El Gran Gatsby de la Pintura
El m¨¢s extra?o privilegio de la pintura", dec¨ªa Degas, "es el de encolerizar a la gente". Tal definici¨®n cuadra a la perfecci¨®n con la personalidad de Kees van Dongen (Rotterdam, Holanda, 1877-M¨®naco, 1968), uno de los abanderados de la revoluci¨®n fauvista, admirador de Rembrandt y Frans Hals en su juventud, militante del anarcocomunismo, el hombre que lanzaba m¨¢ximas sociales como: "?Acaso pintar no es otra cosa que ponerse al servicio del lujo en una ¨¦poca como ¨¦sta, cuando vivimos rodeados de pobreza?". De ah¨ª a pintor de estrellas, media un abismo, un agujero negro, del que emergi¨® como retratista de artistas y de la jet society en los a?os dorados de la belle ¨¦poque.
El Gran Gatsby de la pintura alcanz¨® la gloria, pero no el reconocimiento. "Tuvo una carrera brillante como pintor, pero ha pasado a la posteridad como el pintor c¨®ctel, marcado por golpes de efecto y esc¨¢ndalos". As¨ª lo define Anita Hopmans, directora de exposiciones en el Instituto Holand¨¦s de Historia del Arte. Van Dongen, del que el Museo Picasso de Barcelona muestra actualmente su primera retrospectiva en Espa?a, se forj¨® a pulso una leyenda atractiva, pero detestable para sus compa?eros de generaci¨®n. Al final de su vida, para redimirse, s¨®lo pod¨ªa echar mano de su antigua amistad con Picasso. En 1949, un nost¨¢lgico Van Dongen posaba con el retrato a l¨¢piz pintado por Picasso, antes de que el malague?o, y Guillaume Apollinaire a la cabeza, le pusieran a caldo. "Vivir en Par¨ªs no le sienta bien", dec¨ªan.
"Ten¨ªa el aspecto de un gran diablo de barba rubia, mirada socarrona y gran personalidad"
"Se me reprocha enloquecer con el lujo. Pues s¨ª. Me gusta lo que brilla, las mujeres sensuales, y la pintura me da todo eso"
Formado en la Academia de Artes y Ciencias de Rotterdam, descubri¨® muy pronto el atractivo del distrito rojo, el barrio de las prostitutas de la ciudad holandesa. Dec¨ªa que le gustaba ver a las mujeres de la vida sentadas en las ventanas, esperando a los clientes, como si estuvieran expuestas en vitrinas. Dibujaba sin cesar, y aquellos apuntes, con influencias de Toulouse-Lautrec, lo hicieron muy popular en la prensa francesa, donde publicaba regularmente.
"Par?s me atra¨ªa como un faro", y decidi¨® mudarse a Par¨ªs. Vivi¨® en la miseria hasta que capt¨® la atenci¨®n del descubridor de artistas, el marchante Vollard. Expuso en su galer¨ªa en 1904. Y tuvo ¨¦xito. La gente se qued¨® boquiabierta ante el aspecto de un "gran diablo de barba rubia, mirada socarrona, una personalidad indescriptible", seg¨²n Vollard. "Siempre calzado con sandalias de donde surg¨ªan los dedos del pie que han agujereado el calcet¨ªn; se le encuentra en todas partes, en todos los barrios, bajos fondos o chics, siempre escoltado por jovencitas?".
Tiempo despu¨¦s, en el Sal¨®n de Oto?o parisiense, volvi¨® a mostrar sus obras, esta vez junto a Derain y Matisse. Fue all¨ª donde el cr¨ªtico de arte Vauxcelles acu?¨® para ellos el nombre de fieras: "Los colores de sus pinturas rugen en las paredes". Hab¨ªa nacido el fauvismo, y Van Dongen formaba parte de ¨¦l.
Cuando pudo empezar a vivir modestamente de sus obras se mud¨® al Bateau-Lavoir, en un estudio enfrente del de Picasso. Las mujeres de ambos, Fernande Olivier y Guus, simpatizaron, y la amistad entre los pintores se consolid¨®. Hasta que la mujer de Van Dongen regres¨® a Holanda con la hija de ambos. Por entonces, ¨¦l imitaba en todo al artista malague?o. De esa ¨¦poca es el retrato de Fernande, un desnudo en rojo y amarillo, que el holand¨¦s posiblemente pint¨® en 1907 durante una de las separaciones temporales de la conflictiva pareja.
Otro golpe de fortuna. El marchante Kahnweiler entr¨® en su vida y compr¨® algunos de los cuadros: "Una c¨¢lida tarde del verano de 1907 vino a verme un hombre con sandalias, pantal¨®n azul y jersey gris. Ten¨ªa el pelo y la barba descoloridos por el sol y el viento. Una gran pipa y gorra". A Kahnweiler le pareci¨® detectar una cierta influencia de Picasso en la obra de Van Dongen, pero le encant¨® "el gozo y la alegr¨ªa del color". En sus a?os j¨®venes, el holand¨¦s hab¨ªa sido boxeador para ganar algo de dinero y reflej¨® las poses combativas en sus retratos de mujeres, aquellas luchadoras incandescentes. Amaba el tono carm¨ªn, rojo sangre, el color de los burdeles, del music-hall.
Van Dongen ya hab¨ªa despegado. En 1908, los coleccionistas rusos, Shchukin y otros, comienzan a comprar sus obras. El ¨¦xito le sonre¨ªa y su vida empez¨® a cambiar. Abandon¨® Montmartre y se instal¨® en la calle Saulnier, una zona cercana al Folies Berg¨¨re, el cabar¨¦ m¨¢s famoso de Par¨ªs. All¨ª cortejaba a las coristas del local, Nini y Anita, la bohemia, que posaban para ¨¦l como modelos. La sensualidad del cuerpo femenino se desplegaba sin pudor en sus lienzos. Empez¨® su alejamiento de las vanguardias parisinas.
En 1911 su amistad con el modisto Paul Poiret ser¨¢ fundamental en su vida y en sus contactos. De hecho, ¨¦l fue quien le present¨® a la rica coleccionista de arte Peggy Guggenheim. La uni¨®n de ambos se tradujo en alcohol, mujeres e innumerable fiestas con "bailarinas lascivas". El optimismo de esos a?os se reflej¨® en una paleta de colores vibrantes, verde, azul o amarillo.
Un a?o despu¨¦s Van Dongen regresa como triunfador a Montparnasse. En su estudio se dan los bailes m¨¢s fastuosos y ¨¦l se retrata como Neptuno. Fernande Olivier recuerda una gran fiesta, en 1914, poco antes de la I Guerra Mundial, como una bacanal donde se com¨ªa, se beb¨ªa y se hac¨ªa en amor en cualquier rinc¨®n. En 1914, el artista se aproxima a la marquesa Luisa Casti, exc¨¦ntrica, bella y adinerada. Modelo de Man Ray, amante del escritor Gabriele D'Annunzio, el poeta preferido de Mussolini. Fue ella quien hizo entrar a Van Dongen en "los salones mundanos de la ¨¦poca". A?os despu¨¦s, ser¨¢ otra mujer, Jasmy Jacob, Jasmy la Divine o Jasmy la Terrible, inteligente y autoritaria, directora de la Maison de Couture Jenny, la que se convertir¨ªa en su maestra y mentora. Jasmy ten¨ªa clase, y cuerpo de maniqu¨ª. Pronto, ambos comprenden que est¨¢n hechos el uno para el otro. Van Dongen se divorcia y se muda con Jasmy a una nueva casa donde renace como pintor de sal¨®n. Comienza su etapa de lujo y glamour. A sus fiestas acuden mujeres con pieles, adornadas con perlas y diamantes. Son habituales Cocteau o Madame Chanel, encantados con su mundanidad art¨ªstica. La guerra ha terminado y, aunque los cr¨ªticos lo traten con menosprecio, ¨¦l es la vedette de la alta sociedad, su pintor de c¨¢mara. "Se me reprocha, escribi¨® Van Dongen, ser mundano, enloquecer con el lujo, ser un esnob disfrazado de bohemio, o un bohemio disfrazado de esnob. Pues s¨ª. Adoro la vida de mi ¨¦poca, tan animada, tan acelerada? Me gusta lo que brilla, las piedras preciosas que resplandecen, las mujeres sensuales, y la pintura me da todo eso porque lo que yo pinto es, a menudo, un sue?o o una obsesi¨®n".
En los a?os veinte, en el periodo de entreguerras, Van Dongen era el pintor de moda, y la segu¨ªa a rajatabla en sus retratos. De hecho, retrata a mujeres de siluetas andr¨®ginas, con poco pecho, sin caderas ni trasero; el pelo corto, fumando con largas boquillas, los ojos sombreados de azul. En una entrevista de 1928 afirmaba: "El mundo es un gran jard¨ªn, lleno de flores y de malas hierbas? Lo bueno de nuestra ¨¦poca es que todo se puede mezclar, es realmente la ¨¦poca c¨®ctel". A pesar de la boutade, en sus palabras lat¨ªa un cierto escepticismo: "En el fondo, la vida es sombr¨ªa y triste".
Despu¨¦s entr¨® en su ¨¦poca oscura. En 1941 Van Dongen se march¨® a Alemania y se fotografi¨® sin reparos con oficiales nazis. Aquello nunca le fue perdonado.
Van Dongen, el que intim¨® con Matisse y Picasso, nunca frecuent¨® los mismos ambientes que la vanguardia de aquellos a?os, Satie, Man Ray, Paul Morand? Los salones en los que el holand¨¦s reinaba eran los de las duquesas de Guermantes. Maurice Sachs, un cronista de la ¨¦poca, le dedic¨® en su libro Au temps du boeuf sur le toit, aceradas parrafadas: "Van Dongen es un nombre holand¨¦s? los peri¨®dicos de Deauville que le llaman el maestro holand¨¦s se olvidan de que tambi¨¦n nombraban as¨ª a Rembrandt. Van Dongen se contenta con ser el m¨¢s parisiense de los holandeses. Y no es un maestro, es un alumno. Es un caricaturista que hace de la caricatura, pintura"? Los artistas le detestan y alguno que otro lo llama "rapin de luxe" (pintor de brocha gorda de lujo).
El artista que admiraba tanto a Rembrandt, el pintor que no ten¨ªa donde caerse muerto, se convirti¨® con el tiempo en una estrella del retrato. En su estudio se daba cita la buena sociedad. Tras su ruptura con Jasmy se traslad¨® a vivir a M¨®naco, donde compr¨® una casita a la que llam¨® Bateau-Lavoir, en recuerdo de sus a?os bohemios.
Van Dongen se hace mayor. Es como si hubiera regresado a su etapa primeriza de dibujante. Pinta a la actriz del momento, Brigitte Bardot, que es portada de la revista Life en marzo de 1960. La fotograf¨ªa de aquel encuentro muestra a una Bardot efervescente y a un Van Dongen anciano, demacrado, con redecilla en la cabeza y un cuerpo que semeja la rama de un ¨¢rbol a punto de troncharse. Es el final de su vida art¨ªstica. Kees van Dongen muere a los 91 a?os en M¨®naco en pleno mayo del 68. Qu¨¦ paradoja. Su desaparici¨®n pas¨® desapercibida en aquel Par¨ªs que tanto am¨®.
La exposici¨®n 'Van Dongen' puede verse en el Museo Picasso de Barcelona hasta el 27 de septiembre.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.