Cien d¨ªas
Si nos fijamos bien, hablar de los cien primeros d¨ªas del Gobierno de Patxi L¨®pez puede resultar un sarcasmo, porque no ha tenido ni uno. Es verdad que han pasado esos cien d¨ªas, pero antes, cuando hab¨ªa cortes¨ªa en la pol¨ªtica, los cien d¨ªas eran un plazo de tregua, o al menos de buenas maneras,por parte de la oposici¨®n para facilitarle, por el bien de todos, al nuevo gobernante su puesta en marcha. En el caso del actual Gobierno, incluso antes de que tomara posesi¨®n se le reproch¨® de todo, incluso falta de legitimidad, pues la ley de Partidos, esgrim¨ªa el PNV, era un fraude democr¨¢tico dirigido a derrocar al nacionalismo, cuando el Tribunal Europeo de Derechos Humanos con toda rotundidad ha hecho algo m¨¢s que ratificarla.
El Gobierno de Patxi L¨®pez no ha tenido ni un minuto de tregua. No pod¨ªa gobernar porque los 35 esca?os que le apoyan no son del partido m¨¢s votado; las diputaciones y radicales ah¨ª han estado desde un principio asedi¨¢ndolo, hasta con gestos mezquinos, como que la Diputaci¨®n de Vizcaya no fuera a seguir pagando su parte del metro. En el pasado, lo de los cien d¨ªas ten¨ªa mucho m¨¢s que ver con el comportamiento de la oposici¨®n que con el del Gobierno, y es a ella a la que tendr¨ªamos que juzgar, aunque resulte una tarea para estetas si Euskadi ha cambiado o no de color, como afirma Urkullu.
Y, sin embargo, es en ese acoso montaraz por parte de la oposici¨®n y del nacionalismo ilegal donde el Gobierno de Patxi L¨®pez, con el apoyo del PP, adquiere y mantiene todo su sentido. Pues si esto fuera una situaci¨®n pol¨ªtica normal no lo tendr¨ªa. Se lo da precisamente la cr¨ªtica situaci¨®n pol¨ªtica de Euskadi, donde el partido en el poder hasta hace cien d¨ªas se dedicaba a forzar la secesi¨®n, a salirse del sistema de la forma m¨¢s radical, y el otro nacionalismo se dedicaba a aterrorizar a la sociedad vasca para apoyar, y hacer cre¨ªble, la posibilidad de secesi¨®n. De todos es sabido que, si para coger las peras necesitamos una escalera, para romper con un sistema pol¨ªtico con el simpl¨ªsimo y discutible argumento de que somos un pueblo con varios miles de a?os necesitaremos de la violencia para hacer cre¨ªble el cuento. Mientras no ceje el nacionalismo en demostrarnos su aventurerismo peligroso el Gobierno de L¨®pez, o de otros constitucionalistas que le pudieran suceder, tendr¨¢ muchas posibilidades de futuro.
Juzgada la oposici¨®n por esos cien d¨ªas que no ha concedido, L¨®pez corre el riesgo de sentirse a gusto con el asedio que padece, lo que puede debilitar los apoyos que hoy tiene, m¨¢xime cuando la crisis econ¨®mica es implacable en nuestro pa¨ªs. Tendr¨¢ que pensar en una pol¨ªtica normal, adem¨¢s de la actual en defensa de la legalidad, y desembarazarse de la c¨®moda situaci¨®n pol¨ªtica en la que le ha dejado el nacionalismo. En alg¨²n momento tendr¨¢ que romper el asedio con una serie de pol¨ªticas que el ciudadano observe que son mejores que cuando se nos confund¨ªa con leyendas m¨ªticas que acaban en atentados.
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