La alargada sombra del mito
Los recientes fallecimientos de Merce Cunningham o Pina Bausch plantean interrogantes - ?Hay futuro para las compa?¨ªas de autor m¨¢s all¨¢ de su muerte?
?Hay vida para el arte coreogr¨¢fico moderno m¨¢s all¨¢ de la muerte de los core¨®grafos? Evidentemente, s¨ª, el problema es saber cu¨¢n larga es esa vida. En el caso del ballet acad¨¦mico y rom¨¢ntico, la continuidad de las obras del gran repertorio (como El lago de los cisnes o Giselle) permite su pervivencia en constante evoluci¨®n. Pero y ?hoy? Maurice B¨¦jart, Merce Cunningham y Pina Bausch son tres de los pilares de la danza del siglo XX. Tambi¨¦n del XXI. Sus compa?¨ªas han resistido hasta hoy la muerte de sus fundadores (los dos ¨²ltimos, este verano), pero hay enormes interrogantes sobre el futuro. Son grandes compa?¨ªas de autor condenadas a vivir de las rentas, del pasado patrimonial, del legado coreogr¨¢fico de sus jefes omn¨ªmodos.
La continuidad del grupo de la core¨®grafa alemana es una inc¨®gnita
"Es una lucha constante contra un olvido natural", se?ala Bertozzi
La compa?¨ªa de Pina Bausch ha estado m¨¢s que discreta ante la muerte de su mentora. Primero apareci¨® en la web de su sede en Wuppertal (Alemania) un obituario muy sucinto y luego una lista detallada de sus compromisos hasta julio de 2010. Ning¨²n miembro de la agrupaci¨®n, como una pi?a, ha hecho declaraciones y es una inc¨®gnita si la compa?¨ªa seguir¨¢ o se disolver¨¢. Algunos de sus miembros, como el franc¨¦s Dominique Mercy y la espa?ola Nazareth Panadero, llevan m¨¢s de 30 a?os en Wuppertal. Pina (y su obra) han ocupado m¨¢s de la mitad de sus vidas.
En Nueva York, ya estaba claro en abril que la Merce Cunningham Dance Company dejar¨ªa de existir tambi¨¦n en 2010, despu¨¦s de cumplir los compromisos previos a la muerte de Merce el pasado julio. La Fundaci¨®n seguir¨¢ adelante con el trabajo de custodia de su legado y del compositor John Cage.
En Suiza, el B¨¦jart Ballet de Lausana se debate entre proseguir o cancelar los proyectos en medio de pleitos y abogados, rumores y una compleja situaci¨®n desde el punto de vista fiscal y art¨ªstico. La compa?¨ªa y la escuela Rudra quedaron en manos de Gil Roman, bailar¨ªn franc¨¦s a¨²n en activo y una de las ¨²ltimas figuras que estuvo al lado del maestro marsell¨¦s hasta su muerte. La web del B¨¦jart Ballet Lausana s¨®lo cifra las actuaciones hasta octubre de 2009. Roman manifiesta que la intenci¨®n es seguir, ahora que la plantilla es pujante y joven, con gran n¨²mero de hispanos y espa?oles (H¨¦ctor Navarro o Jos¨¦ Tirado).
El vac¨ªo es enorme y el desconsuelo palpable: sin la figura del gran core¨®grafo rector, las cosas se complican. Wim Wenders, que hab¨ªa comenzado una pel¨ªcula con Pina Bausch en Wuppertal poco antes de la muerte de la artista, declar¨® en The New York Times que seguir¨¢ adelante. El testimonio puede ser estremecedor cuando se relate esa orfandad que circula en la sala de ensayos, en el escenario y hasta en la vida de los bailarines, porque en estos conjuntos se estableci¨® una relaci¨®n m¨¢s profunda que la t¨ªpica de los teatros de ¨®pera y ballet. En Estados Unidos hab¨ªa precedentes. Como Martha Graham (1894-1991), o Jos¨¦ Lim¨®n (1908-1972): ante la muerte de los mentores sus compa?¨ªas se desenvolvieron con diferente fortuna. Exceptuando la discreta vida actual de la Graham Company y su escuela, hoy son apenas una llamada en los ambientes cultos de la danza. Muerto Lim¨®n, la compa?¨ªa vacil¨® y se reconstituy¨®, pero el tiempo diluy¨® el esfuerzo.
La que mejor ha resistido la ausencia del l¨ªder es la agrupaci¨®n de Alvin Ailey, en parte por el empe?o de su sucesora, Judith Jamison y su promotor, Paul Szilard, que explica: "Naturalmente, el esfuerzo es mayor. No se pueden ofrecer nuevas obras de ellos, pero s¨ª de sus sucesores, sus alumnos aventajados". Algo que se manifiesta en la vuelta a Europa del bilba¨ªno Alberto del Saz, con m¨¢s de 25 a?os en Estados Unidos y director art¨ªstico de la Alwin Nikolais Dance Company. Ahora baila los solos hist¨®ricos de Nikolais, como Noumenon, pieza de anticipaci¨®n de 1953. Es una lucha constante contra un "olvido natural y progresivo", seg¨²n la especialista Donatella Bertozzi y contra la incomprensi¨®n administrativa sobre el valor patrimonial del trabajo de los grandes core¨®grafos muertos. "Se potencia desde el mercado del espect¨¢culo la novedad y se relega lo que se considera arbitrariamente como viejo", lamenta la documentalista de la Scala de Mil¨¢n Marinella Gautterini.
Septiembre es un mes de grandes citas. La compa?¨ªa de Pina Bausch volver¨¢ a Wuppertal, los d¨ªas 10, 11 y 12, para bailar Caf¨¦ M¨¹ller, pieza emblema, lo ¨²ltimo que bail¨® la artista en Barcelona en 2008. El B¨¦jart Ballet Lausana estar¨¢ en el Theater 11 de Zurich del 23 al 27 con Ballet for life, su testamento est¨¦tico, que dedic¨® al amante muerto de sida, Jorge Donn, con m¨²sica de Queen y dise?os de Versace. Y la ?pera de Lyon estrenar¨¢ el 15 un programa que tiene como eje la obra Beach birds de Cunningham (estrenada en Zurich en 1991 como homenaje a James Joyce), obra cumbre de su madurez.
Pero estos grandes nombres han opacado la pervivencia de otros. Como el de los alemanes Mary Wigman Dore Hoyer, Kurt Jooss y Gret Palucca, que se mantienen hoy en un dudoso limbo, entre la complejidad de las vanguardias y su historia, que no garantiza m¨¢s que una supervivencia testimonial.
"Las grandes compa?¨ªas de autor est¨¢n desapareciendo y debe estudiarse", se?ala Alfio Agostini, director de la revista Ballet2000 y coautor de la ¨²nica enciclopedia de danza traducida al castellano. Ha pasado con William Forsythe (Nueva York, 1949), que sigue creando con un peque?o grupo. Su compa?¨ªa Frankfurt Ballet es ya historia, gran historia contempor¨¢nea del ballet, pero pasada y con algunas de sus coreograf¨ªas repartidas por las mejores compa?¨ªas de medio mundo. Probablemente Forsythe es el mejor ejemplo del destino del ballet moderno, que une brillantez, anarqu¨ªa, ruptura y belleza; que habla de la obsesi¨®n por permanecer, de la mutaci¨®n org¨¢nica de los materiales cor¨¦uticos y de la compleja e in¨²til lucha por ser eternamente repertorio.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.