Un cementerio de obras inmortales
Esther Ferrer entierra una 'performance' en un pueblo de Salamanca
Hay un lugar en Castilla donde yacen sepultadas en distintas tumbas las cenizas del gran escritor, pintor, fil¨®sofo y porn¨®grafo franc¨¦s, Pierre Klossowski; un Pontiac Grand Prix en el que dos artistas (Javier Utray y Carlos Alcolea) daban vueltas alrededor del Museo del Prado hablando de las obras que hab¨ªa en el interior; las canciones de Germ¨¢n Coppini, m¨²sico de la movida madrile?a; la maleta de un artista famoso, pobre y suicida (Alberto Greco), posiblemente con un perro pitbull en su interior y una tela con la palabra miedo bordada en rojo.
Es el Cementerio de Obras de Arte de Morille, un pueblo a 18 kil¨®metros de Salamanca, con apenas 200 habitantes, casas de piedra, perros dormidos a la sombra y un paisaje ¨¢rido cuyo silencio s¨®lo rompen los mugidos y cencerros de las vacas. El s¨¢bado, a la ca¨ªda de la tarde, hubo un nuevo entierro, cuyo epitafio reza: "Esther Ferrer. Aqu¨ª yace la Performance a varias velocidades (versi¨®n original) Par¨ªs 1987/ Salamanca 2009". Inventada, realizada y transformada en m¨²ltiples ocasiones por Esther Ferrer hasta el 1 de agosto de 2009, en que se realiz¨® por ¨²ltima vez en este mismo cementerio.
All¨ª est¨¢n enterradas las cenizas del pintor y porn¨®grafo Pierre Klossowski
"Quise enterrar una performance que me gustara y que hubiera hecho muchas veces", argumenta la artista, premio Nacional de Artes Pl¨¢sticas en 2008. "Las performances envejecen conmigo y las he ido adaptando a mi edad. ?sta exige un esfuerzo f¨ªsico que no creo que pueda seguir realizando. Ya no puedo correr tanto y si lo hago de otra manera se perder¨ªa la esencia", admite. "Prefiero que muera siendo lo que fue".
La acci¨®n consiste en que la artista sale corriendo en una direcci¨®n concreta, al detenerse se sienta sobre una silla y habla para s¨ª. La velocidad de la carrera es menor en cada ocasi¨®n, mientras que sus palabras van subiendo en volumen hasta terminar magnific¨¢ndolas a trav¨¦s de un meg¨¢fono, en contraste con una carrera que al final es tan lenta que casi le hace perder el equilibrio. Desde 1987, la ha ejecutado en ciudades como Par¨ªs, Madrid, Colonia o Marsella. Esther Ferrer, con 72 a?os, la realiz¨® por ¨²ltima vez el s¨¢bado a la ca¨ªda de la tarde.
El cortejo f¨²nebre parti¨® del ayuntamiento de Morille, encabezado por Ferrer, el alcalde, Domingo S¨¢nchez Blanco -artista e ide¨®logo de la iniciativa-, algunos amigos, y gran parte de los habitantes del pueblo. Despu¨¦s de ejecutar la acci¨®n, meti¨® en una caja la silla, el meg¨¢fono y la partitura original de la pieza, la cerr¨® y clav¨® el primer clavo. Los asistentes fueron clavando el resto de la tapa. No hubo l¨¢grimas. A Esther Ferrer no le interesa emocionar. "Otra de las razones por las que he querido enterrar esta performance es porque, con la edad, me quedo sin aliento y eso a?ade un componente dram¨¢tico en el p¨²blico que prefiero evitar. No me interesa manipular las emociones de los espectadores, es un recurso demasiado f¨¢cil. Quiero que piensen, no que sientan".
Hay ahora poco m¨¢s de una docena de tumbas. El terreno de 50.000 metros cuadrados ha sido cedido por el ayuntamiento. La idea original de Domingo S¨¢nchez Blanco y Javier Utray (fallecido en 2008) tuvo su primera realizaci¨®n con el entierro de las cenizas de Klossowski y del Pontiac en una c¨¢mara acorazada en diciembre de 2005. Pero, ?hay algo que ver en este lugar? Para empezar, cada una de las l¨¢pidas tiene un epitafio provocador. Poemas o enunciados inquietantes. Este anti-museo tiene adem¨¢s el misterio al que alude El Principito, de Saint-Exup¨¦ry: "?sta es la caja. El cordero que quieres est¨¢ dentro". No se ve, se imagina. Como dice S¨¢nchez Blanco: "Un lugar perdido para obras de arte desubicadas".
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