La sentencia silenciada
La reciente sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos est¨¢ pasando entre nosotros con bastante pena y escasa gloria. El Tribunal desestima la demanda contra la Ley de Partidos y la subsiguiente ilegalizaci¨®n de Herri Batasuna y Batasuna, es decir, da la raz¨®n sin rodeos y por unanimidad en ambos puntos al Gobierno de Espa?a. Pues como si nada. Que los partidos demandantes no acaten su condena y se lancen a tomar en calles y bares de Euskadi lo que les quitan los jueces de Europa, era cosa de esperar. Que los dem¨¢s partidos nacionalistas vascos -los "democr¨¢ticos", ya saben- vuelvan a arremeter contra la Ley de Partidos ahora firmemente avalada y a amparar a sus camaradas m¨¢s radicales..., eso a¨²n habr¨¢ podido sorprender a algunos. Pero que tantos hombres p¨²blicos en este pa¨ªs no aprovechen aquella sentencia europea para la muy necesaria educaci¨®n ciudadana, eso deber¨ªa sorprendernos a todos. Porque aqu¨ª hay mucha tela que cortar.
La sola repulsa de los medios violentos no vuelve democr¨¢tico a ning¨²n partido
I?igo Urkullu confunde la pluralidad con el pluralismo
Tal vez recuerden ustedes con qu¨¦ furor clamaron los nacionalistas "democr¨¢ticos" contra aquella Ley y la contumacia con que sucesivamente la recurrieron, sin ¨¦xito alguno, ante el Tribunal Supremo y el Constitucional. Incluso con cu¨¢nto fervor secundaron tambi¨¦n el recurso que el abertzalismo radical present¨® en Europa y hoy ha sido rechazado. Todos los recurrentes coincid¨ªan (y siguen coincidiendo) en denunciar el notorio d¨¦ficit de la democracia espa?ola, que al parecer obstruye los leg¨ªtimos derechos de expresi¨®n y de asociaci¨®n de aquellos partidos disueltos. Uno se pregunta por eso si en Derecho Penal no deber¨ªa regir algo as¨ª como un principio de transitividad: quienes comparten las razones principales de la demanda que un tribunal condena por las razones contrarias, ?no quedar¨¢n ellos tambi¨¦n impl¨ªcitamente condenados por ese mismo tribunal? Pero los miembros de la gran familia nacionalista no se dan por aludidos, porque la sentencia alude tan s¨®lo a los de Batasuna.
Lo m¨¢s probable es que tampoco hayan le¨ªdo ni siquiera el n¨²cleo central de la sentencia de marras. O que no lo hayan entendido o, claro, que lo est¨¦n ocultando por la cuenta que les trae. Pues el caso es que el alto tribunal no rechaza la libertad de expresi¨®n de los demandantes, que acoge hasta las ideas que hieren, chocan e inquietan y excluye las que "incitan a recurrir a la violencia". Criminalizan las ideas, s¨ª, pero justamente las criminales. Ni tampoco coarta su libertad de asociaci¨®n, pues sus partidos no han sido cancelados tan s¨®lo por negarse a condenar los atentados terroristas; ni siquiera, f¨ªjense, por pretender "un cambio en las estructuras legales o constitucionales del Es-tado". Han sido prohibidos por encarnar "un proyecto pol¨ªtico incompatible con las normas de la democracia". O, para ser m¨¢s claro, por "proponer un programa pol¨ªtico en contradicci¨®n con los principios fundamentales de la democracia". ?Lo prefieren de otra forma? Porque ese partido propugna "un modelo de sociedad... que estar¨ªa en contradicci¨®n con la concepci¨®n de una sociedad democr¨¢tica". Por si no lo han captado todav¨ªa, porque defiende un "proyecto pol¨ªtico contrario en su esencia a los principios democr¨¢ticos proclamados por la Constituci¨®n espa?ola".
No se irriten conmigo. M¨¢s insistentes a¨²n son los jueces, que reiteran este fundamento nada menos que once veces en las ¨²ltimas p¨¢ginas de su sentencia. No se limitan a condenar los medios violentos de Batasuna y afines, como obvios "instrumentos de la estrategia terrorista de ETA". Lo que machaconamente sostienen es que tambi¨¦n los fines (el proyecto) y los presupuestos (el programa) de esos partidos son antidemocr¨¢ticos. Repito: no s¨®lo inconstitucionales, como aqu¨ª pontifican nuestros comedidos juristas; son antes a¨²n antidemocr¨¢ticos. Ya ven c¨®mo no es cierto que "todas las opiniones son respetables", una opini¨®n que tanto favorece a las opiniones de los m¨¢s brutos. A lo mejor alg¨²n d¨ªa renunciamos a la blanda falsedad de los t¨®picos que le siguen, como que "todas las ideas pueden defenderse en democracia", que "en ausencia de violencia, todos los proyectos pol¨ªticos son leg¨ªtimos" y otros disparates.
Y es que la democracia no es un sistema de gobierno del que importen nada m¨¢s que los procedimientos -elecciones y regla de la mayor¨ªa-, sino tambi¨¦n sus premisas y contenido morales. Defender la prevalencia (por razones raciales o ling¨¹¨ªsticas) de una comunidad ¨¦tnica particular sobre la ciudadana general; anteponer presuntos derechos colectivos a los individuales, etc¨¦tera, no aprueban un examen de democracia. As¨ª las cosas, las persistentes negativas a distanciarse del terrorismo son sin duda s¨ªntomas de complicidad con los terroristas. Pero la sola repulsa de los medios violentos tampoco vuelve democr¨¢tico a ning¨²n partido, al rev¨¦s de lo que predica la simpleza pol¨ªtica reinante; s¨®lo lo vuelve pac¨ªfico. Para calificarlo de democr¨¢tico, deber¨¢ probar adem¨¢s que su programa y su proyecto respetan la igualdad pol¨ªtica y postulan la libertad de los ciudadanos. Algunos han tardado 30 a?os en aceptar que la amenaza o el asesinato deben desaparecer de la pol¨ªtica; asusta imaginar cu¨¢ntos a?os m¨¢s habr¨¢n de pasar para asumir que la pol¨ªtica democr¨¢tica demanda asimismo el libre debate de sus creencias y buenos argumentos, adem¨¢s de votos suficientes, que justifiquen sus prop¨®sitos.
Se comprende entonces la zozobra de quienes, voceando deplorar tales medios (pero disfrutando de sus rentas), comparten los presupuestos y metas de esos partidos que el Tribunal de Estrasburgo ha reprobado. Dir¨¢n que acatan su veredicto, al tiempo que abominan de aquella Ley de Partidos que esta sentencia juzga intachable, pero que ellos creen destinada maliciosamente a expulsar a los nacionalistas del poder. Verbigracia, I?igo Urkullu, presidente del PNV.
Urkullu, como Zabaleta y otros dirigentes de la tropa nacionalista -la "democr¨¢tica", no se olviden-, confunde la pluralidad, o mera presencia de diversas opciones pol¨ªticas en una sociedad, con el pluralismo, o sea, el marco legal que permite el enfrentamiento tolerante de esas opciones mediante el di¨¢logo y no por la fuerza. El presidente abertzale declara que el Gobierno socialista busca recortar la "pluralidad" pol¨ªtica de Euskadi. Simula olvidar que s¨®lo podando algunas ramas podridas de aquella pluralidad podr¨¢ garantizarse all¨ª el pluralismo. Para este pol¨ªtico borrar de manera definitiva el "color diferente" de Euskadi s¨®lo puede responder a un empe?o perverso. Prendido en la torpe ideolog¨ªa de la diferencia, supone que lo diferente es bueno tan s¨®lo por ser diferente, no por probar ser bueno, y que hay que conservarlo aunque fuere un monstruoso fruto del fanatismo.
?En suma?: suma y sigue, y sigue y sigue...
Aurelio Arteta es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Moral y Pol¨ªtica de la Universidad del Pa¨ªs Vasco. Editor de El saber del ciudadano. Las nociones capitales de la democracia (Alianza).
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