La aventura del bricolaje
A mitad del verano, cuando se han acabado los viajes y las vacaciones se sedentarizan, comienza la ¨¦poca del bricolaje. A m¨ª lo que me gusta es tumbarme bajo un ¨¢rbol a leer sobre los peligros que han corrido los grandes aventureros. C¨®mo a Etienne Br?l¨¦ lo torturaron los iroqueses y luego fue comido por los hurones, todo ello casi sin parar de explorar. O c¨®mo a Eduard Vogel lo molieron con mazas por orden del sult¨¢n de Wadai miembros de la casta sudanesa de los kabartu, que son a la vez, lo que hay que ver, verdugos y m¨²sicos. Esas historias ejemplares justifican ante mis amigos mi decisi¨®n de no hacer excursiones. Pero no hay forma de que te dejen en paz. Hay siempre como una presi¨®n social para que acometas en casa los trabajos m¨¢s peregrinos: arreglar enchufes, dar capas de pintura, transportar trastos de un lado a otro, ordenar armarios y entregarse a la gran ordal¨ªa del bricolaje. En esa actividad destaca siempre, como una leyenda urbana, la figura de tal o cual conocido -"pues Evelio le ha montado a Ana el riego autom¨¢tico"- con la insidiosa coletilla: "Y t¨² es que ni cambiar una bombilla". He desarrollado la teor¨ªa de que el bricolaje es como el lek, ese lugar que los machos de algunas aves disponen para exhibirse y atraer a las hembras. Si mi hip¨®tesis es correcta mis probabilidades de apareamiento son escasas.
Desde hace a?os trato de librarme del bricolaje por elevaci¨®n. Cuando entramos en esa din¨¢mica me pongo muy serio y presento proyectos monumentales que requieren tiempo y mucha tranquilidad. Empec¨¦ con la casita en el ¨¢rbol para las ni?as. Adquir¨ª libros, dibuj¨¦ planos y croquis, compr¨¦ materiales, consult¨¦ arquitectos y en general dilat¨¦ todo lo posible el tiempo de realizaci¨®n. El resultado es que a¨²n no est¨¢ lista la casita y las ni?as ya tienen novio. Mejor, a ver si iban a meterse todos juntos. El verano pasado encontr¨¦ una tarea ideal para mi idiosincrasia en la recuperaci¨®n de un muro de piedra del jard¨ªn. Bajaba cada ma?ana pertrechado como un minero del Yuk¨®n y desplegaba una gran cantidad de movimientos, jadeos y maldiciones hasta que no me miraba nadie. Luego me sentaba a observar las lagartijas. A mi ritmo, la Gran Muralla China a¨²n ser¨ªa una tapia. Es igual, lo importante es ofrecer al mundo la tranquilizadora sensaci¨®n de actividad. Estos d¨ªas, con tanto sol y calor, estoy pensando en planear una cosa espectacular. Siempre me ha gustado mucho El puente sobre el r¨ªo Kwai. Me miro las manos y me prometo que alg¨²n d¨ªa saldr¨¢ de ellas, aunque tome su tiempo, algo realmente grande.
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