Inmigrantes en negro
La econom¨ªa sumergida da trabajo a cientos de miles de inmigrantes sin empleo fijo
Washington, ecuatoriano de 43 a?os, peque?o de estatura, s¨®lido de complexi¨®n, piel color bronce, no se ajusta al perfil del empleado dom¨¦stico. Lo suyo es poner ladrillos, pintar paramentos y colocar techos de escayola, habilidades que le permitieron encontrar trabajo nada m¨¢s llegar a Espa?a, con visado tur¨ªstico, hace 10 a?os. Pero, aunque no ha trabajado nunca fregando suelos, poniendo lavadoras, o lavavajillas, entre noviembre de 2008 y mayo de 2009 cotiz¨® a la Seguridad Social espa?ola como empleado dom¨¦stico, 160 euros al mes. "Lo pagaba de mi dinero. Tuve que darme de alta para poder renovar mis papeles de residencia. Caducaban el 21 de mayo, y no encontraba quien me contratara legalmente". Nada m¨¢s renovarlos, Washington volvi¨® a darse de baja y a desaparecer en la econom¨ªa sumergida. Desde que estall¨® la crisis econ¨®mica, y las constructoras espa?olas se fueron hundiendo una tras otra, y empezaron a paralizarse obras por todo el pa¨ªs, cientos de miles de trabajadores inmigrantes han perdido sus empleos, la mayor¨ªa en la construcci¨®n, el sector m¨¢s golpeado por la crisis, y han pasado a engrosar las filas de los que trabajan sin contrato.
Ni sindicatos ni Gobierno se atreven a dar cifras precisas, pero una lectura comparada del n¨²mero de los inmigrantes que dicen trabajar, en la Encuesta de Poblaci¨®n Activa (EPA), y los que cotizan a la Seguridad Social, arroja un balance de 800.000 desaparecidos, es decir, que no cotizan, aunque dicen estar trabajando. "Nosotros no nos atrevemos a se?alar un n¨²mero concreto", dice Paloma L¨®pez, secretaria confederal de Inmigraci¨®n y Empleo de Comisiones Obreras. El sindicato se limita a consignar el dato que da el Consejo Econ¨®mico y Social sobre el porcentaje que representa la econom¨ªa sumergida, que rondar¨ªa el 20% del PIB espa?ol.
"Tampoco nos convence la comparaci¨®n que se hace con las cifras de inmigrantes empadronados, porque tienen una movilidad enorme. Se van all¨ª donde encuentran trabajo y puede ocurrir que est¨¦n empadronados a la vez en varios municipios. Porque necesitan inscribirse en los ayuntamientos para conseguir la tarjeta sanitaria, por ejemplo", dice L¨®pez. A esta responsable sindical le preocupa sobre todo el perfil del inmigrante sin empleo, forzado a sobrevivir trabajando a salto de mata, que puede terminar perdiendo su permiso de residencia. "El problema est¨¢ en los que han logrado una situaci¨®n legal, despu¨¦s de mucho esfuerzo, y est¨¢n pasando a una irregularidad que llamamos sobrevenida. El a?o pasado fueron 20.000 personas, y en lo que va de a?o, el ritmo de los que pierden su permiso es de 1.700 personas al mes".
Fuentes del Ministerio de Trabajo rebajan la cifra a la mitad, pero aun as¨ª, el Gobierno ha considerado el problema lo suficientemente grave como para cambiar, a principios de julio, el Reglamento de Extranjer¨ªa. A partir de ahora, los inmigrantes como Washington podr¨¢n renovar sus papeles siempre que hayan cotizado a la Seguridad Social nueve meses por cada a?o de estancia en el pa¨ªs. No es una medida balad¨ª. La ley de Extranjer¨ªa vigente considera una falta grave permanecer en Espa?a con un permiso caducado. La pena para el inmigrante es una multa, de 300 a 6.000 euros, y un plazo para abandonar el pa¨ªs que oscila entre 15 y 90 d¨ªas. Pero salir de Espa?a, despu¨¦s del esfuerzo invertido en obtener una reglamentaci¨®n en regla, es algo que los inmigrantes no est¨¢n dispuestos a hacer.
Que se lo pregunten a Washington. "Llevo aqu¨ª 10 a?os. Trabaj¨¦ seis sin contrato y luego un se?or que ten¨ªa una empresita con cuatro empleados, un aut¨®nomo, me contrat¨® y consegu¨ª mis papeles. Pero este hombre quebr¨® en diciembre y dej¨® de pagarnos y de cotizar por nosotros un mes antes. Estamos en juicios", explica este ecuatoriano soltero, que sobrevive ahora como puede. "Trabajo no hay. Vivo con otros compatriotas, y hoy pinto una casa aqu¨ª, ma?ana ponemos un suelo en otra de all¨ª...".
Empleo no hay. No como hace tres a?os, cuando la econom¨ªa espa?ola bull¨ªa como una caldera bien alimentada. Pero los inmigrantes, aunque en menor medida, siguen llegando. "Las demandas de empleo se han duplicado con relaci¨®n al a?o anterior, y sin embargo, las ofertas se han desplomado, hasta un 83% menos", dice Maika S¨¢nchez, responsable de empleo de Cruz Roja. Esta organizaci¨®n tiene un programa especial para ayudar a encontrar empleo a los inmigrantes que lo han perdido o que no lo han encontrado. "Muchos son gente nueva, otros son personas que ayudamos a colocarse en 2001. Tenemos cursillos de aprendizaje y capacitaci¨®n, y tambi¨¦n damos clases de idioma. Hablar y escribir correctamente es importante para encontrar trabajo", dice S¨¢nchez, quien asegura que en este programa han atendido casi a 80.000 inmigrantes.
Cruz Roja no ampara a los que optan por una v¨ªa de supervivencia al margen de la legalidad. Pero muchos espa?oles y muchos inmigrantes en situaci¨®n precaria viven entre dos aguas, entre la econom¨ªa limpia y la sumergida. Como Marilena (nombre supuesto), una ecuatoriana de 33 a?os, casada y madre de dos hijos, que vive en Espa?a desde hace nueve. Marilena ten¨ªa peluquer¨ªa propia en Ambato, a media hora de Quito, pero dice que algunos conocidos le metieron los perros en danza y la vendi¨® para venir a Espa?a. Despu¨¦s de a?os trabajando de empleada dom¨¦stica y de empaquetadora en una f¨¢brica ha vuelto a su antiguo oficio. "Me hice unas tarjetas y las repart¨ª en locutorios y a las vecinas. No gano mucho, s¨®lo para los gastos de la casa, y lo hago porque tampoco me voy a estar mano sobre mano. Voy a casa de las se?oras que est¨¢n mayorcitas y no van a la peluquer¨ªa. Les lavo, les peino, les corto el pelo. El alquiler de la casa son 500 euros, y luego est¨¢ la luz, el butano... Muchas cosas".
Marilena no se da por vencida aunque la crisis apriete. "Tengo que buscarme las maneras de seguir viviendo como sea". Recuerda con nostalgia los primeros tiempos en Espa?a. Aunque ella, que lleg¨® primero, y su marido, que vino despu¨¦s, ven¨ªan con visados tur¨ªsticos, en el plazo de unos meses ten¨ªan los dos los papeles en regla y hasta les sobraban las ofertas de trabajo. El ¨²ltimo empleo lo encontraron ambos en una misma empresa de patatas fritas y aperitivos. Ella era empaquetadora, con contratos renovables; ¨¦l, carretillero, con contrato indefinido. Los dos se quedaron en la calle hace un par de a?os. Marilena dej¨® de cobrar los 700 euros mensuales del paro hace ocho meses, a su marido se le acaba en septiembre.
La pareja tiene dos hijos, un ni?o de 14 a?os y una ni?a de 6 "que naci¨® ac¨¢". "Ahora estamos pensando igual en volvernos". La crisis no es, sin embargo, la ¨²nica responsable de que haya aumentado la econom¨ªa sumergida. Los deseos de progresar deprisa y de labrarse un futuro cuanto antes han llevado a muchos extranjeros a tener una doble vida, como trabajadores asalariados, cotizando a la Seguridad Social, y como trabajadores en negro, al mismo tiempo.
Es el caso de Estefan, rumano, de 31 a?os, que vive en Espa?a desde hace seis a?os, est¨¢ casado y tiene un hijo de casi siete a?os. Estefan conduce un cami¨®n para una empresa de transporte. Cubre rutas nacionales y tiene contrato indefinido con un sueldo mensual de unos 1.600 euros. "Los fines de semana hago trabajos de mec¨¢nico tambi¨¦n, porque no tenemos bastante, y saco unos 300 o 400 euros m¨¢s. Con la crisis salimos menos", dice Estefan, que habla despacio, buscando cuidadosamente cada palabra, como si el espa?ol fuera un terreno resbaladizo. Su mujer cuida del hijo de ambos y atiende a una se?ora impedida. "Va tres veces al d¨ªa o as¨ª, para llevarla al ba?o, darle de comer. No gana mucho, unos 320 euros al mes, y no tiene contrato".
Estefan y su mujer, cuatro a?os menor, invierten lo que ganan en su futuro. El alquiler del piso que comparten no supera los 350 euros al mes, "pero pagamos otro tanto casi en Rumania, porque compramos un chal¨¦ para alquilarlo y ahora tenemos la hipoteca". La idea que les llev¨® a desembolsar 80.000 euros por un chal¨¦ de 300 metros cuadrados m¨¢s una parcela de 500 metros cuadrados en Transilvania era la misma que ha llevado a decenas de miles de espa?oles a comprar pisos por todo el pa¨ªs. Aprovechar los cr¨¦ditos baratos para invertir en ladrillo con la perspectiva de hacer un gran negocio.
"Nosotros queremos quedarnos aqu¨ª, pero no pod¨ªamos pagar un piso en Espa?a. Cuando suban los precios en Rumania venderemos aquello y compraremos una casa propia aqu¨ª". Un sue?o que parece, en estos momentos, dif¨ªcil de cumplir. -
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