de lo discutible de sus m¨¦todos, se trataba de un movimiento social y pol¨ªtico de signo progresista, a lo cual contribu¨ªa su ret¨®rica izquierdista adoptada al calor de los a?os sesenta. El atentado exitoso contra Carrero Blanco pareci¨® confirmar esa imagen, pronto desmentida, sin embargo, por otro atentado, el de la calle del Correo. Y ciertamente el franquismo fue un agente de radicalizaci¨®n del nacionalismo vasco radical, como lo fue la persistencia de las torturas, por no hablar del terrorismo de Estado tipo GAL, en los primeros a?os de la democracia. Pero el fondo del problema es que a fines de los setenta, como hoy, como ocurriera para sus precursores en 1936, la cuesti¨®n para ETA no era la presencia o ausencia de democracia, sino la exigencia de vencer al "enemigo" por antonomasia: Espa?a.
En su medio siglo de vida, este grupo terrorista de signo totalitario ha desgarrado Euskadi
A mediados del siglo XIX, Engels inclu¨ªa a los vascos entre las ruinas de pueblos cuyo ¨²nico papel hist¨®rico antes de desaparecer consist¨ªa en sostener causas reaccionarias. En este caso, al carlismo. Fue la industrializaci¨®n de Vizcaya lo que hizo posible que resurgiera, y se planteara en t¨¦rminos modernos, pero cargados de arca¨ªsmo, la perspectiva de una naci¨®n vasca. El contexto fue determinante para activar recursos tales como el fuerismo (convertido en "leyes viejas", expresi¨®n de una imaginaria independencia), el racismo (contra los mochas o belarrimochas, luego contra los belchas, "negros", liberales, por fin contra los inmigrantes maketos) y el integrismo religioso, asociado al carlismo. En el fondo, la aplicaci¨®n extrema, por expulsi¨®n, de la discriminaci¨®n establecida desde el siglo XV por los estatutos de limpieza de sangre en Castilla, pas¨® la frontera de la modernidad y en la formulaci¨®n de Sabino Arana dio vida al compa?ero olvidado del otro nacionalismo biol¨®gico de la Europa de 1900. El nacionalismo vasco hubiera existido sin duda ante la crisis del Estado-naci¨®n espa?ol. El mito reaccionario surgi¨® en este caso de la propia historia vasca.
Especie invadida, la vasca; especie invasora, la espa?ola, agente de opresi¨®n pol¨ªtica y de degeneraci¨®n moral y religiosa. El resultado s¨®lo pod¨ªa ser una religi¨®n pol¨ªtica del odio. Su itinerario es f¨¢cil de reconstruir, desde las obras en prosa y en verso de Sabino Arana, a los textos de ETA en la ¨²ltima d¨¦cada. Los j¨®venes patriotas detenidos hace un siglo por gritar "Gora Euzkadi y Muera Espa?a"; la previsi¨®n del disc¨ªpulo Santi de Meabe, Geyme, sobre un futuro en que los patriotas fusilados por Espa?a abrir¨ªan la etapa de lucha final por la independencia; la fascinaci¨®n desde 1916 ante el modelo irland¨¦s de lucha y muerte por la patria experimentado por los j¨®venes sabinianos a cuyo frente se hallaba Eli Gallastegui, Gudari, cuya descendencia ya se incluye en la historia de ETA; el antirrepublicanismo violento, el gusto por los s¨ªmbolos y la pasi¨®n organizativa de su grupo "Jagi-Jagi" en los a?os treinta, son otros tantos eslabones de una cadena, repintada y acerada por el fil¨®logo Federico Krutwig en los a?os sesenta, que arroja como precipitado la ETA de los atentados sangrientos al final de esa misma d¨¦cada. Adecuaciones y cambios sobre un fondo de continuidad.
Religi¨®n pol¨ªtica porque desde Sabino Arana a los dirigentes etarras de hoy, la lucha armada por la patria, el terrorismo, es presentada como un deber de naturaleza religiosa que el individuo ha de asumir. La referencia a san Ignacio en las fechas de fundaci¨®n del PNV y de ETA no es casual: el santo guipuzcoano propone una organizaci¨®n disciplinada, de "gudaris de Jes¨²s" para luchar contra "el enemigo", en este caso no los protestantes sino Espa?a, hasta destrozarles. El enfrentamiento de lo puro y lo impuro resulta capital, como lo era ya en los tiempos de ese vizca¨ªno o guipuzcoano del Antiguo R¨¦gimen, "limpio de sangre de jud¨ªos, moros, herejes y gentes de mala raza". S¨®lo que siguiendo el mismo ejemplo, el absolutismo de los principios ha de ser conjugado con el pragmatismo en los medios, de donde surgi¨® el espejismo de las "dos almas" del nacionalismo.
Desde el punto de vista de ETA ese pragmatismo puede aconsejar en unas ocasiones los asesinatos selectivos, o "la socializaci¨®n del sufrimiento" hasta consolidar en el Pa¨ªs Vasco rural una forma de dominio totalista, que en sus antecedentes y en la planificaci¨®n de la violencia entronca con el antecedente nazi, y en otras, llegado el caso "la tregua permanente" y "la negociaci¨®n". Pero como se vio en las conversaciones de Loyola, el imperio de la dimensi¨®n teleol¨®gica, el camino hacia la independencia, acaba deshaciendo las ilusiones.
Movimiento terrorista de signo totalitario, ETA ha producido un enorme desgarramiento en la sociedad vasca. Pero ¨¦sta ha resistido y es curiosamente ahora cuando puede hablarse, no de la perennidad de ese "pueblo vasco" prehist¨®rico de Arzalluz e Ibarretxe, sino de una aut¨¦ntica construcci¨®n nacional vasca.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica.
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