Jamaica, la f¨®rmula de la velocidad
El l¨ªmite entre la Jamaica urbana y la Jamaica rural, entre Kingston y el campo, no lo marcan ni la violencia ni la pobreza ni la promiscuidad, abundantes en todos los territorios; s¨®lo el urbanismo, los guetos de la capital, las calles oscuras animadas por el constante ruido de la m¨²sica, perfumadas de mar¨ªa, los caminos de cabra polvorientos, estrechos, que enlazan unas casas con otras en los campos de ca?a, en los cafetales de las Blue Mountains. Como la violencia, la pobreza, la m¨²sica, el deseo sexual exacerbado, otro elemento del paisaje vital es com¨²n a toda la isla, la velocidad, la necesidad de correr m¨¢s deprisa que nadie, que el vecino, que el hermano, que el compa?ero de colegio, que los mejores atletas del mundo. Descalzos, en zapatillas, en zapatones, en sandalias de tiras, en chancletas, todos los ni?os jamaicanos corren que se las pelan. No paran. Son los mejores del mundo.
"Ten¨ªa que correr r¨¢pido para ir a hacer la compra y ser tambi¨¦n la m¨¢s r¨¢pida para hacerme un hueco en la mesa"
A Veronica Campbell, lo que la manten¨ªa despierta a la hora de ir al colegio era el miedo a los latigazos del director
Del gueto de Kingston sali¨® Melaine Walker, campeona ol¨ªmpica de 400 metros vallas en Pek¨ªn. Del gueto de Kingston habla Fernando Guereta, un madrile?o que se fue a Jamaica por su afici¨®n a la m¨²sica y la cultura rasta de Bob Marley. Poco a poco fue echando ra¨ªces y produciendo m¨²sica. En el a?o 1998 hizo una campa?a de publicidad para Adidas en el Mundial de f¨²tbol de Francia, con el debut de Jamaica en una fase final, lo que supuso un acontecimiento en la isla. "La publicidad sali¨® excelente y Adidas me propuso darme un dinero para promocionar el deporte en la provincia donde yo vivo, Portland, y?lo dediqu¨¦ a apoyar el equipo escolar de atletismo de la provincia, formado por ni?os de seis a 15 a?os b¨¢sicamente. Y en siete a?os pasamos de la ¨²ltima posici¨®n en la categor¨ªa de menos de 14 a?os a ser campeones", dice Guereta, habitual anfitri¨®n de todos los espa?oles que quieren conocer el atletismo jamaicano. "Un d¨ªa fui al gueto donde vive Melaine Walker, que decret¨® una tregua de 24 horas para celebrar su triunfo ol¨ªmpico. All¨ª, algunos vecinos me comentaron que la raz¨®n de correr tan deprisa es que desde ni?a hab¨ªa tenido que correr m¨¢s r¨¢pida que las balas para no morir".
De las aldeas, del campo en el que a¨²n se perciben trazas de la organizaci¨®n esclavista de los ca?averales, habla Veronica Campbell-Brown. Habla desde su casa, del lugar en el que pas¨® su infancia.
A la puerta de la peque?a casa discuten Cecil y Pamela. En el patio trasero corretea Liz Anne, las m¨ªnimas sandalias que protegen sus peque?os pies se enredan entre los hierbajos de alrededor de la tumba, a la sombra de la palmera, donde la escu¨¢lida cabra que trisca le disputa el territorio.
"Tuyos son tres", le dice Pamela a Cecil. "No, dos", responde su marido, y cuenta con los dedos, "Winston y Veronica". "?Y Errold, qu¨¦? Te olvidas de Errold". Cecil hace un gesto de victoria y da por zanjada la discusi¨®n. Se siente vencedor indiscutible pese a que con toda seguridad no sabe cu¨¢ntos hijos ha engendrado: ?nueve?, ?diez?, ni los conoce a todos, de la misma manera que desconoce qui¨¦n yace bajo la l¨¢pida que ocupa el lugar central del jard¨ªn trasero de su casa, peque?o solar de hierbas descuidadas, dos postes para sujetar la cuerda donde se tiende la ropa, alg¨²n arbusto, una caseta de hierro corrugado sobre una base de piedra que hace de retrete con desag¨¹e directo al pozo negro.
"Cuando compr¨¦ la casa, la tumba ya estaba ah¨ª", dice. "Nunca me ha interesado saber qui¨¦n est¨¢ enterrado".
Una cosa s¨ª que sabe Cecil Campbell, alto, ojos dormilones, 53 a?os; sabe que tiene una hija de 27 a?os que se llama Veronica y que, como le recuerdan incesantemente los recortes de peri¨®dico pegados en las paredes del cuarto de estar y las fotos que en bucle perpetuo se repiten en la vieja pantalla de un ordenador en el rinc¨®n de la habitaci¨®n que, a modo de marco electr¨®nico, exhibe imagen tras imagen, es doble campeona ol¨ªmpica. Su hija Veronica, una bomba compacta, 163 cent¨ªmetros apenas, poco m¨¢s de 50 kilos de m¨²sculos apretados, sonrisa t¨ªmida, ojos asesinos, velocidad del rayo. Veronica Campbell-Brown, de 27 a?os, gan¨® los 200 metros en los Juegos de Atenas y repiti¨® en los de Pek¨ªn, donde contribuy¨® a la gran barrida de la velocidad jamaicana. La fuerza de la Jamaica de Usain Bolt, el atleta que gan¨® tres medallas de oro y bati¨® tres r¨¦cords del mundo, los m¨¢s prestigiosos, en el Nido del P¨¢jaro, el fant¨¢stico estadio futurista de Pek¨ªn, de la Jamaica que arras¨® tambi¨¦n en la velocidad femenina, de la Jamaica, una isla de la extensi¨®n de Murcia y la poblaci¨®n de Valencia, que humill¨® de tal manera al imperio americano, el atletismo m¨¢s poderoso del mundo. Picado en su amor propio, Estados Unidos no tard¨® en desafiarlos en encuentro singular, cara a cara, en las pistas de atletismo para lavar la afrenta. Esa fuerza nace en lugares como Clarks Town, en casas con el retrete en el patio, con una cabra, una tumba y una recua de mocosos que no saben qui¨¦n es su padre o su madre, pero qu¨¦ les importa. "Cuando ten¨ªa seis a?os, Veronica corr¨ªa m¨¢s que nadie. Sab¨ªa que ser¨ªa grande", dice Cecil solemnemente bajo un diploma que brilla colgado en una pared del cuarto, el diploma de los Soldados de Cristo. "Despu¨¦s se fue enseguida a vivir con su abuela a su casa de Trelawny. Era una chica muy tranquila. Y yo estoy muy contento de que corriera".
"Yo empec¨¦ a correr a los seis a?os. Hered¨¦ los genes de mi padre, que fue atleta hasta que se lesion¨®", dice Veronica, para quien la velocidad fue siempre su mejor arma en la lucha por la supervivencia que fue su infancia. "Ten¨ªa que correr r¨¢pido para ir a hacer la compra y no hacer esperar a mis hermanos, y tambi¨¦n ten¨ªa que ser la m¨¢s r¨¢pida para hacerme un hueco en la mesa. Me pasaba el d¨ªa compitiendo con mis hermanos, y gan¨¢ndolos". "Estaba predestinada. No pod¨ªa ser otra cosa que atleta", tercia su hermano Errold. "El primer profesor de la escuela nos dijo que era un monstruo compitiendo".
"Nuestra fuerza nace all¨ª en los pueblos, s¨ª, pero se canaliza en nuestras escuelas", precisa Howard Aris, presidente de la Federaci¨®n Jamaicana de Atletismo. "Una de las veces en que Sebastian Coe, el gran atleta ingl¨¦s que preside ahora la organizaci¨®n de los Juegos de Londres, vino a Jamaica nos pregunt¨® que c¨®mo era posible que gan¨¢ramos m¨¢s medallas ol¨ªmpicas que el atletismo brit¨¢nico, y yo le respond¨ª: 'Muy f¨¢cil, hacemos lo que los brit¨¢nicos nos ense?aron a hacer cuando Londres era nuestra metr¨®poli. Es vuestro sistema escolar, el que instaurasteis en 1911, la cuna de nuestro atletismo".
"?sta es la aut¨¦ntica cantera de la velocidad", a?ade Guereta. "El deporte escolar se reduce en Jamaica a echar carreras en los patios a falta de medios para practicar otros deportes".
En Warsop, en el condado de Cockpit, a 20 minutos en coche de Clarks Town por una carretera empinada y estrecha como un puerto de primera del Tour de Francia, a trav¨¦s de pueblos de monta?a, calles polvorientas repletas de ni?as y ni?os vestidos con relucientes y coloridos uniformes escolares, se levanta un barrac¨®n en medio de un patio de hierba plagado de calvas. Es Troy, la escuela en la que aprendi¨® de peque?a Veronica Campbell-Brown. En el prado no se ve ni un bal¨®n de f¨²tbol ni una canasta de baloncesto. S¨®lo ni?os corriendo sin parar en todas direcciones. Sus h¨¦roes no se llaman Ronaldinho o Romario, sino Usain Bolt, Asafa Powell o Veronica Campbell-Brown, que los visita ese d¨ªa para hacer entrega oficial de un donativo para construir un aula de inform¨¢tica y coger la pala y hacer el primer hoyo de los cimientos del futuro pabell¨®n. Los padres fundadores de su afici¨®n no son Di St¨¦fano, Kubala o Gento, sino Herb Mackenley y Arthur Wint, que en los Juegos de Londres de 1948 se convirtieron en los primeros medallistas ol¨ªmpicos jamaicanos, o la espectacular Merlene Ottey, quien a los 50 a?os a¨²n sigue corriendo como eslovena. Su estatua y la de Don Quarrie, el primer campe¨®n ol¨ªmpico de Jamaica, oro en los 200 metros en Montreal 76, flanquean la puerta principal del estadio Nacional de Kingston, el coraz¨®n de la velocidad mundial, el lugar en el que las joyas de la joya del Caribe se exhiben en el mes de marzo para disfrute de todos.
"Los colegios con tradici¨®n desde los a?os cuarenta, como Calabar, St. Yago, Kingston College y Jamaica College, en masculino, y Vere Technical y Woolmers, en femenino, reclutan desde edades tempranas con un sistema de becas a los ni?os de toda la isla con la intenci¨®n de ganar el Boys & Girls Champs", dice Guereta. "Siguiendo una tradici¨®n de muchas d¨¦cadas, estos campeonatos se celebran en el estadio Nacional y duran tres d¨ªas. Se corren much¨ªsimas carreras de velocidad, incluso pruebas de relevos que combinan diferentes distancias. El estadio se queda peque?o y la isla vive pendiente de lo que sucede. Es un poco como la final a cuatro del baloncesto universitario de Estados Unidos, para hacerse una idea".
"La federaci¨®n organiza competiciones para detectar talentos en nuestros colegios, y los mejores entran desde ah¨ª en nuestro sistema", dice el presidente federativo Aris. "Contamos con m¨¢s de 75 entrenadores, aparte de fisi¨®logos y preparadores f¨ªsicos. Las universidades est¨¢n preparando cada vez a m¨¢s especialistas y as¨ª lograremos crear un sistema completo para evitar la fuga de talentos. Una de las razones del ¨¦xito actual es que los atletas se quedan a vivir en Jamaica, porque aqu¨ª pueden ganar lo suficiente para vivir. Ya no necesitan emigrar a las universidades de Estados Unidos como antes. All¨ª se dispersaban y se echaban a perder".
Decir Quarrie es decir velocidad en Jamaica. Igual que en Espa?a a quien marcha acelerado, a quien con el coche toma las curvas haciendo chirriar los neum¨¢ticos, se le llama Fittipaldi, en la isla caribe?a se llama Quarrie a quien hace todo deprisa, a toda velocidad. Quarrie, de 58 a?os, sigue trabajando con la federaci¨®n jamaicana. "Hay mucha m¨¢s tensi¨®n en la salida de una carrera escolar que en una final de unos Juegos Ol¨ªmpicos", dice Quarrie, quien tuvo que emigrar para triunfar a la Universidad del Sur de California y hacer prueba de una capacidad de persistencia tremenda. "Era demasiado bajo para los sprints, pero segu¨ª, segu¨ª? Ahora, 40 a?os despu¨¦s, todos los pa¨ªses del mundo quieren ganarnos y eso es una motivaci¨®n extra. Y tenemos muy, muy buenos velocistas que compiten entre ellos todo el a?o. La competencia les mantiene vivos, despiertos".
A Veronica Campbell, lo que la manten¨ªa despierta a la hora de ir al colegio era el miedo a los latigazos del director. "?Qu¨¦ te daba cuando te portabas bien?", le pregunta a la chica m¨¢s r¨¢pida de la historia de la escuela el director, Clayton Collins, que ha hecho retirar los tabiques m¨®viles que separan las aulas y ha congregado a los 300 alumnos en un solo sal¨®n para recibir a Campbell. "Me dabas dulces", recuerda la atleta. "?Y si llegabas tarde?", contin¨²a el director. "Una paliza", responde, evocadora, nost¨¢lgica, la doble campeona ol¨ªmpica. En Jamaica, los ingleses y el sistema esclavista dejaron una tradici¨®n que a¨²n pervive: el castigo corporal no s¨®lo se permite, sino que se promociona, y todos los ni?os y j¨®venes saben que est¨¢n sometidos al cintur¨®n de su padre y de su maestro. "La correcci¨®n corporal est¨¢ bien vista", resume el director Collins, quien despu¨¦s muestra la primera pista en la que corr¨ªa Veronica, una franja de hierba de unos cuatro metros de ancho y unos 100 de largo en la parte de atr¨¢s de la escuela. "?ste es el primer escenario de sus victorias".
"Desde Pek¨ªn se ha doblado el n¨²mero de ni?os y ni?as que quieren ser atletas", observa, orgulloso, Aris. "Organizamos el primer mitin en enero y seguimos todos los fines de semana hasta junio. Somos un pa¨ªs tropical, no tenemos invierno y sobre la hierba se corre como en ninguna parte".
Sobre la hierba de la pista reglamentaria del instituto Herbert Morrison, cerca de Montego Bay, la costa norte de una isla atravesada por una carretera peligrosa, puentes sin barandillas, ¨¢reas de servicio con la forma de 30 quioscos rojos donde se vende cerveza Red Stripe, la bebida nacional refrescante, y se come pollo asado en artesanales hornos construidos con bidones de combustible, se ha formado Dexter Lee, la nueva maravilla, el atleta que ha logrado algo que ni Bolt ni ning¨²n otro jamaicano pudo conseguir, proclamarse campe¨®n mundial juvenil de los 100 metros. A los 17 a?os ya se ha hecho profesional. Se ir¨¢ del instituto sin terminar el bachillerato, se instalar¨¢ en Florida, al otro lado de la costa, junto a Veronica Campbell, con quien comparte manager, el estadounidense Claude Bryan. El ¨²ltimo producto de la isla. La ¨²ltima perla de su f¨¢brica de velocidad. El ¨²ltimo llegado en la pelea para transformar Jamaica de meca de los rastas del mundo que acuden a venerar el recuerdo de Bob Marley en im¨¢n del atletismo.
"Por supuesto que el?tipo?de musculatura de los negros que?viven en el Caribe y el tipo de alimentaci¨®n que tienen ayudan a moldear a las estrellas", dice Guereta.?"Pero esto podr¨ªa aplicarse a otros pa¨ªses bastante?m¨¢s grandes y, sin embargo, los resultados no son ni de cerca parecidos". En ning¨²n pa¨ªs, no obstante, hay tanta presi¨®n social, tanta necesidad, tanta posibilidad de salir de la nada esprintando. "La globalizaci¨®n hace que la gente de todo el mundo vea m¨¢s que nunca a los atletas de Jamaica", recuerda Aris. "Cada pa¨ªs tiene un talento intr¨ªnseco en algunas ¨¢reas. El nuestro es ¨¦ste".
La presi¨®n social la relata Guereta. "A Bolt le vi por primera vez con 14 a?os en el Boys and Girls Champs. En 2002, Kingston acogi¨® el Mundial junior y?Bolt gan¨® el?oro?en 200 con 15?a?os. Le prepararon para correr los Juegos de Atenas dos a?os m¨¢s tarde. Lleg¨® a la final, pero no logr¨® ni medalla", cuenta el t¨¦cnico madrile?o. "Vi la carrera mientras estaba en la oficina de pagar impuestos y hab¨ªa una tele para que todo el mundo la siguiera. Cuando acab¨®, todo el mundo se puso a despotricar de Bolt,?que aqu¨ª la gente es muy aficionada a dar en p¨²blico y en voz en alta su parecer de cualquier cosa. Yo me enzarc¨¦ defendiendo que a un chaval de?17 a?os no se le pod¨ªa pedir m¨¢s y me miraban como si estuviese loco. Para ellos, que Lightning Bolt no hubiese ganado el oro fue una decepci¨®n tremenda". Pero el mal rollo con el joven zanquilargo y destartalado que se daba con los talones en los muslos no dur¨® mucho. "Aquello coincidi¨® con el despegue tard¨ªo de Asafa Powell, que bati¨® el r¨¦cord del mundo?de los 100 metros no mucho m¨¢s tarde".
"Bridget Foster fue la primera atleta de alto nivel que apost¨® por entrenar en el Club MVP [en Kingston, Jamaica], con Stephen Francis, el entrenador de Powell", dice Guereta. "?ste creo que fue un momento clave, los corredores ya no ten¨ªan que ir a entrenar a un pa¨ªs que les disgustaba. El resultado es impresionante:?en Pek¨ªn, el MVP se llev¨® oro y plata en 100 metros femeninos y bronce en 200 mujeres, tres relevistas del 4¡Á100 masculino, 400 vallas femenino, tres del 4¡Á100 plata en 400 y plata en longitud (por Gran Breta?a). Pese a su nombre, MVP [M¨¢xima Velocidad y Poder], se entrenan en unas instalaciones que no dar¨ªan ni para un barrio de una gran ciudad espa?ola en una pista de hierba. Ahora existe adem¨¢s el club Runerz, donde milita Bolt y que est¨¢ reclutando extranjeros?". Quiz¨¢ ah¨ª est¨¦ la f¨®rmula de la velocidad.
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