La aldea global es una novela negra
Las obras policiacas y de espionaje narran con crudo realismo los entresijos del mundo. De ah¨ª su popularidad. Petroleros, vendedores de armas, especuladores, politicastros y sicarios son, entre otros, sus nuevos villanos
Resulta que Suecia no es lo m¨¢s parecido a un para¨ªso de libertad y justicia. All¨ª tambi¨¦n hay empresarios corruptos, funcionarios venales y machistas asesinos. Debemos este descubrimiento a las novelas de Henning Mankell y Stieg Larsson, pero habr¨ªamos podido intuirlo si en su momento, hace cuatro d¨¦cadas, hubi¨¦ramos tenido acceso a las obras del matrimonio formado por Maj Sj?wall y Per Wahl??, con sus polic¨ªas prof¨¦ticamente desencantados con el modelo sueco. En cuanto a Estados Unidos, no es s¨®lo que sus servicios secretos secuestren y torturen en Abu Ghraib, Bagram y Guant¨¢namo, es que, cual James Bond, disponen de licencia para matar. Lo sabemos por una larga lista contempor¨¢nea de sicarios de ficci¨®n: el Jason Bourne de Robert Ludlum, el Jack Reacher de Lee Child, los Hombres de la Guada?a de John Connolly, el John Rain de Barry Eisler...
Fin del monopolio estadounidense: este verano el mundo lee al sueco Stieg Larsson
La visi¨®n de la pol¨ªtica internacional del g¨¦nero negro es m¨¢s exacta que la de Fox News
?Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia? En absoluto. En Contrato para matar, John Rain, exterminador a sueldo de la CIA, hace esta reflexi¨®n: "Algunas personas necesitan la rutina y se niegan a aceptar las consecuencias que acarrea la previsibilidad de sus movimientos. A juzgar por mi experiencia, esas personas suelen acabar muertas m¨¢s temprano que tarde. El mundo sigue las reglas de Darwin". Pues s¨ª, el mundo se ha vuelto loco en este arranque del tercer milenio, es una jungla donde impera la ley del m¨¢s fuerte, y quien mejor lo est¨¢ contando es la novela negra (thriller en ingl¨¦s). De ah¨ª la popularidad actual de este g¨¦nero literario: la lectura de este verano vuelve a ser Larsson.
De esto se habl¨® mucho en la ¨²ltima edici¨®n de la Semana Negra de Gij¨®n, una de cuyas mesas redondas estuvo dedicada espec¨ªficamente a las relaciones entre thriller y pol¨ªtica. La conclusi¨®n fue que la novela negra est¨¢ abordando con insolente realismo lo que el periodismo oculta o maquilla: la ferocidad de las luchas por el poder, la omnipotencia del dinero, el doble rasero, la manipulaci¨®n del p¨²blico... Constre?ida por la obligaci¨®n de publicar informaciones contrastadas y por lo pol¨ªticamente correcto, la prensa de calidad no puede contar de la misa la mitad; la sensacionalista, por su parte, s¨®lo se ceba en los d¨¦biles y los rojos. As¨ª que, como afirma la escritora escocesa Val McDermid, "hoy no existe mejor manera de arrojar luz sobre una sociedad que recurriendo a la novela negra".
Antes de dedicarse al thriller, Val McDermid fue periodista, como lo fue el fallecido Larsson y como lo son tantos de los cultivadores actuales del g¨¦nero. En sus biograf¨ªas suele haber elementos comunes: una temprana vocaci¨®n literaria, una posici¨®n pol¨ªtica progresista y mucha amargura por no haber podido contar en la prensa todo lo que sab¨ªan sobre tal o cual cosa, sobre todo cuando hab¨ªa individuos, empresas o gobiernos poderosos de por medio. Tal es el caso del gal¨¦s Matt Beynon Rees, creador del primer detective palestino de la historia, el profesor Omar Yusef. Entrevistado en mayo por Le Point, Rees dec¨ªa: "La ficci¨®n es m¨¢s cercana a la realidad que el periodismo".
En Una tumba en Gaza, una de las novelas de Rees, alguien le pregunta a Omar Yusef qu¨¦ le impulsa a continuar una peligrosa investigaci¨®n y ¨¦ste responde: "Soy palestino. Estoy acostumbrado a comer mierda". En otro momento, Salwa, un personaje femenino, suelta: "A veces pienso que los ¨²nicos palestinos que no lloran son los muertos". Ninguna cr¨®nica, y por supuesto ning¨²n informe de un think-tank, lo puede decir m¨¢s corto y mejor.
El thriller se ha globalizado. En un doble sentido: sabemos m¨¢s de cada pa¨ªs concreto y tambi¨¦n sabemos m¨¢s de c¨®mo funcionan las relaciones internacionales. Sobre lo primero: ahora leemos en cualquier parte del mundo a autores que nos cuentan cu¨¢les son los cr¨ªmenes de sus respectivas sociedades. Ya no nos enteramos tan s¨®lo de lo que pasa en Estados Unidos (fant¨¢stico, por cierto, el relato del Katrina de James Lee Burke en El hurac¨¢n del que sirva de ejemplo esta frase: "Era el Air Force One. Despu¨¦s de tres d¨ªas, mister Bush se ha dignado venir a sobrevolarnos... Joder, no sabes lo bien que me siento ahora"). O de c¨®mo funciona Washington (David Baldaci, en Absolute Power, cont¨® los esc¨¢ndalos sexuales de la era Clinton; Leonard Downie Junior, en la reciente Rules of the Game, cuenta las intrigas de las industrias militares y petroleras de la era Bush). No, termin¨® el monopolio estadounidense (aunque ah¨ª siguen cl¨¢sicos vivientes como James Ellroy y Walter Mosley) y ahora tambi¨¦n nos enteramos de lo que ocurre en Suecia (Mankell, Larsson), en Sicilia (Andrea Camilleri), en Venecia (Donna Leon), en Grecia (Petros M¨¢rkaris), en Argelia (Yasmina Jadra), en Sur¨¢fica (Gillian Slovo, Deon Meyer), en Israel (Batya Gur), en Francia (J.-P. Manchette, Didier Daeninckx, Fred Vargas), en Espa?a (Andreu Mart¨ªn, Juan Madrid, Lorenzo Silva), en Reino Unido (Ian Rankin, P.D. James)...
Descarnados y cabales, los libros de estos autores ?muchos de los mediterr¨¢neos marcados por la herencia de Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n? son mucho mejores que las gu¨ªas tur¨ªsticas para comprender sus pa¨ªses: qui¨¦nes mandan, c¨®mo ejercen el poder, c¨®mo se busca la vida la gente de a pie, c¨®mo se practica all¨ª lo que Raymond Chandler llamaba "el simple arte de matar"..
Pero tambi¨¦n hay cada vez m¨¢s novelas sobre pol¨ªtica internacional: sobre las pugnas por el petr¨®leo y otros recursos energ¨¦ticos, sobre las guerras de Afganist¨¢n e Irak, sobre la tragedia palestina, sobre los inconfesables m¨¦todos de las agencias de espionaje en la lucha contra el terrorismo yihadista (El prisionero de Guant¨¢namo, de Dan Fesperman), sobre las farmac¨¦uticas en ?frica (El jardinero fiel, de John Le Carr¨¦)... Y tambi¨¦n un significativo regreso en clave negra a los a?os treinta del pasado siglo en busca de las razones por las que el mundo tambi¨¦n se volvi¨® loco entonces (Alan Furst y su El corresponsal, Philip Kerr y sus novelas del polic¨ªa berlin¨¦s Bernie Gunther).
La visi¨®n del mundo que se desprende del thriller pol¨ªtico contempor¨¢neo es m¨¢s compleja y menos maniquea que la de Fox News. Los malos no son s¨®lo caudillos izquierdistas latinoamericanos, oligarcas rusos del gas y jeques ¨¢rabes que financian redes yihadistas. Entre sus villanos tambi¨¦n hay pol¨ªticos y funcionarios de Washington dispuestos a cualquier cosa con tal de que el viejo imperio siga mandando sin que nadie le chiste. Y mucha gente de la CIA que intercepta movimientos, conversaciones telef¨®nicas y accesos a Internet all¨ª donde les place. Y cardenales maquiav¨¦licos del Vaticano, banqueros suizos corro¨ªdos por la hipocres¨ªa, especuladores financieros e inmobiliarios de m¨²ltiples pelajes... y hasta un primer ministro brit¨¢nico (El poder en la sombra, de Robert Harris) que, por oscur¨ªsimas razones, arruina su brillante carrera pol¨ªtica para ponerse al servicio de Bush.
El triunfo universal de un capitalismo rapaz, el comienzo del declive estadounidense, la resurrecci¨®n de Rusia y China, el crecimiento de India y Brasil, la acci¨®n de terroristas y traficantes multinacionales, el resurgir de los fundamentalismos nacionales y religiosos, todo eso ha convertido el planeta en un campo de batalla... y en un semillero de argumentos para los escritores. En la escena negra global es dif¨ªcil distinguir a los buenos de los malos: todos piensan que el fin justifica los medios, todos usan m¨®viles encriptados, piratean en Internet y tienen cuentas secretas en para¨ªsos fiscales, y, si es menester, todos matan. En las novelas actuales los narcos no los ¨²nicos que contratan sicarios, tambi¨¦n lo hacen gobiernos respetables. Ah¨ª est¨¢ Gabriel Allon, restaurador de arte y asesino al servicio del Mossad, creado por la imaginaci¨®n de Daniel Silva, norteamericano de origen portugu¨¦s y tambi¨¦n ex periodista. Gabriel Allon es un verdugo con conciencia: le asaltan con frecuencia las dudas, pero su reclutador, el Viejo, siempre acaba convenci¨¦ndole de que sus cr¨ªmenes tienen una buena causa: Israel y el pueblo jud¨ªo.
Situadas en Berl¨ªn, Shangh¨¢i, Sao Paulo, Dubai, Ciudad del Cabo o Singapur ?-las capitales emergentes del thriller- o en Nueva York, Par¨ªs, Londres, Mosc¨² o Hong Kong -las cl¨¢sicas-, estas novelas ofrecen al lector mucho m¨¢s que entrenamiento: ofrecen una luz cruda sobre los acontecimientos actuales y, en ocasiones, lo que el cr¨ªtico Steve Goldstein llama "el oscuro regalo de la profec¨ªa". Recu¨¦rdese que el 11-S fue anticipado en un best-seller de Tom Clancy.
El ensayista canadiense John Ralston Saul afirma: "Quiz¨¢ el espionaje sea uno de los ¨²ltimos refugios de la novela cr¨ªtica y con peso pol¨ªtico". Fortalecida tras el 11-S, el nacimiento de esta rama del ¨¢rbol negro se remonta a 1909, cuando Joseph Conrad public¨® El agente secreto, un libro en el que, a trav¨¦s de un anarquista, predijo la muy contempor¨¢nea figura del terrorista suicida. En la primera mitad del siglo pasado los brit¨¢nicos Eric Ambler (La m¨¢scara de Dimitrios) y Graham Greene (El tercer hombre, El americano impasible, Nuestro hombre en La Habana) dieron a la novela de espionaje el prestigio que cuajar¨ªa en la figura de John Le Carr¨¦.
Gran cronista de la guerra fr¨ªa, es admirable c¨®mo John Le Carr¨¦ est¨¢ acertando tambi¨¦n en el relato de nuestro tiempo. El heredero de Conrad, Ambler y Greene sintetiz¨® as¨ª el disparate de Irak en Amigos Absolutos: "Cada guerra es peor que la anterior, se?or Mundy. Pero ¨¦sta es la peor que he visto si nos referimos a las mentiras. Da igual que haya acabado la guerra fr¨ªa. Da igual que estemos globalizados, que seamos multinacionales o lo que sea. En cuanto suena el tam-tam y los pol¨ªticos despliegan sus mentiras, ah¨ª tenemos los arcos y flechas y la bandera y la televisi¨®n las veinticuatro horas del d¨ªa para todos los ciudadanos leales. Tres hurras por las explosiones y qu¨¦ carajo importan las bajas mientras sean del otro lado. Y no me venga con esa gilipollez de la Vieja Europa. Aqu¨ª nos encontramos con la Am¨¦rica m¨¢s vieja de la historia: fan¨¢ticos puritanos que asesinan a los salvajes en nombre del Se?or. ?Qu¨¦ hay m¨¢s viejo que eso? Fue genocidio entonces y es genocidio ahora". Claro, directo y veraz.
"Cuando se mete en pol¨ªtica", escribe el comentarista franc¨¦s Patrick S. Vast, "el g¨¦nero negro tiende a rascar donde pica, a no caer en el consenso y en lo pol¨ªticamente correcto. Impertinente, incluso liante, est¨¢ cerca de la gente, de sus interrogantes, de sus problemas". Tal como est¨¢n las cosas, y si Obama no logra detener la ca¨ªda del mundo por la pendiente ?y tiene poderosos enemigos dentro y fuera intentan maniatarlo?, al thriller no le van a faltar temas para las pr¨®ximas temporadas. ?Qu¨¦ tal, por ejemplo, una novela sobre un pol¨ªtico mediterr¨¢neo que se dice adalid de los valores familiares cat¨®licos al tiempo que monta org¨ªas con jovencitas en su Villa Viagra?
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