El rapto de ?frica
El aumento del precio de los productos agr¨ªcolas y la demanda de biocombustibles est¨¢n empujando a grandes corporaciones internacionales a comprar tierras. Los Gobiernos las venden a espaldas de la poblaci¨®n
Europa sufri¨® el rapto de un Zeus transmutado en toro. El dios tronante de los griegos se las gastaba as¨ª cuando quer¨ªa satisfacer sus pulsiones. ?frica est¨¢ teniendo todav¨ªa peor suerte. Colonizada, empobrecida, asolada por guerras y reg¨ªmenes corruptos durante d¨¦cadas, ahora le ha tocado ser fruct¨ªfera granja para inversores internacionales y Gobiernos extranjeros que no siempre toman en consideraci¨®n las necesidades y derechos de la poblaci¨®n local. Los africanos corren hoy el riesgo de quedarse otra vez sin su propia tierra.
Lo primero que llama la atenci¨®n al recorrer ?frica es la cantidad de gente que hay por todas partes. Especialmente ni?os y j¨®venes. Kenia, por ejemplo, es un pa¨ªs superpoblado con m¨¢s de cuarenta millones de habitantes, la mayor¨ªa de los cuales tiene menos de cincuenta a?os. Etiop¨ªa acoge setenta y cinco millones y Nigeria supera los noventa. La poblaci¨®n crece de forma continuada a?o tras a?o.
El crecimiento de la poblaci¨®n provoca que la demanda de alimentos se est¨¦ disparando
La falta de t¨ªtulos y de registros facilita que muchos afectados no sean tenidos en cuenta
Viajando por carretera no se ven tierras sin cultivar ni espacios desaprovechados. La ganader¨ªa es extensiva y las peque?as parcelas f¨¦rtiles se aprovechan al m¨¢ximo. La necesidad esencial es comer y la agricultura es mayoritariamente de subsistencia, salvo en aquellos pa¨ªses donde una minor¨ªa blanca explota grandes superficies agr¨ªcolas, como ocurre en Sur¨¢frica, Namibia y Zimbabue, aunque en este pa¨ªs los problemas vienen por la irracional huida hacia adelante de Mugabe cuando hace unos a?os alent¨® la toma de las granjas y conden¨® a su pa¨ªs al desabastecimiento de productos b¨¢sicos.
Un reciente informe de la FAO reconoce un aumento significativo de la adquisici¨®n de tierras de labor por grandes corporaciones internacionales. En 2006, la inversi¨®n directa extranjera realizada por empresas y Gobiernos en el ?frica subsahariana super¨® los 17.000 millones de d¨®lares, los 22.000 en 2007 y en 2008 se lleg¨® al r¨¦cord de 30.000. Muchas de estas inversiones se canalizan a trav¨¦s de sociedades formalmente privadas pero controladas por Gobiernos; son las State-Owned Enterprises (SOE). Ejemplos, la saud¨ª Aramco, la kuwait¨ª Petroleum Corporation o la francesa EDF. Sin olvidarse del caso de China. No se puede saber el grado exacto de control que el Gobierno chino tiene sobre las empresas; la frontera entre p¨²blico y privado es difusa, pero se calcula que las 30 mayores multinacionales chinas son SOEs. Hoy los chinos est¨¢n por toda ?frica, construyendo edificios, comerciando, reparando carreteras y comprando tierras.
Este fen¨®meno inversor se debe al aumento del precio de los productos agr¨ªcolas y a la demanda de biocombustibles. En ocasiones, la compra de tierras en el extranjero se contempla como un asunto de seguridad nacional. El crecimiento de la poblaci¨®n, la expansi¨®n urbanizadora y los cambios diet¨¦ticos en el mundo desarrollado, con unos consumos de carne in¨¦ditos, han hecho que la demanda global de alimentos se est¨¦ disparando. Algunos pa¨ªses, como China o Arabia Saud¨ª, temen no poder alimentar a su poblaci¨®n en un futuro pr¨®ximo. El cambio clim¨¢tico est¨¢ agravando esta preocupaci¨®n. El incremento del precio de alimentos b¨¢sicos en 2007 ha provocado malestar social y disturbios en al menos 33 pa¨ªses, seg¨²n un reciente informe del Banco Mundial.
Los inversores dan por sentado que la tierra en ?frica es barata y abundante. Los sat¨¦lites dan unas estimaciones de unos 227 millones de hect¨¢reas cultivables. Sin embargo, la propia FAO reconoce que la tierra africana no carece de due?o y que es frecuentemente objeto de reclamaci¨®n o litigio. Recientemente tuve ocasi¨®n de conocer al Nuncio de su Santidad en Nairobi por un asunto relacionado con una ONG espa?ola que quer¨ªa construir un hospital servido por monjas en un terreno cedido por un pol¨ªtico local. Todas las preguntas que hizo estaban relacionadas con el t¨ªtulo de propiedad y la naturaleza del contrato de cesi¨®n. En Kenia el asunto del reparto y titularidad de la tierra genera no pocos conflictos ¨¦tnicos, que a veces estallan violentamente. No se puede tomar en serio la afirmaci¨®n de que la mayor¨ªa de la tierra cultivable est¨¢ infrautilizada o en desuso. Otra cosa es que los gobiernos locales y los inversores extranjeros tengan poco inter¨¦s en reconocer usos tradicionales y derechos de terceros.
Los acuerdos de adquisici¨®n se celebran normalmente entre el inversor y el proveedor de la tierra, que casi siempre es el Gobierno y no el agricultor directamente afectado. Sin embargo, el principio de Consentimiento Previo e Informado, reconocido en el art¨ªculo 32 de la Declaraci¨®n de Naciones Unidas de los Derechos de los Pueblos Ind¨ªgenas, supone que las comunidades tienen derecho a decidir sobre las propuestas de desarrollo. Casi todos los pa¨ªses de ?frica lo recogen en su legislaci¨®n y casi todas las empresas aseguran respetarlo. Pero una cosa es la letra y otra c¨®mo se aplica en la pr¨¢ctica. El caso de Mozambique resulta esclarecedor. Un importante proyecto de biocombustibles se negoci¨® sin ofrecer informaci¨®n relevante por adelantado; las reuniones se tuvieron s¨®lo con l¨ªderes; las actas de las reuniones no reflejaron fielmente las opiniones de la comunidad; las explicaciones de los costes y beneficios del proyecto fueron imprecisas. Y por ¨²ltimo, pero no por ello menos relevante, las mujeres ni fueron consultadas ni firmaron los acuerdos.
En gran parte de ?frica la tierra est¨¢ nacionalizada o controlada por el Estado. El Banco Mundial estima que s¨®lo entre el 2% y el 10% pertenece a propietarios particulares. Las razones de tan escasa propiedad privada formalizada son los complejos, caros y largos procedimientos de adquisici¨®n legal. Pero los derechos sin formalizar pod¨ªan verse amenazados. El Estado es quien se presenta como leg¨ªtimo propietario. La cuesti¨®n es relevante, pues existe una gran diferencia entre ser considerado usuario o due?o, especialmente a efectos compensatorios. En la pr¨¢ctica, estas grandes adquisiciones funcionan como expropiaciones. La falta de titulaci¨®n y de registros p¨²blicos fiables facilita que muchos afectados no sean tenidos en cuenta en el proceso. Ser tratado como mero usuario y no como propietario debilita la calidad del activo expropiado y la cuant¨ªa de lo que se considera una justa compensaci¨®n.
El informe reconoce que los t¨ªtulos de propiedad son muy escasos en las ¨¢reas rurales y que la actual ola de inversiones tiene lugar en un contexto de inseguridad jur¨ªdica que hace muy vulnerable a la poblaci¨®n local. La FAO recomienda reforzar e implementar los sistemas de titulaci¨®n, registros de la propiedad y la seguridad jur¨ªdica de los derechos sobre la tierra como mecanismos para proteger a los africanos frente a la arbitraria privaci¨®n de sus bienes. Estas medidas les ayudar¨ªan a proveerlos de un activo econ¨®mico que pudieran utilizar en sus negociaciones y de una salvaguarda frente a confiscaciones y desalojos. Se tratar¨ªa de una pol¨ªtica similar a la afrontada por Lula da Silva en Brasil cuando prometi¨® entregar t¨ªtulos a los usuarios de las favelas.
La FAO considera esencial estos mecanismos para otros fines: la transparencia y la igualdad de acceso a la informaci¨®n para todos los operadores y afectados. La realidad apreciada por los investigadores de Naciones Unidas es que estos tratos e inversiones se han gestado en secreto, lo que favorece la corrupci¨®n y los abusos. El informe reconoce enormes dificultades para acceder a los datos, resultando incluso problem¨¢tico obtenerlos de los registros de la propiedad en aquellos pa¨ªses donde existen. En la mayor¨ªa de casos, no fue posible conocer a trav¨¦s de fuentes oficiales ni el tama?o, ni la forma ni la localizaci¨®n exacta de las inversiones extranjeras.
?frica no puede sufrir un rapto menos rom¨¢ntico todav¨ªa que el de Europa a manos de Zeus. Siempre habr¨¢ quien pretenda aprovecharse de la ignorancia y buena fe de sus gentes. La falta de instituciones cre¨ªbles a quien m¨¢s perjudica es a los propios africanos y a las comunidades ind¨ªgenas. Es un imperativo ¨¦tico para Occidente fomentar el desarrollo sostenible de su f¨¦rtil tierra en beneficio de los propios africanos. Para ello, como recomienda la FAO, debemos ayudarles a levantar y a usar cre¨ªbles instituciones de seguridad jur¨ªdica como las que nosotros disfrutamos. S¨®lo de ese modo la compleja realidad social africana ser¨¢ tambi¨¦n visible desde los despachos y los m¨¢s altos rascacielos.
Jos¨¦ Antonio Miquel Silvestre es registrador de la propiedad.
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