La doble vida de ?mile Zola
Zola era un escritor inc¨®modo. Porque le obsesionaba la verdad. Desde sus primeras novelas hasta Nana o su gran ¨¦xito, Germinal (1885), y a lo largo de la veintena de t¨ªtulos de la saga monumental de los Rougon-Macquard, revel¨® la parte m¨¢s cruda de la sociedad francesa, renegando del idealismo rom¨¢ntico y de la hipocres¨ªa burguesa. En sus obras de ficci¨®n, muy documentadas, denunci¨® el arribismo, las componendas y la reestructuraci¨®n social en la Francia de la Segunda Rep¨²blica. ?l hab¨ªa vivido esos cambios al volver a Par¨ªs siendo joven, junto a su ¨ªntimo amigo de la infancia pasada en Aix en Provence, el pintor Paul C¨¦zanne, con quien comparti¨® las miserias de la vida bohemia en el Par¨ªs de los impresionistas cuando ¨¦stos eran considerados poco m¨¢s que unos artistas rebeldes y repudiados. A Zola le fue bien, pese a todo. Su estilo descarnado y el gran proyecto novel¨ªstico emprendido, lo se?alaron como el padre del naturalismo. Se convirti¨® en una gloria nacional. Lleg¨® un momento en que el ¨¦xito, la fama y la riqueza derivados de sus libros y su publicaci¨®n en forma de follet¨ªn, lo auparon a la posici¨®n de la ¨¦lite intelectual. A la c¨®moda y tranquila existencia, junto a su esposa Alexandrine Meley, algo mayor que ¨¦l y compa?era leal desde sus inicios.
Hacia 1888 todo parec¨ªa rodar suavemente en su vida. El viaje a un balneario en Royen, sobre la costa atl¨¢ntica, en compa?¨ªa de su editor Georges Charpentier, el pintor Fernand Desmoulin y Alexandrine, se perfilaba como el de unas vacaciones estivales relajantes e intrascendentes. Pero fue ah¨ª donde su vida se empez¨® a desdoblar. Por un lado, sus dos compa?eros de viaje y el alcalde de la ciudad, Victor Billaud -asiduo visitante a su residencia-, lo iniciaron en la afici¨®n por la fotograf¨ªa. Un pasatiempo que se convirti¨® r¨¢pidamente en una pr¨¢ctica sistem¨¢tica, una forma de atesorar detalles de la realidad que reflejaba en sus novelas, aunque curiosamente, no la utilizara con fines literarios.
Por el otro, en esos c¨¢lidos d¨ªas de verano este hombre de 48 a?os, con cerca de cien kilos de peso, se enamor¨® perdidamente de Jeanne Rozerot, la joven y esbelta costurera de 21 a?os que acompa?aba a su esposa. ?C¨®mo sucedi¨®? Quiz¨¢, cualquier tarde, cuando estaban a punto de salir, Zola descubri¨® que llevaba un bot¨®n de la chaqueta algo suelto. Y cuando Jeanne se lo cosi¨®, con prisas, y cort¨® el hilo con sus dientes ah¨ª mismo, sobre su cuerpo, el escritor sinti¨® una punzada que revivi¨® pasiones dormidas durante mucho tiempo. El caso es que ¨¦l y Jeanne se hicieron amantes y, con el tiempo, tuvieron dos hijos, Denise y Jacques. Con Alexandrine no hab¨ªa tenido descendencia, y el autor de La bestia humana se volc¨® en su segunda familia con responsabilidad, cari?o y dedicaci¨®n. Como no se admit¨ªa el divorcio, sigui¨® llevando una vida oficial junto a Alexandrine y otra secreta junto a Jeanne y sus hijos, a quienes instal¨® en Verneuil, no muy lejos de su residencia de M¨¦dan a orillas del Sena, y ve¨ªa casi a diario.
La fotograf¨ªa se convirti¨® en su forma de legitimar esa existencia. Jeanne fue su musa y su modelo en centenares de placas. La exposici¨®n que recoge en Valladolid una selecci¨®n de 200 fotograf¨ªas de ?mile Zola es muy reveladora. Una de ellas muestra al escritor y Alexandrine, maduros, entrados en carnes, muy rectos, cogidos fr¨ªamente de la mano. Luego hay otras de Jeanne joven y esbelta, montando en bicicleta, o cubierta apenas con un pa?o blanco, con los hombros y los brazos desnudos, o casi de espaldas destacando tambi¨¦n la desnudez de sus hombros y su nuca. En otra foto, Zola -con unos 25 kilos menos- y Jeanne se estrechan como en un baile, muy pegados. Unidos. Luego est¨¢n las fotos de sus hijos. Escenas familiares, comidas al aire libre, paseos, los juegos de los chicos. M¨¢s adelante, los ni?os como modelos al capricho de su padre, disfrazados, posando en distintas actitudes, corriendo por el campo.
?mile Zola lleg¨® a hacer cerca de 7.000 placas desde 1888 hasta su muerte en 1902. Compr¨® los equipos m¨¢s sofisticados de la ¨¦poca e instal¨® tres laboratorios para su revelado. Le gustaba trabajar en series, quiz¨¢ influido por los pintores impresionistas, a quienes defendi¨® desde un principio como cr¨ªtico de arte, en sus primeros art¨ªculos period¨ªsticos. Le interesan los paisajes, tanto los de la ciudad como los del campo. La arquitectura. Los cambios que traen las estaciones. Las personas y sus oficios. Los eventos, como la Exposici¨®n Universal de 1900, que documenta con su c¨¢mara en sus grandes fases, como la construcci¨®n de la torre Eiffel. Tambi¨¦n deja constancia de sus viajes, a Roma, el exilio en Londres... Porque Zola segu¨ªa haciendo fotograf¨ªas aun durante los dram¨¢ticos d¨ªas del caso Dreyfus. Uno de los juicios m¨¢s c¨¦lebres de la historia donde el escritor tuvo la valent¨ªa de denunciar la corrupci¨®n y el complot entre los m¨¢s altos estamentos militares, de resultas de una causa por espionaje que conden¨® de por vida a un inocente capit¨¢n jud¨ªo a la prisi¨®n de la Isla del Diablo. Su hist¨®rica carta al presidente de la Rep¨²blica, titulada J'accuse, publicada en L'Aurore el 13 de enero de 1898, le vali¨® a ¨¦l mismo ser juzgado y condenado, vi¨¦ndose obligado a huir a Londres durante casi un a?o para continuar sus arengas a favor de la revisi¨®n del caso. Al final, la verdad triunf¨®. Aunque no en la vida personal de Zola. Muri¨® inesperadamente, asfixiado por el mon¨®xido de carbono de una estufa con la chimenea obstruida, el 29 de septiembre de 1902, en Par¨ªs. Al d¨ªa siguiente se le esperaba para la ceremonia de readmisi¨®n de Dreyfus en el ej¨¦rcito. Iban a estrechar sus manos por primera vez.
"La escisi¨®n de esta doble vida que he tenido que vivir ha terminado por desesperarme", escribe Zola en una carta. "Jeanne me ha tributado el regio fest¨ªn de su juventud y devuelto a mis treinta a?os, haci¨¦ndome el hermano mayor de mi Denise y de mi Jacques". Alexandrine se hab¨ªa enterado de la relaci¨®n con Jeanne a trav¨¦s de una carta an¨®nima y, por m¨¢s que inst¨® a su marido a dejarla, no lo consigui¨®. Tras la muerte de Jeanne, alg¨²n tiempo despu¨¦s, Alexandrine adopt¨® a sus dos hijos para que fueran los herederos legales de su padre.
?mile Zola. Fot¨®grafo. Sala municipal de exposiciones de San Benito. Calle de San Benito, s/n. Valladolid. Hasta el 23 de agosto.
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