Los molinillos del poder
?Qu¨¦ fuerza de la naturaleza mueve a un Gobierno a sentar el inusual precedente de anular la decisi¨®n del ejecutivo anterior sobre los molinillos e¨®licos, apelando a un informe de su propia asesor¨ªa jur¨ªdica y al innovador concepto jur¨ªdico de "tacha de legalidad", al parecer una falta muy grave en la disciplina del Derecho Emborronado y causa de nulidad radical por ir directamente contra lo que le conviene al se?orito de turno? Otra aportaci¨®n al derecho creativo previsible en un gobierno integrado, entre otros superh¨¦roes de la legalidad, por un conselleiro que certifica como acabadas obras a punto de empezarse y otro que se tropieza por Pontevedra con un nombramiento de asesor y lo usa para apalancar su placi?a de secretario. ?Qu¨¦ misterioso designio arrastra a un Ejecutivo a embarcarse en una aventura que costar¨¢ millones de euros de todos, blindado por la creencia suicida de que poni¨¦ndolo en una ley puede prohibir el derecho a ser indemnizados o concursar de nuevo? ?Qu¨¦ imperativo categ¨®rico le comanda retrasar inversiones millonarias o puestos de trabajo en tiempos de paro abrumador, mientras se enga?a a s¨ª mismo afirmando que tramitar¨¢ una ley en menos de tres meses? ?Qu¨¦ extra?a necesidad le apremia a convertir al Parlamento en c¨®mplice necesario de una resoluci¨®n que sabe manifiestamente t¨®xica?
El concurso bipartito hab¨ªa sentado peligrosos precedentes para el orden natural de las cosas
El repaso a los sospechosos habituales aclara poco este misterio. Unos sostienen que se hace a beneficio de las grandes corporaciones energ¨¦ticas, habituadas a cazar a placer en la reserva galaica. Tanto desorden servir¨ªa para repartirle unos cientos de megavatios que ya se ver¨¢ a qui¨¦n se arrebatan por colaboracionismo con el bipartito. Otros afirman que el caos se escribe al dictado de una Voz medi¨¢tica. Pero ni los gobernantes son tan influenciables, ni los editores tan influyentes como se cree. Cuando un medio se cree capaz de cambiar gobiernos, tiene todas las papeletas para convertirse en su buf¨®n, comi¨¦ndose sus propios titulares el d¨ªa que le posponen la misma anulaci¨®n anunciada durante semanas. Los m¨¢s retorcidos especulan con la posibilidad de asistir a un episodio de la estrategia de absorci¨®n cordial entre cajas en que Feij¨®o trabaja estos d¨ªas, bloqueando la salida e¨®lica a la presa acechada por el gran cazador madrile?o.
Sin duda todo suma, pero acaso la raz¨®n primaria se halle en la pol¨ªtica m¨¢s que en la energ¨ªa. El concurso bipartito hab¨ªa sentado peligrosos precedentes para el orden natural de las cosas. Deb¨ªan ser invalidados cueste lo que cueste. Constatada la naturalidad con que asumimos la vuelta a la censura informativa en los incendios, privar a la mayor¨ªa de la gratuidad para subvencionar a la minor¨ªa de los colegios segregacionistas o la reinstauraci¨®n de la anarqu¨ªa del ladrillo, no era tolerable que el mayor reparto de recursos p¨²blicos concedido en los ¨²ltimos a?os quedara atribuido al bipartito, o peor a¨²n, al nacionalismo. Los elementos no tornar¨¢n a su estado natural de gobierno por el PP mientras se mantenga intacto el precedente econ¨®mico de una adjudicaci¨®n que, con todas sus taras y deficiencias, supuso un intento organizado de poner los recursos de Galicia al servicio de la red productiva y el fortalecimiento del empresariado propio, no simplemente al alcance de la depredaci¨®n por el m¨¢s fuerte, como es tradici¨®n. O el precedente administrativo de adjudicar los recursos v¨ªa concurso p¨²blico, no a lo Operaci¨®n Triunfo, como se volver¨¢ a hacer. O el m¨¢s devastador entre los antecedentes, aquel que afecta a la esencia misma del uso del poder. Si como dice Dahl, el poder es la relaci¨®n donde A es capaz de que B haga algo que de otra manera no har¨ªa, no pod¨ªa dejarse en pie no s¨®lo una decisi¨®n tan trascendente donde A no era, como siempre, la derecha, y B tampoco era, como siempre, el resto, los administrados, sino tambi¨¦n la creencia de que tal anormalidad puede repetirse alg¨²n d¨ªa. Es el primer consejo que da Maquiavelo a su pr¨ªncipe y figura en todos los manuales de ejercicio del poder: "El ¨²nico medio de dominar una ciudad acostumbrada a vivir libre es destruirla y quien no la aplaste, espere a ser aplastado por ella".
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