El valor del segundo
A las diez de la ma?ana del 22 de agosto de 1851 dio comienzo en Inglaterra una competici¨®n n¨¢utica para rodear la Isla de Wight. Pronto, el ¨²nico barco extranjero, el estadounidense America, aventajaba notablemente a los catorce candidatos locales. Siguiendo atentamente la carrera y con esperanzas de observar la embarcaci¨®n que gobernaba su hijo, el futuro Rey Eduardo VII, la Reina Victoria pregunt¨®: "?Se ven los veleros?". "S¨®lo el America, con la venia de Su Majestad", contestaron desde la tripulaci¨®n. "?Cu¨¢l es el segundo?", se interes¨® la Reina. "Ah, Su Majestad, no hay segundo".
Algunos dudan de la veracidad de la an¨¦cdota, pero la frase pronunciada en aquella competici¨®n que con el tiempo se convertir¨ªa en la famosa Copa Am¨¦rica ha pasado a la historia por su crudeza. Describe un mundo en el que s¨®lo hay lugar para el m¨¢s r¨¢pido y para el que gana. Como medida de tiempo, el segundo se convierte en el bien m¨¢ximo; como posici¨®n, es evitado a toda costa. El n¨²mero uno es lo ¨²nico que importa.
Hay que recuperar el m¨¦todo cient¨ªfico frente al modo de pensamiento r¨¢pido y de ganancia r¨¢pida
Seg¨²n Cicer¨®n, los puestos que siguen al de cabeza tambi¨¦n son honorables
Fast food. Fast fashion. Se dice que los canales de televisi¨®n nos han acostumbrado a noticias de ciclo corto, a relatos que reducen a minutos los tres grandes pasos del drama que se respetan desde Arist¨®teles: planteamiento, nudo y desenlace. Cada uno de ellos se ha convertido en una fase que devora la siguiente con intensidad inusitada.
Las nuevas generaciones est¨¢n formadas por seres de notable socializaci¨®n virtual que piensan y act¨²an vertiginosamente. Desconocemos a¨²n cu¨¢l ser¨¢ su progresi¨®n, pero algunos estudios sugieren novedades llamativas. Crece la dificultad para la lectura en profundidad, y parece que la motricidad del dedo pulgar ya no ser¨¢ lo que era tras la aparici¨®n del tel¨¦fono m¨®vil.
El detalle del pulgar no es superficial: ha sido fundamental en nuestra evoluci¨®n. En los or¨ªgenes permiti¨® cerrar el pu?o, aferrarse a las ramas y aprehender objetos. Une las yemas de los otros dedos y nos capacita para manipular con precisi¨®n. Un estudio realizado en 2002 por la Universidad de Warwick (Reino Unido) observ¨® un aumento de su habilidad. Para ciertos usos los j¨®venes ya lo prefieren al ¨ªndice, el dedo autoritario por excelencia. Son cambios de tendencia que se producen en a?os, no en siglos como otras importantes evoluciones anteriores.
El extraordinario aumento de velocidad se observa al comparar el conocimiento generado en los ¨²ltimos cien a?os frente al existente anteriormente. Los siglos XX y XXI han concentrado los m¨¢s grandes hallazgos: los grupos sangu¨ªneos, las comunicaciones inal¨¢mbricas, la teor¨ªa de la relatividad, la penicilina, los computadores, los aceleradores de part¨ªculas, el ADN, las hormonas recombinantes, el l¨¢ser, el chip, laaviaci¨®n supers¨®nica, los telescopios espaciales, la secuencia del genoma humano o Internet, entre otros.
Nuestro cerebro sigue siendo casi el mismo de los primeros Homo sapiens, pero aparatos y mecanismos externos han multiplicado su capacidad. Y el nuevo ritmo que imponen normaliza la idea de conseguir resultados inmediatos, decir y hacer como las m¨¢quinas.
Sin desprecio, Alessandro Baricco llama a las generaciones neotecnol¨®gicas "los b¨¢rbaros" para constatar su avance radical e imparable. Seg¨²n el escritor italiano, los j¨®venes ya no sienten como antes la necesidad de llegar al fondo de las cosas, prefieren navegar superficialmente por ellas. Dejaron de creer que lo bueno se obtiene concentr¨¢ndose en un objetivo de dif¨ªcil consecuci¨®n; lo que interesa es la energ¨ªa que desprende la secuencia de muchos objetivos, de distintas acciones. El b¨¢rbaro es como una bicicleta: "Necesita de un movimiento constante para tener la impresi¨®n de que est¨¢ adquiriendo experiencias".
Palabras como esfuerzo y sacrificio, que sugieren compromiso y largos periodos de entrega a los proyectos y fases discretas de reflexi¨®n hasta llegar a la sabidur¨ªa, la visibilidad y el ¨¦xito, se han diluido. Se sigue valorando su significado (la responsabilidad silenciosa con causas que no conllevan reconocimiento p¨²blico pero que son imprescindibles) pero ni est¨¢n, ni se las espera, en el top ten de claves vitales actuales. "Deprisa, deprisa", sin embargo, es un mantra que s¨ª podr¨ªa aparecer.
Juan Carlos Rodr¨ªguez Ibarra escrib¨ªa en este mismo diario: "El tiempo ya no se mide en segundos, sino en nanosegundos". En 2007, un equipo espa?ol consigui¨® medir con mayor detalle que nunca, en attosegundos, el movimiento de los electrones que viajan en s¨®lido entre ¨¢tomos. Un attosegundo es una trillon¨¦sima parte de segundo, y haber conseguido cuantificar ese movimiento con tanta precisi¨®n implica poder replicar esas velocidades en otros sistemas, como los electr¨®nicos. Los computadores cient¨ªficos del ma?ana ser¨¢n mucho m¨¢s potentes que ahora y, siguiendo el camino que nos ha tra¨ªdo hasta aqu¨ª, quiz¨¢ tambi¨¦n lo sea nuestro propio ritmo.
La prisa por conseguir el ¨¦xito est¨¢ directamente relacionada con otra, la de despreciar los puestos que siguen al de cabeza. Ser segundo, en t¨¦rminos de posici¨®n, significa perder. En un contexto de temor al fracaso y a las zonas intermedias descienden las vocaciones cient¨ªficas y el rol de investigador abnegado cuya entrega obtiene premio s¨®lo en raras ocasiones resulta un poco estimulante.
Quiz¨¢ sea el momento de movilizarse para que los valores m¨¢s encumbrados hoy en d¨ªa tambi¨¦n incorporen otros que fueron importantes en el pasado. No se trata de resistirse a los cambios, se trata de participar con voz en ellos. La creatividad, la libertad y la proactividad, afortunadamente impulsadas por las nuevas tecnolog¨ªas y absolutamente necesarias, deben combinarse con un aprecio renovado por la reflexi¨®n, el compromiso y la constancia, propias del m¨¦todo cient¨ªfico.
Nuestra inteligencia nunca podr¨¢ evitar todos los errores, pero nos otorga el derecho y el deber de reducirlos al m¨ªnimo. Para ello, el m¨¦todo cient¨ªfico apuntado por los griegos, definido por Descartes y consolidado por Bacon obliga a comprobar todos los saberes y a demostrarlos en p¨²blico (apertura y transparencia, que tanto se piden hoy). Con ello nos protege frente a las equivocaciones y la manipulaci¨®n, pero sobre todo ofrece una v¨ªa de juego limpio para llegar al saber.
El m¨¦todo cient¨ªfico implica que importa el conocimiento pero tambi¨¦n el modo de llegar a ¨¦l, que ha de ser honesto y riguroso. Por tanto es un valor en s¨ª mismo que debemos recuperar. Aplicable a la mayor¨ªa de las empresas vitales, supera la esfera de actividades de la ciencia y adquiere validez en muchas otras: la m¨²sica, el deporte, la cocina, la cooperaci¨®n al desarrollo, el periodismo.
La defensa de la perseverancia, el rigor y la profundizaci¨®n no exime de realizar una autocr¨ªtica para comprender por qu¨¦ dejaron de funcionar estos valores cl¨¢sicos. Porque en muchos casos, como concede Baricco, las Bastillas que van tomando los b¨¢rbaros tienen motivos para caer, y la cultura por cuya desaparici¨®n nos lamentamos es la misma que llev¨® a Europa a dos guerras mundiales.
Aquella sociedad cargada de represi¨®n, encadenada a sus convenciones, defendi¨® a sangre determinadas virtudes porque estaban demasiado enraizadas como para ser err¨®neas. Y estaba equivocada. Su desacertada concepci¨®n del sacrificio hace que hoy se desprecien condiciones que parten de ¨¦l, como la paciencia y el deber.
Pero no podemos resignarnos a la tendencia contraria, el modo de pensamiento r¨¢pido y ganancia r¨¢pida, porque ha tenido resultados nefastos en ¨¢mbitos como la econom¨ªa. Como si de un ropaje se tratase, la ca¨ªda de los mercados ha dejado al desnudo muchos comportamientos codiciosos. Se ha robado con pluma estilogr¨¢fica, como dec¨ªa una canci¨®n popular en los a?os de la Gran Depresi¨®n.
Hemos de integrar los roles discretos y las metas a largo plazo como experiencia vital. Convertirse en el mejor, ganar a corto plazo, es una aspiraci¨®n completamente v¨¢lida, pero lo m¨¢s importante es perder el miedo para no verse paralizado por la presi¨®n ni derrotado por el desencanto si no hay un triunfo inmediato. Siguiendo las ense?anzas de Cicer¨®n, los puestos que siguen al de cabeza tambi¨¦n son honorables, y cada posici¨®n, cada segundo como instante, no son m¨¢s que puro espacio y tiempo, tan relativos como demostr¨® Einstein.
Carlos Mart¨ªnez Alonso es secretario de Estado de Investigaci¨®n.
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