Los guardianes del asfalto
Viernes, 3 de julio, cinco de la tarde. 42 grados al sol quieren derretir la M-50. Un hombret¨®n de 40 a?os vuelve a casa despu¨¦s del trabajo. Cien kil¨®metros diarios se come su Twingo negro entre Fuenlabrada y Loeches. Le espera su familia. Lleva la silla del ni?o atr¨¢s. Quiz¨¢ empieza hoy sus vacaciones. A este ritmo, en 20 minutos llega. El tr¨¢fico es fluido en esta nueva v¨ªa de circunvalaci¨®n. Los atascos, de haberlos, estar¨¢n en las autov¨ªas de la costa. De repente, la furgoneta de delante da un volantazo y se materializa ante su parabrisas un Toyota Corolla de frente por su carril. Una bola de una tonelada se precipita sobre ¨¦l a 140 por hora. El impacto, brutal, deja al Twingo varado 150 metros m¨¢s all¨¢, en el?punto kilom¨¦trico 26,150 de la autopista M-50 de Madrid. Dentro, con el cintur¨®n puesto, el cad¨¢ver reventado de la primera v¨ªctima de la Operaci¨®n Salida de julio de 2009.
"sois motoristas, no moteros", les dicen en la escuela. "la moto es parte de tu cuerpo"
"El accidente es el gran enemigo. Te emocionas, pero tienes que actuar"
"No salimos a recaudar", dicen. "Se trata de disuadir y prevenir. Se salvan vidas"
"En europa nos envidian la guardia civil de tr¨¢fico. Es un modelo que funciona", dice el Director de la DGT
"Pobre se?or, ha pagado la temeridad de otros. Al menos iba solo, si llega a ir el ni?o... Mire la sillita". La guardia Rodr¨ªguez est¨¢ plantada frente al coche como si velara el cuerpo presente del accidentado. Su moto Honda Pan European 1.300 la espera cerca. Marta Rodr¨ªguez Cabaleiro tiene cara de ni?a y un dulce acento gallego que le hacen parecer m¨¢s joven y fr¨¢gil que los 28 a?os y el coraje que acredita su curr¨ªculo. Rodr¨ªguez es una de las 122 mujeres entre los 10.600 guardias civiles de tr¨¢fico. Una de las ¨²nicas 22 chicas entre los 6.857 motoristas que peinan la carretera. A¨²n es novata. Lleva seis meses de rodaje. No hab¨ªa visto un siniestro mortal. Es su bautismo de sangre. Dicen los veteranos que el primer muerto no se olvida. A ella tampoco. M¨¢s que el horror por las v¨ªsceras al aire, la cabeza sin rostro y los restos esparcidos por el firme, su conmoci¨®n es interna. "Me duele que sea un inocente. Lo dem¨¢s no me ha impresionado tanto. Sab¨ªa que ten¨ªa que llegar", confiesa mientras se ejecuta a su alrededor la coreograf¨ªa habitual de un gran accidente. Agentes controlando el tr¨¢fico, un helic¨®ptero sobrevolando la zona, el equipo de atestados recogiendo datos, gr¨²as, operarios de limpieza, ambulancias en retirada. Sobre el lomo de su moto una pegatina oficial informa: "1959-2009: 50? aniversario de la Agrupaci¨®n de Tr¨¢fico de la Guardia Civil".
M¨¢s de 250.000 personas han fallecido en la carretera en el ¨²ltimo medio siglo. Despu¨¦s de d¨¦cadas terribles -5.359 muertos hubo en 1978; 7.188, en 1989; m¨¢s de 4.000 anuales, en los primeros a?os 2000-, la cifra ha bajado casi a la mitad. Con 32 millones de veh¨ªculos circulando por los 168.000 kil¨®metros de v¨ªas, el a?o pasado se cobr¨® 2.181 bajas. Y en lo que llevamos de 2009, la cifra ha bajado un 10%. La reforma de las normas de tr¨¢fico, con la puesta en marcha del carn¨¦ por puntos, el endurecimiento de las sanciones y la penalizaci¨®n de la velocidad excesiva o la conducci¨®n bajo el efecto del alcohol est¨¢n, adem¨¢s de una creciente conciencia social, detr¨¢s del milagro. La Direcci¨®n General de Tr¨¢fico es la autora intelectual de lo que su titular, Pere Navarro, llama "la revoluci¨®n silenciosa" en la seguridad vial. La Guardia Civil de Tr¨¢fico, el brazo operativo. La fuerza de choque sobre el terreno.
En cincuenta a?os, los guardias de la carretera han puesto 100 millones de denuncias a infractores, instruido 3 millones de atestados por accidentes y realizado 20 millones de auxilios. Cada conductor cuenta la feria como le va. Un guardia es ese tipo que te multa por hablar por el m¨®vil. El que te para -y te cruje- porque te has pasado de velocidad en el radar. El que te hace soplar en el alcohol¨ªmetro cuando vienes de cenar y tomarte un chupito con el caf¨¦. El que te ayuda a cambiar una rueda. El que te asiste mientras llegan las asistencias. Y el que va a llamar a la mujer del hombre del Twingo para decirle que su esposo ha muerto.
En 1959, un mill¨®n de veh¨ªculos -m¨¢s otro mill¨®n largo de carros de tracci¨®n animal- circulaban por los apenas 60.000 kil¨®metros de v¨ªas existentes. El ¨¦xito del Seat 600, lanzado en 1957, hab¨ªa cuadruplicado el parque m¨®vil. La incipiente clase media empezaba a marchar sobre ruedas. La carretera de La Coru?a registraba un tr¨¢nsito de 300 veh¨ªculos cada cinco minutos los s¨¢bados por la tarde, hora de la estampida de los madrile?os hacia la sierra. Se contabilizaron 1.678 fallecidos en accidente. Hab¨ªa que hacer algo. La vigilancia en ruta era una tarea difusa encomendada a la Polic¨ªa Armada y los peones camineros. El ministro de la Gobernaci¨®n, el poderoso general Alonso Vega, estaba urdiendo el traspaso de las competencias a la Guardia Civil, de la que hab¨ªa sido director. Se trataba de aprovechar el despliegue geogr¨¢fico y el car¨¢cter militar del Cuerpo para operar en el terreno sin m¨¢s exigencias que las propias del servicio.
El coronel Lorenzo Hortig¨¹ela, de 76 a?os, fue uno de los oficiales reclutados para poner en marcha la especialidad. La misi¨®n le vino al pelo al joven teniente. Siempre le apasion¨® "el conocimiento y el servicio al ser humano". En eso consist¨ªa para ¨¦l su trabajo. "En carretera, lo m¨¢s importante es la persona y su dignidad. La seguridad y la fluidez son el objetivo. La prudencia, la t¨¦cnica y la?educaci¨®n, las armas. Las sanciones son el ¨²ltimo recurso. El accidente, el ¨²nico enemigo a batir", dice hoy el coronel en la sede del Sector de Tr¨¢fico de Madrid. En la reserva desde 1991, Hortig¨¹ela acude -de impoluto uniforme- en cuanto se le requiere. Los j¨®venes guardias que salen de trabajar en bermudas le dirigen un afectuoso "a sus ¨®rdenes, mi coronel" y ¨¦l se pone m¨¢s ancho que?largo. Lleva 1,2 millones de kil¨®metros encima.
Es uno de los primeros 30 motoristas -a lomos de otras tantas Sanglas- que patrullaron las v¨ªas en la llamada Unidad Piloto. En 1959, aprobada la Agrupaci¨®n de Tr¨¢fico, se ampliaron a 500. En 1962, a 3.930. Eran d¨ªas en los que se presentaban tres aspirantes por plaza. Tr¨¢fico era un destino codiciado. El dinero lo pon¨ªa la tambi¨¦n reci¨¦n creada Direcci¨®n General de Tr¨¢fico. Los medios a su disposici¨®n -las patrullas se hac¨ªan en motos Sanglas y BMW, en Seat 1430 o Land Rover, cuando muchos guardias rurales iban a pie-, un d¨ªa libre semanal, un complemento de 1.000 pesetas que casi doblaba el sueldo y un prestigio creciente les convirtieron en los arist¨®cratas del Cuerpo.
La dureza del oficio quedaba para ellos. "Calor en verano y fr¨ªo en invierno, m¨¢s que ahora. Helaba y nevaba a rabiar. Pero lo peor eran los accidentes", recuerda Hortig¨¹ela. "Las asistencias no es que tardaran, es que a veces ni exist¨ªan. Se te mor¨ªa la gente en los brazos. En esto hay emociones fuertes y te afectan, pero tienes que moverte y actuar". El coronel fue, quiz¨¢, el primer herido grave en acto de servicio en una especialidad peligrosa que registra hoy una media de 550 accidentados anuales y se ha cobrado la vida de 311 agentes -m¨¢s que los guardias asesinados por ETA- en sus 50 a?os de historia.
Fue el 22 de diciembre de 1959. Hortig¨¹ela escoltaba al presidente de Estados Unidos Ike Eisenhower hasta la base de Torrej¨®n tras su hist¨®rica visita a Franco. El motorista pis¨® una mancha de aceite sobre hielo. Rotura de la base del cr¨¢neo. La medalla de Sufrimientos por la Patria que luce en la pechera fue el reconocimiento del r¨¦gimen a sus dos meses en coma. Hortig¨¹ela, un autodidacta capaz de ir gratis a El Corte Ingl¨¦s por las tardes para aprender gesti¨®n de recursos, dirigi¨® la Escuela de Tr¨¢fico en los a?os ochenta. En esta casa, los que sab¨ªan ense?aban a los que llegaban. Hasta hoy.
"Sois motoristas, no moteros. Se conduce con la cabeza, no con el cuerpo". Jos¨¦ Luis Vidal arenga a sus alumnos, una veintena de j¨®venes desplegando un impresionante repertorio de piruetas sobre dos ruedas. No es una exhibici¨®n para la visita, sino la rutina de ejercicios impuesta por Vidal para lograr el fin ¨²ltimo: "Que la moto sea parte de su cuerpo, que se olviden de ella para estar pendientes de lo dem¨¢s". Estamos en el circuito de la Escuela de Tr¨¢fico de M¨¦rida. En este moderno complejo se forman los futuros guardias de Tr¨¢fico. Los motoristas, los agentes de atestados y los cuadros de direcci¨®n. El capit¨¢n Vidal, de 54 a?os, un tipo bregado por d¨¦cadas de rodaje, lleva ocho como jefe de la instrucci¨®n de motocicletas. Hoy es el ¨²ltimo d¨ªa lectivo. Ma?ana reciben su diploma los 216 motoristas y 47 guardias de atestados de la ¨²ltima promoci¨®n. Se han ca¨ªdo 60 por el camino. Entre ellos, dos de las tres guardias que iniciaron el curso de moto. No daban el nivel. Vidal es inflexible. Adem¨¢s de imperativo profesional, es una cuesti¨®n de conciencia.
"No todos sirven. Aqu¨ª, la ¨²nica discriminaci¨®n es la seguridad. Si uno no es capaz de garantizar la suya, no puede encargarse de los dem¨¢s", dice el capit¨¢n. "La mujer que llega es tan buena como un hombre. Si no hay m¨¢s es porque no se presentan". Ver¨®nica Pascual, de 27 a?os, tres como guardia rural en Puebla de Sanabria (Le¨®n), es la ¨²nica superviviente. Pascual, una vocacional pura -"me apasiona la moto desde cr¨ªa, es dura, pero compensa", dice- ser¨¢ la 23? motorista en Espa?a.
Hoy no hay precisamente bofetadas por entrar en la escuela. Parece que Tr¨¢fico -ni la moto, ni el coche patrulla, ni el furg¨®n de atestados- ya no es un destino tan atractivo para los guardias. Los 300 euros de su complemento espec¨ªfico no bastan para animarles. En los primeros 2000, la dr¨¢stica bajada del n¨²mero de aspirantes alcanz¨® proporciones preocupantes. No se cubr¨ªan los objetivos del Gobierno. La perspectiva de un trabajo dif¨ªcil, peligroso -300 kil¨®metros diarios en moto- y muchas veces ingrato por un sueldo de unos 1.500 euros no seduc¨ªa a los agentes. "El guardia mejor pagado cobra menos que un polic¨ªa nacional, y no tenemos la jornada laboral regulada. Se cambia de turno varias veces y de un d¨ªa para otro. Si las motos tuvieran tac¨®grafo, nos las inmovilizar¨ªan los compa?eros", dice Jos¨¦ Antonio Agudo, secretario de organizaci¨®n de la Asociaci¨®n Unificada de la Guardia Civil (AUGC), lo m¨¢s parecido a un sindicato en un cuerpo militar que los tiene expresamente prohibidos. Tras la "huelga de bolis ca¨ªdos" o la de "enero en blanco" de 2006 -un mes sin multas orquestado por la AUGC-, se estableci¨® un "plus de seguridad vial" de 150 euros que parece haber animado la demanda.
Aun as¨ª, la ¨²ltima promoci¨®n de M¨¦rida se ha cubierto por los pelos. Un aspirante por plaza. El jefe de estudios, el teniente coronel Juan Miguel Garc¨ªa, de 48 a?os, admite que les gustar¨ªa tener m¨¢s "para poder seleccionar a los mejores". "La sociedad ha cambiado, y el perfil de guardia, tambi¨¦n, nos nutrimos de ella", dice. "Antes, ¨¦sta era la ¨²nica especialidad de la Guardia Civil, y hoy hay otras y muy atractivas donde elegir: desde inform¨¢tica hasta submarinismo. Quiz¨¢ hay tambi¨¦n menos esp¨ªritu de sacrificio, ¨¦ste es un trabajo duro y el incentivo econ¨®mico ya no es determinante. El que est¨¢ aqu¨ª es por vocaci¨®n".
Aunque sea tard¨ªa. La guardia Esther Boyano est¨¢ de servicio en el Destacamento de Tr¨¢fico de M¨®stoles (Madrid). Boyano, de 41 a?os, lleva 15 en el Cuerpo. No fue hasta 2005, con 37 a?os y sus dos hijas medio criadas, cuando estudi¨® la modalidad de atestados en M¨¦rida. "Llevaba tiempo en la seguridad de un ministerio y me apetec¨ªa hacer algo m¨¢s cercano al servicio a los dem¨¢s. Sentirme ¨²til a la sociedad". La mejora del sueldo no fue, en su caso, el acicate para cambiar su horario de funcionaria por los turnos de locos y los sinsabores de su nuevo trabajo. Los agentes de atestados acuden a los accidentes con v¨ªctimas. Inspeccionan e investigan el escenario. Toman declaraci¨®n a implicados y testigos. Confeccionan el correspondiente informe. Pero tambi¨¦n vigilan las v¨ªas en los coches patrulla. Realizan controles de alcoholemia. Manejan los cinem¨®metros -vulgo, radares- m¨®viles. Denuncian y sancionan a los infractores. Y "lo peor de todo", dan las malas noticias. Hoy es un d¨ªa tranquilo. Boyano trabaja en su ordenador organizando los cortes de tr¨¢fico de la Vuelta Ciclista del Vino que se celebra la semana pr¨®xima. Hace un rato ha escuchado el accidente de la M-50 por la emisora del destacamento. No es su demarcaci¨®n. Si no, quiz¨¢ le habr¨ªa tocado a ella telefonear a la viuda del Twingo.
-"?Bingo!". El teniente Jos¨¦ Luis Vega, jefe del Destacamento de Legan¨¦s, acierta de nuevo. Seg¨²n la estad¨ªstica de este veterano, casi todos los conductores que exceden la velocidad permitida en un control dan positivo en el test de alcohol. Son las dos de la madrugada. Vega est¨¢ al mando de un punto de verificaci¨®n de alcoholemia instalado en la A-5. El chico de los piratas y las chanclas de dedo ha saltado el radar y ha dado 0,75 en el alcohol¨ªmetro, m¨¢s del doble de lo permitido. Su novia le mira cabizbaja mientras los guardias le comunican que est¨¢ detenido, le leen sus derechos y le conminan a presentarse ante el juez el lunes. La cena y el "par de copas" le van a salir caras. La privaci¨®n del carn¨¦ durante ocho meses, la imposici¨®n de una multa de 800 euros y la p¨¦rdida de hasta seis puntos es una sentencia m¨¢s que probable en el juicio r¨¢pido a la que va a dar lugar su delito. Si reincide puede acabar en la c¨¢rcel, como los 1.250 conductores que se hallan en prisi¨®n por esa causa. O a¨²n peor: uno de cada tres conductores fallecidos en accidente en 2008 hab¨ªa bebido de m¨¢s.
La noche va bien. S¨®lo tres positivos en un par de horas. "Hace a?os hubieran ca¨ªdo m¨¢s de la mitad de los que soplan. Ahora se lo piensan antes de coger el coche bebidos", dice Vega, para quien este cambio se basa en una doble certeza. "La de que es muy probable que te topes con un control y la de que si caes, te enteras. El bolsillo escuece, y tambi¨¦n la p¨¦rdida de cr¨¦dito social que produce la retirada del carn¨¦. En esto, tolerancia cero. No salimos a multar. Se trata de disuadir y prevenir. As¨ª se salvan vidas", sostiene.
C¨®mo ha cambiado la feria. A uno y otro lado. No hace tanto, no era raro toparse con una pareja de guardias atiz¨¢ndose un carajillo o una cerveza. Hoy, el capit¨¢n Vidal aconseja a sus alumnos no tomar siquiera cerveza sin: "Da mala imagen". La reputaci¨®n de la Agrupaci¨®n es, aparte de los exabruptos de los conductores disconformes, ¨®ptima. "Una de las cosas que nos envidian en Europa es la Guardia Civil de Tr¨¢fico", dice Pere Navarro, director general de Tr¨¢fico. "La polic¨ªa de circulaci¨®n es un asunto muy complejo, y este modelo funciona". La especializaci¨®n, la experiencia y la versatilidad sobre el terreno son, para ¨¦l, las claves de su eficacia.
Los funcionarios de la DGT y los guardias de Tr¨¢fico trabajan codo con codo. Por lo menos en la cabina del Abeja 27 V¨ªctor, uno de los 21 helic¨®pteros con que la DGT patrulla la carretera desde el aire. Ra¨²l Nevado, piloto de la DGT, maneja el aparato. Detr¨¢s de ¨¦l, el cabo Eduardo Hernando otea la v¨ªa a los mandos de la Wescam MX15, una c¨¢mara adosada a la carlinga con un potent¨ªsimo tel¨¦metro l¨¢ser capaz de acercar hasta la pantalla el piercing del labio inferior de un conductor hablando por el m¨®vil dentro de su coche 1.000 pies m¨¢s abajo.
Hernando y Nevado han salido en vuelo de vigilancia contra los infractores. Se trata de localizar a veh¨ªculos que infrinjan las normas, fotografiarlos in fraganti y cursar la correspondiente denuncia. Hoy toca un recorrido por la red secundaria del norte de Madrid. La carretera M-505 con destino al puerto de la Cruz Verde forma un sinuoso recorrido muy apreciado por los moteros. Desde arriba se aprecia n¨ªtidamente c¨®mo uno de ellos se come la l¨ªnea continua varios cientos de metros. En la pantalla de Hernando se lee la matr¨ªcula al dedillo. En unas semanas, el titular de la moto recibir¨¢ la correspondiente multa. No es recaudatorio, sin embargo, el objetivo de la misi¨®n, seg¨²n Nevado y Hernando. "Saldr¨ªa car¨ªsimo", aducen. "Una hora de vuelo est¨¢ en torno a 1.500 euros, y en una misi¨®n de dos horas se ponen, de promedio, cuatro denuncias. El fin es disuasorio. Que la gente sepa que puede caer en cualquier momento".
Desde el cielo, la carretera luce preciosa. Parece un juego de Scalextric. Los coches, maquetas de juguete. No hay sangre, ni l¨¢grimas, ni hierro. Eso de lo que hablamos cuando hablamos de un accidente mortal.
En la M-50, el juez ha delegado en la fuerza el levantamiento del cad¨¢ver del Twingo. Dos guardias registran al fallecido en busca de papeles antes de que la funeraria cargue el cuerpo del coche al ata¨²d. El est¨®mago -y el coraz¨®n- se le sube a uno a la boca. Tambi¨¦n a la guardia Rodr¨ªguez.
Esta tarde, la motorista hab¨ªa salido de patrulla con el sargento Jes¨²s Jim¨¦nez para el control de la Operaci¨®n Salida. De repente, un Toyota Corolla negro ocupado por dos hombres da un aceler¨®n al verles. El sargento les da el alto, pero huyen a toda pastilla. Jim¨¦nez, con Rodr¨ªguez en los talones, pide los datos del veh¨ªculo. Es un coche robado. Solicita refuerzos. Seis parejas de motoristas se incorporan a la persecuci¨®n durante la media hora de enloquecida gincana del Corolla por las autopistas de Madrid hasta que, acosado, da un giro en U en plena M-50 y recorre 300 metros en sentido contrario antes de empotrarse contra el Twingo.
Para cuando la guardia Rodr¨ªguez lleg¨® no hab¨ªa nada que hacer. Los ocupantes del Corolla han corrido mejor suerte. El conductor -un macedonio con nueve antecedentes por robo- ha sido custodiado hasta el hospital con lesiones leves despu¨¦s de ser desincrustado del coche por los bomberos. El copiloto ha huido campo a trav¨¦s. Al cierre de esta edici¨®n no hab¨ªa sido localizado.
"Somos guardias. Estamos para proteger al ciudadano, no s¨®lo para sancionarlo", dice el teniente coronel Santiago Caballero, jefe del Sector de Tr¨¢fico de Madrid, se?alando los restos del Corolla. Caballero deja las cosas en su sitio. "Los motoristas pod¨ªan haberles dejado ir, pero les han seguido. Se han jugado la vida. Han visto morir a un inocente, han auxiliado a un delincuente herido, y ah¨ª les tiene. Les he dicho que se tomen un refresco para bajar la adrenalina y sigan con su patrulla. Si tienen que denunciar a alg¨²n infractor y les dice que s¨®lo est¨¢n para recaudar, se aguantar¨¢n. No son cualesquiera, son gente con un temple especial y yo estoy orgulloso de mandarles".
La agente Rodr¨ªguez se ajusta el casco
-pesa como un condenado, el cuello se vence, la cabeza se embota- antes de darle gas a su Honda. Los guardias abren por fin al tr¨¢fico la M-50. Son las 8.20. Los coches empiezan a tomar la v¨ªa. En el kil¨®metro 26,150, un rodal de polvo secante gris perla es el ¨²nico vestigio de la tragedia.
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