Del manuscrito al 'e-book'
Todo cambio supone la ruptura de una rutina. La Naturaleza tiene miedo al vac¨ªo pero ¨¦ste se produce para mucha gente cuando ve sus costumbres alteradas. Recuerdo un d¨ªa que recib¨ª en El Cairo una carta de mi madre ech¨¢ndome una bronca porque yo la hab¨ªa escrito a m¨¢quina, con mi Adelita, una port¨¢til de la d¨¦cada de los cincuenta. Era una falta de consideraci¨®n hacia la familia, a pesar de que mis progenitores eran periodistas. Todav¨ªa hoy es frecuente dejar el inicio y la despedida en una carta para personalizarla de pu?o y letra, a ser posible, con tinta azul. El rojo es para la censura y el negro para los p¨¦sames. Todo un mundo de significados nacidos en torno a la escritura manuscrita.
Como sucediera con otros inventos, el libro electr¨®nico tiene sus detractores desde el primer momento. Aquellos coches de principios del siglo XX, que cortaban la leche de las vacas cuando ¨¦stas ve¨ªan pasar un Levasseur por las carreteras de Normand¨ªa, pronto se multiplicar¨ªan una vez convertidos en objetos de deseo universales. Gutenberg dio el golpe de gracia a los copistas y miniaturistas que laboraban con paciencia y esmero, en el frescor de sus conventos, los misales y libros de oraciones de la nobleza. Convertidos en aut¨¦nticas joyas, que las artes gr¨¢ficas reproducen en facs¨ªmiles para disfrute del vulgo, los incunables m¨¢s famosos acaban en las bibliotecas de los enamorados de los libros. Al igual que ellos, tambi¨¦n hay amantes de los coches antiguos que compran y miman como aut¨¦nticos tesoros. Puede que un d¨ªa, hartos de abatir 15 ¨¢rboles para obtener una tonelada de papel, aceptemos la soluci¨®n electr¨®nica como sustitutivo ecol¨®gico del libro tradicional a la vez que muy enriquecedor en relaci¨®n con el que conocemos actualmente.
El e-book, o e-libro, no s¨®lo preserva los pulmones de la tierra, cada vez m¨¢s da?ados por la mano del hombre, sino que eliminar¨¢ con el tiempo la necesidad de disponer de bibliotecas caseras. Todos los libros estar¨¢n al alcance de nuestra mano -nunca tan bien dicho- en el idioma que deseemos. La letra podr¨¢ modificarse tanto en su tama?o como en la familia tipogr¨¢fica. Los e-libros dispondr¨¢n de excelentes diccionarios incorporados en cualquier lengua. Los mismos textos podr¨¢n llegarnos en el idioma original o en la traducci¨®n que deseemos. Los libros podr¨¢n llevar explicaciones adjuntas del mismo autor para esclarecer dudas. No ser¨¢ necesario molestar a nuestra pareja que desee dormir si nosotros queremos leer porque el libro electr¨®nico trae su luz incorporada y graduable en la misma pantalla.
La industria editorial se adaptar¨¢ a la situaci¨®n. Comprar¨¢ los derechos de las obras a los autores y los editar¨¢, en el sentido etimol¨®gico de la palabra. Negociar¨¢ posibles traducciones con editores de otros pa¨ªses, se encargar¨¢ de la promoci¨®n de los t¨ªtulos de sus autores y prestar¨¢ asistencia jur¨ªdica en caso de litigios. Luego cobrar¨¢ las descargas a partir de la cuenta de cada comprador. Habr¨¢ precios diferentes para quien desee conservar para siempre los libros o s¨®lo para leerlos una vez. Abre infinitas posibilidades de comercializaci¨®n. Y dentro de unos a?os nos parecer¨¢ imposible haber vivido sin nuestro e-book, en el que la voz de un actor famoso nos leer¨¢ el Quijote si somos ciegos o queremos saborearlo hasta con m¨²sica medieval.
Enrique Meneses (Madrid, 1929) es periodista y ha cubierto algunos de los acontecimientos clave del siglo XX. Es autor de las memorias Hasta aqu¨ª hemos llegado (Ediciones del Viento) . Su blog es: www.enriquemeneses.com
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